16 Horsepower: rebeldía y tradición
Repasando la obra del primer gran proyecto de David Eugene Edwards
Con el último trabajo de Wovenhand deleitando nuestros oídos, se nos ha ocurrido la posibilidad de que la obra de David Eugene Edwards siga siendo territorio por explorar para mucha gente que puede tener su primer contacto con este trabajo. Por supuesto, la carrera completa de Edwards da para todo un post aparte (nos lo apuntamos para el futuro), pero nos ha apetecido explorar sus orígenes. O, al menos, ese primer instante donde se volvió relevante y nos cautivó.
16 Horsepower no era la clase de banda que copase las portadas de los medios siguiendo los sonidos alternativos de los noventa, pero no eran unos desconocidos. Su manera de abordar el folklore norteamericano fue notoria, con influencias que van variando del puro country roots a los sonidos de los Apalaches y hasta el oscuro post-punk de The Gun Club, Joy Division y el primer Nick Cave, especialmente el de The Birthday Party. Básicamente dieron forma a ese sonido que te viene a la mente si piensas en algo como el "country gótico", incluso aunque no hayas escuchado country gótico en tu vida. Y por ello es pertinente repasar su obra.
Edwards se encontraba en California trabajando en la construcción de decorados para la productora de Roger Corman -el hombre nunca deja de dar alas a grandes talentos-, y allí conoce a otros espíritus inquietos por la música punk rock y la tradición. Con Pascal Humbert y Jean-Yves Tola crea un trío llamado 16 Horsepower -al principio sin el número, pero lo añadieron para evitar referencias a la heroína-, que se mueve a Colorado para estar más próximo a sus raíces y a su teórico público objetivo. Pronto Humbert se cae -temporalmente, luego vuelve tras la publicación de su debut- y es reemplazado por Keven Soll.
El trío empieza con una fachada punk, pero claramente se distinguen con la introducción de instrumentos tradicionales y singulares. Edwards incorpora banjo, el bandoneón (que no un acordeón) y la guitarra lap steel, mientras que Soll va combinando el contrabajo y el violenchelo para la mezcla. Tras un EP homónimo en 1995, al año siguiente publican su debut en largo Sackcloth 'n' Ashes, donde se presentan casi como una banda plenamente formada y definida. Ese country oscuro aún mantiene un firme pie dentro de lo tradicional, pero termina sonando distintivo, liberado, sin miedo a arriesgar.
Otra de las características del sonido de Sackcloth 'n' Ashes es lo vivo que se percibe. La grabación se siente como si el mencionado trío estuviera tocando estas canciones desde la comodidad de un porche situado en medio de un oscuro bosque de Colorado. Aunque la cosa estaría por crecer, hay también un regusto cercano a la experiencia mística, gracias a esa bien manejada espiritualidad del sonido y las letras de Edwards que, aún siendo decididamente cristianas, entran bien por ese aire de predicador que tiene en su voz y su carisma personal. Los predicadores tienen eso, te terminan cautivando desde su presencia y su enunciación, y casi ni te das cuenta de lo que te están contando.