Los mejores discos internacionales de 2016
Los discos de 2016, ordenados en cómodo ranking para que no tengas que pensar
Se acaba 2016. Un año para olvidar en muchos sentidos relacionados con la música, y, con todo, otro nuevo año de discazos. Como en esta ocasión os soltamos toda la lista de un tirón, los 50 de golpe, no nos eternizaremos en la intro, que bastante curro os ponemos por delante. Con todos ustedes, queridos sordos, los 50 mejores discos internacionales según Hipersónica.
50. Datach’i — System
Los discos canónicos suelen ser un arma de doble filo, pueden ser un auténtico peñazo que no quiere salir de la zona de confort, o pueden ser auténticas perlas en las que esos rasgos se ensalzan y dan lugar a álbumes de mucha calidad. Eso es lo que ha hecho Datach’i con su retorno diez años después. Un trabajo de dieciséis temas en los que encontrar bellas construcciones de IDM, bañadas en un ambient evocador que en ocasiones es azotado con la violencia de los breaks. El productor estadounidense ha tirado de cacharros analógicos para regalarnos uno de los discos imprescindibles del género este año. Elegancia, momentos frenéticos, un poco de acid y a triunfar.
49. Oranssi Pazuzu — Värähtelijä
Adentrarse en las profundidades de una cueva oscura, fría y hostil. Hay hasta una extraña vegetación y el ambiente parece hasta viciado. En eso podemos pensar de Värähtelijä viendo su misma portada y también cuando profundizamos en su música. El metal extremo, menos presente en este disco, se equilibra con un rock psicodélico desquiciado y da forma a una de las propuestas más estimulantes que ha dado el género este año. Pero más allá de su atrevida propuesta, los finlandeses te cautivan, te atrapan y dominan por completo la atmósfera que te rodea, atrapandote por completo.
48. SHXCXCHCXSH — SsSsSsSsSsSsSsSsSsSsSsSsSsSsSs
De proyectos que tienen nombres tan extravagantes como SHXCXCHCXSH siempre cabe esperar grandes cosas. Y el dúo sueco es gente cumplidora. A pesar de no llegar a la altura de su largo anterior, en ese título tan molón siguen adentrándose en las cavidades que su característico sonido ofrece. A mitad de camino entre el dub y el techno, los nórdicos han elaborado canciones que te encierran en callejones sin salida, asfixiándote, a la vez que después te hacen la pelota con temas que te introducen en gloriosas dimensiones escapistas. Uno de esos discos para escuchar tranquilamente, sumergido en unos buenos auriculares y en una habitación oscura (por supuesto).
47. Martha High — Singing for the Good Times
Las divas de la música negra han tenido tantas reencarnaciones como grupos generacionales ávidos de fiesta ha habido. Los 70 trajeron el Disco, misma década en la cual el Northern Soul tuvo su primer pico de revival, seguido por otro en los 80. Y por supuesto, el Segundo Verano del Amor, el Acid, el Hi-NRG y… Falta el anuncio: se busca diva que sepa hacernos emocionarnos con su chorro de voz. En los últimos años estas divas están volviendo sin necesidad de hacernos bailar. Regresan como los cafés ponen sus sillas más rancias y con óxido para que una generación se siente sobre ellas creyendo vivir lo auténtico. Pero vuelven, que al final es lo importante, y sin ese óxido porque tienen calidad natural. Todo esto lo resume mejor Martha High en varios de sus temas, que para ello es la experta.
46. Naðra — Allir vegir til glötunar
A lo largo del año se ha visto, y lo hemos llegado a comentar por aquí en la página, que está irrumpiendo una escena muy potente de metal extremo procedente de la improbable (?) Islandia. Podemos hablar ya de toda una realidad que está marcando el devenir de las vertientes más pasionales y arquetípicas del black metal, siendo este primer esfuerzo de Naðra, junto el de unos Misþyrming con quienes comparten miembros, el trabajo más mayúsculo salido de esta escena hasta la fecha. Revolución poca, pero su manera de tener el corazón a punto de salir disparado por la boca en cada segundo que tocan nos ha conquistado de sobremanera.
45. Baroness — Purple
Uno de los últimos álbumes brillantes que pudo entregarnos 2015 y que llegó demasiado tarde para todo. Salido cuando todas las listas de lo mejor del año no estaban sólo cerradas, sino que la gran mayoría ya estaban publicadas, Purple es el enésimo gol por toda la escuadra que entregan Baroness desde que debutaron hace casi diez años. Superando una tragedia de enorme magnitud y demostrando que la pura melodía llena de emoción puede ser el motor para un álbum de rock duro y progresivo en estos tiempos que corren. Su inclusión aquí no obedece al mero capricho de una pandilla de enajenados, sino que es la manera de hacer justicia con un disco que se quedó a las puertas de casi todo. De todo, menos de las puertas de nuestro corazón, que las abrieron de par en par.
44. Taman Shud — Oracle War
“Dame veneno que me quiero morir, dame veneno” cantaban los Chunguitos y algo así es lo que nos dio tras escuchar la nueva locura de los londinenses Taman Shud. Oracle War es una montaña rusa de inside jokes, patadas en los huevos y riffs a los Black Sabbath que dibujan el viaje más divertido y lisérgico de este año codo a codo con la barrabasada de King Gizzard y sus dicharacheros amigos. Coros eclesiásticos, gruñidos salidos de simas abisales y hasta blast-beats, Taman Shud meten en la batidora todo lo que tienen a su alcance para ofrecernos un disco que es al Rock Psicodélico lo que las hamburguesas grasientas a la comida basura. Y lo mejor de todo es que Oracle War no engorda sino todo lo contrario. Eso sí, tened cuidado, engancha y mucho.
43. The Goon Sax — Up to Anything
“I can’t work, I can’t work this sadness out”. Si hubiera que definir el espíritu lírico del Indie Pop, podríamos utilizar sin duda la primera frase del primer estribillo de The Goon Sax, un grupo que parece extraído de laboratorio para resumir todas las virtudes, emocionales y sonoras, de la Australia celestial que ha producido (lo decimos) en cinco años más grandiosos grupos que todas las islas británicas en dos décadas. The Goon Sax es uno de ellos: insultantemente joven, elementales en su arco temático (“Susan, please, talk to me, I don’t want you to leave”), escucharle es aproximarse a la proto-juventud de cada uno, un espejo en el que se reflejan las ansiedades personales y las deudas históricas, pero también la nostalgia por una época triste pero feliz, feliz pero triste.
42. Subrosa — For This We Fought the Battle of Ages
Que el nuevo trabajo de SubRosa haya convencido de manera notable hasta a los sectores menos metálicos de la redacción de Hipersónica no es un hecho que deba sorprender. Su doom metal es potente e inmenso, pero cargado de emoción y hasta cierta belleza. Con un uso de los instrumentos de viento que conecta con el sonido de Godspeed You! Black Emperor y que se solidifica como una propuesta fascinante que nadie debería perderse, aunque el metal no sea lo suyo.
41. Norwell — Grasslands
Este año hemos escuchado muy buenos trabajos hechos con cacharrería analógica, y el resultado de la mayoría de los que hemos hablado durante el curso queda patente. El del húngaro Norwell es uno de ellos. El suyo es un álbum absolutamente disfrutable. Con un sonido que parece salido de Border Community, está repleto de matices que descubrir en cada nueva escucha. Progresiones con bases cada vez más ricas y con más texturas, evocaciones cósmicas, beats metálicos y un fantástico sentido de la melodía.
40. Twin Peaks — Down in Heaven
Los Stones soñaban con emular a Jimmy Reed o Muddy Waters en los 60, David Mancuso soñaba reformular ritmos latinos en los 70, Prince en los 80 quería ser un nuevo James Brown, Albarn en los 90 llevó mal lo de no ser Ray Davies o Bowie por más que lo intentó. A los padres se les quiere, se les adora, hasta que llega un momento de coger el petate y creerse mayor. Twin Peaks sueñan con los Stones a todo color de la misma forma, tanto que hasta la réplica por momentos se convierte en sonrojante. Pero aquí quedan temazos que podrían firmar los mejores Stones pre Some Girls (1978). Y eso no se consigue así de fácil.
39. Roly Porter — The Third Law
Poco más se puede decir que no hayamos dicho en esta casa ya de Roly Porter, cada producción suya cae en nosotros como agua de mayo. Su interpretación del dark ambient, oscuro, corpulento, excesivamente agresivo, es una de las cosas más interesantes de la electrónica de los últimos años. Escuchar sus discos es como estar en el ojo de un huracán, te cogen y te empiezan a zarandear sin parar hasta el final. Ahora sólo hay que extrapolar eso a las turbulencias de una misión espacial, con momentos turbios a lo Gravity, para saber de qué va The Third Law. Una epopeya de disco. De lo mejor de este año, claro.
38. Frankie Cosmos — Next Thing
Entre tanta propuesta de almibaradas intenciones, un freno: Frankie Cosmos. La simplicidad de la música, un año después de su precioso debut en estudio, elevada a la máxima potencia. Cosmos entiende el Twee Pop al uso de los grupos originales de antaño: una exploración estética y emocional de los temas tradicionales del pop pero con las limitadas herramientas, casi artesanales, de vivir entre sellos de juguete. Ternura juvenil, ansiedad post-adolescente y un minuto y medio por canción. Es un disco tan fácil, hecho con tanto amor y plagado de tantos aciertos melódicos que resulta imposible no rendirse a él.
37. Ólafur Arnalds — Island Songs
Que Arnalds colase un disco entre los mejores del año era mera cuestión de estadística. Va sacando como quinientos al mes, y alguno tenía que colar. Hemos elegido Island Songs por dos motivos: la democracia no funciona y, además, es bien bonico. Por otra parte, es uno de esos trabajos que tan bien le vienen a Dr. Chou para contarnos las mierdas esas de sus primeros párrafos que no importan a nadie. Neoclásica islandesa para enamorar almas y elevarlas al firmamento. Acompañarse de otros artistas de tu país, mochila en mano (que Ólafur de mochilero nada, pero esa era la intención) y dejarse llevar por una falsa capacidad de improvisación. De todas las historias que nos viene contando en los últimos años, ésta ha sido nuestra preferida.
36. Black Bombaim & Peter Brötzmann — Black Bombaim & Peter Brötzmann
Uno de los saxofonistas más respetados de este siglo, alemán loco con más de 100 colaboraciones en su haber, se va a casa de unos portugueses psicodélicos, muy amigos de las colaboraciones, y les da por grabar un disco juntos. El resultado no te sorprenderá: líneas esquizoides — la referencia a King Crimson es intencional — sobre ese rock marciano difícil de explicar y más de encontrar. Caos de barrio obrero. Que King Gizzard esté tan arriba de la tabla es una mera cuestión de protocolo: éstos son los tipos que hay que escuchar cuando el camello llame a la puerta.
35. PJ Harvey — The Hope Six Demolition Project
Hipersónica es un sitio en el que las celebridades casi nunca encuentran un espacio de confort, ya que somos muy de cansarnos pronto y de odiar. Incluso de odiar a los que un año antes nos hemos inventado y amábamos entonces. De hecho, es a esos a quienes más odiamos. Pero con Polly Jean la cosa cambia. Aquí entra la diosa, nos ponemos en pie, rezamos lo que nos indique, esté inspirado en Washington o en Kosovo, y decímos sí a todo. Por conseguir, Harvey incluso consiguió en su día que montásemos una barra de bar en la que, por fin, no poníamos a parir al disco en cuestión. Hazaña al alcance de casi nadie [nota de Black: salvo Mastodon]. Pero llega ella, esa celebridad a la que casi siempre nos apetece crujir, y lo consigue, con el añadido de tooooooodo el tiempo que llevábamos esperando el disco. El hype que se justifica solo.
34. Emma Ruth Rundle — Marked for Death
Una de las cosas que definen a los discos que acaban colándose en la lista es que son “de consenso”. Nos pasamos el año buscando discos así y, al final, son todos mentira. Pero con Emma Ruth Rundle hemos conseguido más unanimidad que con cualquier otra cosa que haya debatido el PSOE este año. Básicamente, la amamos todos menos mohorte, al que hay que querer, porque está feo hablar mal de los discapacitados. Y lo hacemos por la enorme fuerza de las guitarras de ‘Protection’ o la oscuridad de ‘Furious Angel’. Uno de los mejores discos del rock de autor (o whatever) de este año, que se ha colado por aquí a última hora, sin llamar a la puerta, echándola directamente abajo.
33. Kendrick Lamar — untitled unmastered
¿En cuántos créditos figura Kendrick Lamar en este 2016? Hagamos recuento: en el remix de ‘Ain’t That Funkin’ Kinda Hard on You?’ de Funkadelic, en el ‘Major Key’ de Dj Khaled, en ‘This is Acting’, con Sia, el ‘Lemonade’ de Beyoncé, el ‘Atrocity Exhibition’ de Danny Brown, el ‘Son of a Pimp, Pt. 2’ de Mistah F.A.B., con Maroon 5 en su nuevo tema ‘Don’t Wanna Know’, dentro del impresionante álbum ‘Birds in the Trap Sing McKnight’, del rapero Travis Scott y, cómo no, en el The Life of Pablo de Kanye West. Es decir: ha estado en todos tus discos favoritos y, mientras, ha escrito una obra “menor” para satisfacer a fans, un juguete grabado a ocho meses de su cénit discográfico que crece y muta de dimensión con cada escucha. Una producción de rap con alma de mixtape para medio-esconder, sin dar explicaciones, todo ese espíritu disruptivo que es ya historia de la música contemporánea.
32. Ryley Walker — Golden Sings That Have Been Sung
A Ryley Walker el Jazz se le escapaba a borbotones por los poros de la piel, y se decantaba de forma suave y elegante en paisajes Folk deudores de aquellos primeros tótems post-Woodstock. En su evidencia, Walker, un año después, no se ha permitido el lujo de redundar en las fórmulas creativas ya exploradas. Golden Sings That Have Been Sung se inicia de forma deliciosa con un prodigio compositivo de ‘The Halwift in Me’, una de las canciones Folk más ricas en arreglos e ideas del último lustro, para posteriormente dedicarse a pasear por los aspectos más oscurecidos de su música. También por los más luminosos. Si hay cierta sensación de complejidad, de salto-hacia-adelante en este disco, es porque Walker se ha querido perfeccionar hasta el punto de la suculencia. Con éxito. Golden Sings That Have Been Sung es una exquisitez.
31. Colin Stetson — Sorrow
En medio de la orgía de propuestas que tienen cabida en el excel en el que dirimimos los afortunados a la hora de entrar en nuestra lista con lo mejor del año, uno de los editores que escribe en Hipersónica pero en realidad nunca escribe (hasta ahí podríamos ser casi todos), se trajo una reinterpretación de la 3ª sinfonía de Górecki. Así que dijimos, ¿por qué no? y, además de escucharlo, nos hemos convertido en señores que aman a Colin Stetson (colaborador de Arcade Fire, BADBADNOTGOOD, Tom Waits, Animal Collective, Feist, blablablabla) por cómo ha conseguido ir caminando entre la neoclásica, el post rock en tres temas absolutamente megalíticos. La pregunta sería si la copia mejora al original, para acabar de ponerlo cerca del Top 30, pero… ¿quién coño se ha escuchado la 3ª sinfonía de Górecki para responderla?
30. Paul Jebanasam — Continuum
Hipersónica tiene estas cosas, prog polaco, post-punk de Kiribati y drone de Sri Lanka. El de Jebanasam es un disco tan soberbio que quedarse fuera hubiera significado fustigamiento comunal. Sólo nos presenta tres canciones con una media de más de diez minutos, pero joder, qué canciones. La forma más útil y acertada de hacer avanzar los géneros y crear nuevos ha sido la de cruzarlos, y este álbum incluye en él drone, ambient e incluso glitch. No es en absoluto una propuesta innovadora, pero su forma de ejecutar los tres estilos, de embotellarlos en cada uno de los temas con esa fiereza y esos cambios, ha dado como resultado una cosa bárbara. Un LP que no puedes dejar de escuchar, cuidado con darle mucho volumen. Una pasada que a veces se va tan de madre que no puedes dejar el bucle.
29. Koi Child — Koi Child
Lo de estos australianos tiene mérito se mire por dónde se mire. Un grupo formado por una banda al completo, sección de vientos incluida; con querencia por los pasajes jazzeros y un productor de conocidas tendencias psicodélicas se cuela con estos mimbres entre lo mejor del año en la categoría de hip hop. Sólo un debut redondo repleto de joyas podría haberlo conseguido. Y ese es el caso de perlas como ‘Black Panda’, ‘1–5–9’ o ‘Touch ‘Em’, temas incontestables, elegantes y callejeros a la vez, y que no podrás olvidar desde la primera escucha.
28. Ash Borer — The Irrepassable Gate
Han llegado casi sobre la bocina, pero lo han logrado. Al que cerrase su lista de lo mejor del año antes de diciembre debería estar dándose cabezazos contra la pared ahora mismo, por haber dejado una maravilla como The Irrepassable Gate fuera. La confirmación definitiva de una banda cuyos músicos no paran de brindar esfuerzos monstruosos para el black metal norteamericano y que aquí se elevan a la categoría de esenciales. Ash Borer saben sonar celestiales hasta recubiertos por una mugrienta capa lo-fi y su nivel compositivo es de absoluta locura. Lo complicado era no meterlos en la lista.
27. Danny Brown — Atrocity Exhibition
Atrocity Exhibition empieza vacilante, con una base que recuerda al bluegrass y el MC volando libre y soltando rimas casi al completo margen de lo que sucede a su alrededor. Y Funciona. Danny Brown realiza un continuo juego de espejos y reflejos distorsionados a los que su explosiva y creativa métrica logra disfrazar de una bomba a punto de estallar. Su extraordinario flow termina de hacer de este uno de los discos más estimulantes y divertidos del Hip Hop en 2016. Es más, hay pocos discos que encadenen un tramo de canciones tan espectacular y brillante como el que va desde ‘Ain’t It Funny’ hasta ‘Dance In The Water’. Brown te hace de trilero mientras te mira fijamente a los ojos, te esconde la pelotita a poco que pestañees y logra que te lo pases en grande aunque no hayas acertado donde está. Es el amo.
26. Entropia — Ufonaut
El postulado inicial de Entropia despeja todas las dudas: “en contra de todos aquellos que juzguen imposible la conjunción del Black Metal y la psicodelia”. Su aproximación preñada de lisergia al Metal extremo no está exenta de la habitual crudeza y voracidad compositiva del género, pero se adereza de chorros de Fuzz (están ahí, debajo de todo ese ruido) y de juegos de guitarras que resultan muy brillantes cuando se salen del elementalismo. Entropia consiguen que la fórmula crezca y se acomode en el oído en un disco de considerable longitud. Y lo que es más importante: lo hacen sin repeticiones y desarrollando paisajes amorfos y oníricos, perturbadores en su colorida oscuridad. Todo un acierto.
25. The Blue Rider — Year of the Horse
No puede faltar la cuota reglamentaria garagera/psicodélica de raca-raca en una lista de Hipersónica. Ni siquiera en un año donde Ty Segall ha llegado a decepcionarnos y bandas como Night Beats se han quedado a medio gas. No ha tenido que venir la enésima promesa de California a salvar el panorama, sino que han tenido que llegar desde Denver, Colorado, preparados para contagiarnos su endiablado ritmo lisérgico. Caderas volando por los aires, guitarras incendiadas, reverb y fuzz por doquier. Un buen puñado de canciones divertidas, todo bien agitado, y ya tienes ganada a más de media redacción. Sobra decirlo, The Blue Rider lo consiguen con creces.
24. Case/Lang/Veirs — Case/Lang/Veirs
Melancólico, emotivo, elegante, este Case/Lang/Veirs es uno de esos discos con los que uno se casaría de poder hacerlo a la usanza de los patricios romanos. Más de uno se habrá acercado al álbum única y exclusivamente por la presencia de nuestra amiga Neko K Ase, pero eso es un error de bulto, pues aquí la verdadera estrella es K.D. Lang y su garganta de aspecto rudo pero color embriagador, de impronta cuasivaronil pero con una sensibilidad inalcanzable para miles de artistas que nacen en el Country pero acaban devoradas por la radiofórmula. Aquí no vais a encontrar hits, ni jaranas, ni apuestas de plástico y carmín, Case/Lang/Veirs es un disco auténtico que te habla desde la soledad de la carretera perdida en el bosque, desde el abrigo de la esquina al lado del baño en un bar de mala muerte, es un disco de olor dulce pero regusto amargo, como ese café recién hecho que sabes que te ayudará a hacer más llevadera la mañana. Ha pasado desapercibido, claro, pero en esta casa no somos de alabar lo evidente.
23. Blood Orange — Freetown Sound
“Una parte de mí está fingiendo, fingiendo todo solo por diversión. Una parte de mí está rompiéndose, rompiéndose cuando tú vienes”. A lo que Dev Hynes pregunta: “¿Seguro que quieres esto? No puedo ser el único”. Y claro, a estas alturas es difícil pedirle a Hynes que sea el único, porque hace un tiempo que entró en la liga de los grandes facilitadores de la libido y eso implica que su Freetown Sound se haya convertido en banda sonora de nuevos vástagos (como ya fuese su Cupid Deluxe en 2013). Haynes comparte cama con Hayes, Prince, White o Rick James. Es una cama en forma de corazón, con sábanas de rojo brillante, mucha purpurina y raso en el interior. Es una cama que empieza con el poema de Ashlee Haze para Missy Elliott loando su labor a favor de la mujer y otro concepto de persona y belleza. Es una cama donde te quedas a dormir, te hacen una familia y Haynes te vuelve a preguntar al final: ¿Seguro que quieres esto? Sí, y no finjas.
22. Tim Hecker — Love Streams
Hablar de Tim Hecker es hablar de una de las piezas indispensables del ambient contemporáneo. Llevamos más de diez años disfrutando de sus devaneos drone, ambient y flirteos neoclásicos, siempre intentando ofrecer nuevos moldes sonoros en sus discos. Y este Love Streams no ha sido menos. De la mano de colegas como Jóhan Johansonn y Ben Frost, ha rescatado la música sacra del siglo XV y XVI para darle forma en pleno 2016 con esos recursos que tanto le caracterizan: gran instrumentación, bellos arpegios, momentos ambientales de gran intensidad, arreglos glitch y una gran cantidad de detalles y texturas que apreciar mientras se difuminan en las secciones vocales, esta vez humanas. Un trabajo abrumador digno de un genio, porque qué duda cabe que después de sacar una obra casi maestra como Virgins, volver con un disco de esta entidad está al alcance de pocos; una muestra del talento que Hecker rezuma y de por qué está a la vanguardia de la electrónica internacional. Un disco imprescindible de este curso.
21. Niechęć — Niechęć
Entender el talento de Niechęć posiblemente requiera de más de una escucha superficial, dictamen que impone el ritmo frenético de nuestros días, y llegar, al menos, hasta la recta final, encendida en saxos y sintetizadores, de Rajza. Si el Jazz existe aquí, en su segundo álbum surgido de ideas preconcebidas en la creación del primero, es sólo como mera excusa vehicular: Niechęć están más interesados en la fusión de elementos sonoros que a priori no deberían casar tanto entre sí y en el desarrollo de paisajes que suman elegancia, oscuridad, pulso magnético y espíritu narrativo. Porque hay hilo conductor dentro de la maraña de instrumentalismo en la que se envuelven de forma tan, tan brillante.
20. Mizmor (מזמור) — Yodh
Es complicado vender en esta casa a un grupo de drone doom cuyo nombre, encima, está escrito en hebreo. Pero una vez se abre la puerta para gente que se hace llamar SHXCXCHCXSH, esa puerta ya no se puede volver a cerrar. Más allá de la coña del nombre, Mizmor ha firmado un disco que no sólo sobrepasa cualquier estándar imaginable para un disco de sludge doom, sino que apisona de manera inmisericorde el espíritu de cualquiera que ose adentrarse en sus fauces. Inmenso es poco. Se ha pasado el metal extremo.