La cantidad de música que ha salido de las manos de Bill Callahan, tanto con su nombre como bajo el seudónimo inicial de Smog, es ya abrumadora. En nada, Bill Callahan vuelve con Reality (o, más bien, YTI⅃AƎЯ; se publica el 14 de octubre) y queremos hacer parada y fonda en cada uno de sus lanzamientos para examinar cuánto hay de sorpresa aún y cuánto de perdurable en todos sus discos.
Forgotten Foundation (1992) y anteriores
1/5
Rastrear los primeros pasos de Bill Callahan es un poco meterse en camisa de once varas. Aunque Forgotten Foundation es algo parecido a su primer disco, rateyourmusic contabiliza cinco lanzamientos más previos a este. Tampoco os volváis locos: de alguna manera hay que empezar y el debut de Bill Callahan bajo el sobrenombre de Smog sólo lo podemos ver con cierto cariño ahora que el tiempo ha pasado y sabemos las cotas a las que llegaría, porque si es por él mismo, hay muy poco que reseñar: 22 canciones de lo-fi noventero absolutamente slacker.
Si entras en el universo Smog, volver a estas canciones sí que recompensa, a ratos, porque ya había chispa. Pero si no has entrado o sólo lo has hecho a medias, es mejor seguir alejado de cosas como ‘Barometric Pressure‘ o ‘Guitar Innovator‘, algo así como ideas desechadas del peor disco de Sebadoh.
Eso sí: todo el disco está atravesado por un humor entre lo dulce y lo mordaz. Si él mismo tituló dos de sus canciones como ‘Bad Ideas for Country Songs’… ¿quién vamos a ser nosotros para ponerle pegas?
Julius Caesar (1993)
3/5
Frente a todos los cantautores solos con su acústica, lo que Smog consigue en Julius Caesar es que sea la baja fidelidad su principal herramienta creativa. Como Guided By Voices en la misma época, las canciones son tan relevantes como la manera en la que se graban: pilladas a salto de mata, capturando las ideas locas justo cuando están pasando. Da lo mismo si es una reinterpretación del tema central de la Banda Sonora de Star Wars o un lamento al amor que se casa con otro («voy a estar TAN borracho en tu boda» canta mientras musica ‘Your Wedding‘ como una gran tragedia disfuncional): todo se viste lo-fi porque es única manera de que estas canciones reflejen el estado de ánimo que parecen querer transmitir.
Julius Caesar es una pequeña joya del lo-fi 90s, muchas veces olvidada porque el resto de la carrera de Bill Callahan es mucho más disfrutable de mirar. Claro: leed la letra de ‘Stick in the Mud‘, escuchadla después y veréis que este disco no iba de «disfrutar». Había un montón de melodías y canciones grandes en esta época de Smog; y también la necesidad de que nunca sonaran… a cantautor.
Wild Love (1995)
3/5
‘Bathysphere‘ es ya, nada más empezar el disco, la demostración de que Smog sabe sacar una faceta de sí muchísimo más brillante, y hasta normal, de la que nos había enseñado hasta ahora. Es un canción con madera de hit, y muestra que Wild Love va a contar con colaboraciones tan estelares (y relevantes para las canciones) como la de Jim O’Rourke, Cynthia Dall o el productor Rian Murhpy, que nos deja ver a un Callahan con una letra que se mece entre la melancolía y lo suicida. Es, casi, la canción The Cure de Smog.
Tras semejante golpe de autoridad, ya podías tener pocas dudas de que Bill Callahan tenía un excelente talento como compositor. Pero Wild Love no te va poner tan sencillo el resto del trayecto: la apocalíptica disonancia de ‘Sweet Smog Children’, la destartalada marcha de ‘Emperor’ o ‘The Candle’ y ‘Be Hit’ se comportan como canciones completas cuando en otros discos se mostrarían como pistas finales, canciones sin título, caras ya no B, sino C.
El triunfo de ‘Bathysphere’; ‘It’s Rough’, qué señora canción doliente; ‘Sleepy Joe’, bueno, ok; ‘Prince Alone in The Studio’, la letra del disco; y ‘Goldfish Bowl’… Sería el mejor EP de Smog si hubiese querido eso.
The Doctor Came At Dawn (1996)
4/5
El disco triste de Smog, casi al borde del cortavenismo. No es slowcore, pero casi; no es folk de cámara, pero casi; no te reconforta, ni lo intenta. ‘All Your Women Things‘ (además de impactar directamente en cómo serían algunas de las mejores canciones de Migala) es la recreación musical perfecta del abandono amoroso, donde todas «tus cosas de mujer» han dejado rastro pero lo que no se acaba de ir es lo perfecta que eras y lo gilipollas que fui:
Why couldn’t I have loved you
This tenderly
When you were here
In the flesh
So tenderly
How could I ignore
Your left breast
Your right breast
How could I ignore
Your hardness
Your softness
And your mercy
Tras una excelente portada, Smog descarga un arsenal de auto-reproches, quejas sotto voce, lamentos por lo que perdimos cantados medio en coña porque si los dices totalmente en serio te quieres morir («You could have done better, but oh well») y canciones de alta carga emocional (. The Doctor Came At Dawn posiblemente no ayude a superar nada, y quizás sea inferior musicalmente a lo que está por venir, pero es complejo en lo lírico, profusamente arreglado y profundamente humanista. Y todo sin parecerlo.
Red Apple Falls (1997)
4.5/5
Balón de oxígeno. Seguir por la senda de The Doctor Came At Dawn era precipitarse por el barranco, así que Red Apple Falls comienza como si fuera un disco de Nick Drake: aun siendo una canción en tensión constante, ‘The Morning Paper’ tiene algo de luminoso que el disco anterior negaba, ya incluso desde la propia letra («el periódico de la mañana está al caer pero no va a traer más que malas noticias, así que me doy la vuelta y sigo durmiendo, el sol de la tarde me sabrá tan dulce«) y también en ese arreglo de viento.
Red Apple Falls no es la alegría de la huerta, pero hay mucho más de tristeza reposada que de la violenta sensación de soledad del disco anterior. Las canciones también son más grandes: ‘Blood Red Bird’, ‘Red Apples’,
Hay, también, optimismo: ‘I Was a Stranger’, qué bonito ese acercamiento al country en el que se emparenta con Lambchop. O ‘Ex-Con’ (al menos en la música lo es; la letra ya tal).
Knock Knock (1999)
5/5
Un disco perfecto y un paso absolutamente irreprochable. Donde antes había un artista al que se le iba la mano, o el músico cuyas humoradas también se le pasaban de frenada, o incluso un compositor algo lineal, en Knock Knock todo eso desaparece: desde la mirada viejuna («también los jóvenes pueden ser viejos», que cantaría Joe Crepúsculo) Smog abraza el rock’n’roll para una colección de canciones que, pese a ser estilísticamente dispares, suenan perfectas juntas.
Veamos, por ejemplo, lo que ocurre en la mitad: ‘No Dancing‘ es una canción demasiado ruidosa para Smog, una fanfarria con coros infantiles que suena amenazadora. No es «la típica canción de Bill Callahan». Y es tan curioso como relevante cómo se agrupa, espalda contra espalda, con la dulzura y desnudez de ‘Teenage Spaceship‘, la canción en la que Bill Callahan mejor refleja ese sentir adolescente: ser fuerte, ser imparable, ser frágil también, ser extraños, casi del espacio exterior:
A teenage spaceship
I was a teenage spaceship
Landing at night
I was beautiful with all my lights
Loomed so large on the horizon
So large, people thought my windows
Were stars
So large on the horizon
People thought my windows
Were stars
Hay en Teenage Spaceship tal sentido del espacio, tal buen uso de los silencios y el aire, que se eleva rápidamente como la canción clave del disco. Una, por cierto, llena de esperanza.
Ambas ocurren en la mitad de un disco que bien podría ser el más Velvet Underground de su carrera. Fijaos en cómo suenan ‘Cold Blooded Old Times’ o ‘Hit The Ground Running’, fijaos en que cuadrarían en el Loaded de la Velvet.
De todo nos ha avisado ya ‘Let’s Move To The Country‘, la canción que nos despereza para entrar al disco. Bien podría parecer accesoria en una escucha rápida, pero es importante y sólida para crear atmósfera, casi un mantra en el que conviven las partes agrestes de Knock Knock con el aroma a folk triste. Quizás viniendo de los discos anteriores, ‘Held’, casi kraut, sorprenda más que ahora, cuando la trayectoria de Bill Callahan le ha llevado por tantos meandros que nos haya acostumbrado a cualquier cosa. Pero en 1999, ésta era la manera en la que Smog nos decía que él entendía así el rock alternativo (su atmósfera le delata y le acerca más a Morphine que a cualquier otro grupo).
‘River Guard’, por su parte, es una extraordinaria narración a fuego lentísimo sobre el guardia de prisiones que se lleva a los presos a bañar a un río. Es desarmante, porque por un lado me recuerda la fugacidad pero importancia del momento de ser feliz (When I take the prisoners swimming / They have the time of their lives / I love to watch them floating) y por otro, por más que el mismo protagonista intenta encontrar la felicidad en ser libre, reconoce estar preso, sin que quedé claro de qué. Posiblemente de la vida. Es una canción muy Nick Cave en el tono, en el tema, en el desarrollo, y sin embargo, Bill Callahan la ata al suelo para evitar que la encuentre esa teatralidad tan Cave.
Hay mucho y muy necesario en Knock Knock, un disco al que volver siempre.
Dongs Of Sevotion (2000)
4.5/5
El disco de título disléxico de Smog es también el que continúa el camino marcado por Knock Knock: la idea de romper con la impresión que habían dejado el triplete previo de discos-tristes-a-cámara-muy-lenta. Por eso ‘Justice Aversion’ suena a unos Depeche Mode que se hubieran olvidado de cómo se hace una megaproducción. Por eso ‘Strayed’ tiene toques soul. Por eso ‘The Hard Road’ te la puedes imaginar tocada por la Jon Spencer Blues Explosion. Y por eso por aquí se pasa a saludar hasta el fantasma creativo de Phil Spector, en la final ‘Permanent Smile’.
Dongs of Sevotion es, también, su disco más de «intérprete». En él está claro desde el principio que esto no es folk confesional ni un diario íntimo: caminan pervertidos, maridos que pegan a sus mujeres, despojos humanos sin oficio ni beneficio, priapistas, violadores… Es un paseo por el wild side, que cantaría Lou Reed, pero en la acera de la escoria humana: I can hold a woman / Down on a hardwood floor.
Aquí está también ‘Dress Sexy At My Funeral’, quizás LA LETRA de Bill Callahan: hay que conocer muy bien la naturaleza humana para que algo así, a mitad de camino entre la parodia, la tristeza, el vicio, el deseo y el hastío de vivir, funcione como un reloj.