Bright Eyes, disco a disco
Repaso profundo a las canciones y los discos de Conor Oberst
Hace poco menos de un año, Bright Eyes concluyeron hace nada un parón impropio de un grupo que durante su primera década de vida se caracterizó por no frenar ni un sólo día de su existencia. Con la llegada de su primer disco en nueve años, Down in the Weeds Where the World Once Was, Bright Eyes certificaron que podían regresar sin miedo a romper por completo su legado.
Claro que Bright Eyes, que son un trío como tal desde 2005 pero han dependido siempre de las decisiones de Conor Oberst, necesitaron esa pausa, como el mismo Oberst confesaba en Uncut, para, «aunque suene ridículo, convertirme en un músico adulto del todo y hacer mi propia música». Algo lógico, por otra parte, si vemos que con 13 años Oberst ya empezó a grabar y publicar sus propias canciones.
Con una discografía menos plana de lo que podríamos pensar, y cuando la histeria y el hype hace tiempo que se asentó, hoy aprovechamos para hacer este repaso disco a disco de Bright Eyes.
A Collection of Songs Written and Recorded 1995-1997 (1998)
★★
En este caso, y a pesar de lo que diga el lema de nuestro logo, la maqueta no fue mejor. Conor Oberst se grabó en el cuatro pistas de su padre una colección inacabable de canciones. Él mismo ha contado cómo solía grabar hasta 4 canciones al día. Muy verde aún, muy poco aprovechable.
Letting Off the Happiness (1998)
★★★ y 1/2
La cosa empieza a cambiar y si os habéis quedado con la imagen de unos Bright Eyes folkies y tranquilos, aquí la imagen es muy diferente: crudos y angustiosos como los Titus Andronicus que más nos gustan (qué bonita versión podrían hacer estos electrificando ‘The Difference in the Shades’), introspectivos y apasionados, incoherentes en todo momento (‘Touch’ no pega con nada, pero se recibe como un buen caramelo) weird folk sin darse cuenta (‘June on the West Coast’), noisepop salido de la nada (‘Pull my Hair’, con Oberst como si fuese The Flaming Lips de 5 años atrás)… Sí, Conor Oberst fue un adolescente con el emo subido y mucho talento que ni siquiera le apetecía domar. Muy guay.
Fevers and Mirrors (2000)
★★★ y 1/2
Hay un comentario en RYM del usuario Team Vampire que dice:
«De todos los álbumes que he escuchado en mi adolescencia de emo loco, este es el único que creo que se enfrentaría al de Rites Of Spring en un torneo del ‘álbum emo definitivo’. Si bien musicalmente no necesariamente viene de una dimensión hardcore / punk, la manera de tocar la guitarra es mucho más dura y punzar de lo que podrías pensar si solo hubieras escuchado ‘Lua’ en la radio.
Y aunque exagerado, cuenta perfectamente el tono de ‘Fevers and Mirrors’, un disco que bebe por igual de la desazón y la angustia del emo como de la manera en que Neutral Milk Hotel se acercaron al folk tras haber mamado el indie-rock de finales de los 80 y principios de los 90.
Por más que en muchas revisiones se le coloque por encima del anterior, para mí Fevers and Mirrors funciona tan bien y a ratos se atranca tanto como Letting Off Happiness. La doble canción que abre el disco, en realidad casi una suite de dos partes, muestra bien esas caras (la arrastrada, la eufórica de la bajona). ‘Something Vague’ casi se enfanga en el tremendismo porque Conor masca cada estrofa, luego la escupe y a veces te da en el ojo. Y eso no mola todo el rato. Es el mismo grupo que suena delicado en ‘The Movement of A Hand’ y que en futuras obras parecerá tener el secreto de la sabiduría reposada. Pero esto, colegas, es otra liga.
Lifted or The Story Is in the Soil, Keep Your Ear to the Ground (2002)
★★★ y 1/2
Una hora y 13 minutos, más de la mitad de la canciones yéndose a metrajes largos, una inicial de casi nueve minutos, otra final por encima de los 10… Lifted es muchas cosas, pero no precisamente un disco hecho con mesura. Es un disco de voces angustiadas, de instrumentación histérica, de canciones llenas de errores que no van a ser corregidos jamás porque, de hacerlo, dejarían de ser canciones.
Existen discos polarizantes y Lifted lo es: tan brillante como insoportable, tan capaz de contarte tu vida como pagado de sí mismo hasta la náusea. Es un disco en el que su propio autor reconoce que lo que un día fue real en sus canciones ahora es muchas veces pura performance (‘False Advertising’):
For a song I was bought
Now I lie when I talk
With a careful eye on the cue cards
Onto a stage, I was pushed
With my sorrow well-rehearsed
So give me all your pity and your money, now (All of it)
En ese contexto tan adolescente y, de nuevo, tan emo, Conor Oberst intenta hacer muchas cosas a la vez y le da igual que salgan o no; le da igual todo: romper su propia canción antes del climax como en ‘The Big Picture‘; lanzarse al roots rock en ‘Method Acting’ (la canción en la que las carreras de Nacho Vegas y Conor Oberst se tocan), sonar como R.E.M. (‘You Will. Will You?’); insuflar la lírica de emociones púberes falsamente desesperadas, como un protagonista de canción de The Smiths (“I want a lover I don’t have to love / I want a girl who’s too sad to give a fuck“); imitar la verborrea del Dylan de Blonde on Blonde; apostar por un ritmo marcial y un piano lúgubre para recubrir su época de un ambiente gótico (‘Don’t Know When, But…‘)…
Pero cuando se agota, lo hace del todo: ‘Waste of Paint’ es insufrible. Y, en no pocos tramos, la voz temblorosa de Oberst hace del disco un Tourmalet para el oyente que prefiera lo comedido, lo templado. Lift, con todas sus cosas buenas y el puñado de las malas, también acaba pareciendo el final de un camino cortado, algo que el propio Oberst pareció entender, a juzgar por el siguiente paso de su carrera.