“Fuck You! I’ll break your neck so you can watch your back” El comienzo de Saturation (2017), el debut de Brockhampton y el primer disco de una trilogía sin la que ese año no podemos entender el Hip-Hop, es, casi, una canción de Rage Against The Machine. Sin las guitarras, pero igual de amenazante. Sin las soflamas políticas, pero una hostia en cada verso. Sin muchas concesiones, pero permitiendo que el sonido sea asimilable por un publico mayor. ‘Heat’ se llama, y presenta a Brockhampton, colectivo que es casi hidra: una quincena de cabezas pensando y rapeando a la a vez, “with the precision of a cut from a Zorro knife”.
No, uno no puede manejar 2017 en el Hip-Hop sin los tres Saturation. 48 canciones, y canciones de verdad, sin tiempo para skits. La clave era intentar cuadrar toda la creatividad de tantas voces y Brockhampton lo consiguen: si no has escuchado nada del género (ni de sus inmensos cauces secundarios: el hip-hop es ya un delta de un río, con inabarcables canales distributarios y mareas opuestas mezclándose sin que a simple vista veas bien dónde acaba cada cosa), Saturation te lo resume. Con la idea detrás de que es posible que no sirva para nada: “they say that they want me they forgot about me” (Boys, Saturation I)
Desde su inicio, Brockhampton se definieron como la boyband del hip-hop (“la mejor boyband en general desde One Direction”, dijeron), pero el concepto tenía peligro: podría acabarles pesando más de lo que ellos, quizás, creían. Porque ellos no son NSync, aunque en algunas de sus canciones se vistan poppies, suelten baladones (ojo a ‘Summer’), sobre el escenario se muevan muy cerca de la coreografía y tengan suficiente tirón y variedad como para incitar la pasión de gavilanes adolescentes.
El primer problema es musical. Su manejo de los códigos del hip-hop es demasiado sutil como para no chocar con el concepto boyband, por definición menos arriesgado, más asimilable a las reglas del mercado: no puedes pasar de ‘Fake’ (Saturation I), autotuneada y masiva, a ‘The Light’ (ROADRUNNER, 2021) sin que se te caigan por el camino todos los tópicos. No puedes poner a la vista caramelos radiofórmula para gente sin conocimiento rap como ‘SWIM’ (Saturation I) y después saltar a la sinuosa y un punto amenazante ‘St. Percy’ (Ginger, 2021) o a esa ‘If You Play Right’ de extrañísima, fascinante, adictiva producción carnavalesca.
Más allá, Brockhampton rompen muchas reglas internas de los conflictos del género: Ni sus fans van a cambiar sus gustos tan rápido como Brockhampton cambian de tercio, dejando a la boy band tirada por el camino, ni el grupo va a tener unas fronteras estrechas que acabe por limitarles, con fugas explosivas que rompen el grupo en busca de "aventuras creativas más satisfactorias”.
Y con casi quince cabezas pensantes y presentes, ¿quién es el malote, quién el guapete, qué público va a recordar tantas personalidades a la vez? La narrativa boyband nunca ha sido coral: ha sido de recordar muy bien las individualidades dentro del grupo. Se pueden extraer sencillamente porque luego vas a querer identificarte con la que más se adhiera a tu personalidad (o, si eres el creador de la boyband, vas a querer que luego el público pueda reconocer claramente en una de ellas).
Es decir: ¿Qué spice girl eres? ¿La deportista, la pija, la zorrona, etc…? Es fácil preguntarlo y responderlo.
La estructura de Brockhampton, sin embargo, está cercana a lo que Mijaíl Bajtín estudiaba sobre Dostoievski: una “pluralidad de voces independientes e inconfundibles, auténtica polifonía de voces autónomas”, que sin embargo no representan papeles a los que adherirte, sólo múltiples autorías, visiones del mundo. Su propia diversidad (negros, blancos, gays, heteros, africanos, irlandeses, latinos…) debería hacer más sencillo calzarles un papel… pero no es así: es fácil diferenciarles, no es tan sencillo encasillarles.
¿Y tú? ¿Qué personaje de ‘Los endemoniados’ eres?
Kevin Abstract, que al final fue el principal impulsor del grupo y del concepto cuando lanzó el mensaje buscando miembros en el foro de Kanye West, ya anda huyendo de su propio armazón teórico.
Si no son One Direction, tampoco son Wu-Tang Clan: el clan se unió para un primer disco que fuese el asalto a la industria, al territorio hip-hop, pero a partir de ahí, y con el visto bueno de todos sus miembros, se disgrega en tantos proyectos personales que es muy difícil reconocerles de nuevo como Clan. Era un plan de dominación mundial a cinco años vista elaborado por RZA.
A día de hoy, es imposible no ver los 4 minutos y 12 segundos de maravilla hip-hop y éxito masivo que fue ‘C.R.E.A.M.’ como una maldición: a partir de ahí, Wu-Tang Clan no more, sólo Wu-Tang y cada cual en solitario, la guerra por su cuenta.
En su ‘Música de cámara’, el análisis del 36 Chambers, Will Ashon asegura: “No te puedes dejar llevar por el colectivo en lo que se refiere al hip hop. No es un coro donde la voz de cada individuo está al servicio del conjunto. Y si piensas en el hip-hop como el renacimiento de la cultura de la postesclavitud, en la que los sujetos individuales se veían reducidos a un objeto sin atributos, caes en la cuenta enseguida de que esta puntualización tienen sentido. Parece ser que el individualismo es ciertamente intrínseco al hip hop, de modo que los problemas del individualismo también deberían ser intrínsecos a este”.
Aquí es diferente: los sujetos individuales tienen atributos, pero el individuo está al servicio del conjunto. Brockhampton dieron el estirón inicial de los tres Saturation y, para el cuarto disco, ya tenían sobre la mesa un contrato de 15 millones de dólares con RCA. Un contrato al colectivo, que por mucho que sus miembros tengan asuntos en paralelo (el principal, el fenomenal Arizona Baby, en 2019, de Abstract) no se rompe…
Y si alguien se va (o es expulsado: en 2018 anuncian que echan a Ameer Vann por las acusaciones de abuso sexual), no hay problema: se incorpora una nueva voz autónoma que hace ganar al conjunto. La última de la maldición de las boybands, cómo sustituir a tus miembros, vencida.
Una playlist tentativa:
En Hipersónica no existen los bangers: existen los jitazos, mismo concepto para una crítica musical que sigue hablando mayoritariamente en inglés, porque es donde se mira. En Brockhampton no hay más que jitazos, uno tras otro, hits equilibristas entre distintas ramas del hop-hop, un género al que aman y en el que siguen buceando más y más: si su nuevo disco suena más clásico es porque ellos mismos dejan claro que están continuamente escuchando rap viejo. Quizás el mayor motivo para no dejar de enamorarse de ellos, con tantas propuestas hip-hop masivas que sólo miran a los últimos 5 ó 6 años.
Hemos intentado hacer una playlist introductoria al grupo, cuyo Roadrunner ha ido por méritos propios (y por una producción alucinante, que todo el rato está reinventándose) directo al excel:
Aquí en Spotify.
Aquí en Apple Music.
Bonus Tracks:
¿Sabéis quién es un fenómeno fan en toda regla en China? Ryuichi Sakamoto. Loco, loco el asunto.
The Empty Man, a la que escogimos en el excel del tier de cine y series de marzo, es una película fascinante. Su producción y el maltrato al que se le ha sometido, también. El imperio Disney.
Hablando de Disney, Black Gallego repasó estos días la trayectoria de dos nombres que, a priori, pasan bajo el radar pero son responsables de la dominación mundial Disney que vivimos (y sufrimos): Musker & Clements.
El estado de la industria musical es terrible, y la pandemia ha dejado claro que el emperador estaba desnudo. Con Spotify como señor feudal de los pagos y rey de la payola, cada vez más voces toman partido: Bjorn Ulvaeus, de Abba, el último. “La industria del pop de hoy engaña a los compositores y disuade del riesgo que hizo posible Abba”.
Fijaos si está desnudo el emperador que la filtración al WSJ de que Apple paga un centavo de dólar por stream se ha recibido con alegría. Si ya de por sí, es para llevarse las manos a la cabeza, aún más cuando vemos cómo el propio mensaje de PR es matizable.
Esta semana no llegamos con el repaso a las canciones de la semana, pero volveremos el próximo viernes.
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