El retorcido cuchillo de Scream
Cómo ha evolucionado una de las sagas de terror más originales y especiales
Hoy en día es imposible encontrar una película grande de estudio que no busque la autoconsciencia cómplice con el público. Y en algunas menores pero de vocación mainstream. Casi se hace imperativo tener un giro satírico antes que un enfoque más formal, especialmente en cine de género. Sea una Marvel o algo más modesto, siempre tiene que haber un cierto componente que muestre que se ríe de sí misma -o de las cosas que la inspiran-.
Que esta deriva autoconsciente, a ratos directamente metanarrativa, haya arraigado tanto en el audiovisual mainstream tiene varios responsables. Uno de los más claros probablemente sea la franquicia de Scream, que supuso toda una revolución por muchos frentes. Además de introducir de lleno al gran público en ese lenguaje meta, revolucionó las carreras de los involucrados en crearla y propulso de nuevo al cine de terror para tener un espacio en el cine popular que se le estaba denegando tras la caída en popularidad de otras franquicias y estilos del género (Halloween, Pesadilla en Elm Street, etc).
Dicho esto, puede parecer que sea culpa de Scream que tengamos tantos ejemplos donde la autoconsciencia es un recurso de vagos para aparentar frescura, o de que un enfoque más sencillo, directo y honesto se reciba con cierta burla. O incluso de las spoof movies del tipo Scary Movie y derivados -que más allá de que alguna haga más gracia o menos, se volvieron demasiadas y arruinaron hasta cierto punto el juego para el resto-. Pero no tienen estas cuatro películas la culpa de que la gente haya tomado lecciones equivocadas de ella, porque la jugada que planteaban Wes Craven y el guionista Kevin Williamson siempre mostraba estar tres o cuatro pasos por delante del resto, y sin hacerse los listillos.
Pero empecemos como es debido. Williamson estaba intentando ganarse la vida como guionista en Hollywood, aunque con varias dificultades. Su primer guion, Secuestrando a la Srta. Tingle, fue adquirido pero nunca se empezaba a desarrollar -posteriormente la haría él mismo, además dirigiendo, y se estrenaría en 1999-. Así que decidió hacer un guion más personal y atractivo para él, moviéndose en el género de terror que tanto le gustaba -era además fan de las franquicias ochenteras anteriormente mencionadas- pero con un giro más cómico y otro más retorcido. Su guion, titulado Scary Movie, no sólo describía secuencias de terror violentas propias de los films que admiraba, sino que también creaba un mundo donde dichas películas existían y todos los personajes conocían las normas y clichés de las mismas.
Esa combinación de inteligencia bien medida, cómplice con el espectador que también veía las mismas películas que los protagonistas, y violencia bastante chunga causó cierto revuelo y una guerra de pujas en Hollywood. El entusiasmo llegó a Miramax, que adquirió dicho guion para comenzar a producirlo lo antes posible. Y para ello trataron de llegar a un veterano del género como Wes Craven. Aunque él se mostraba reticente por dos motivos: 1) Quería trascender el género de terror, aunque las oportunidades no le llegaban y fracasos como Un Vampiro suelto en Brooklyn limitaban sus opciones. Y 2) El guion le parecía bastante violento, aunque era innegablemente refrescante.