Sus películas no son precisamente eventos por sí mismos, pero la aparición de Isabelle Huppert en pantalla siempre tiene algo de especial. Cabe decirlo de primeras, es una de las mejores interpretes del mundo, y eso siempre influye, pero también su buen ojo para juntarse con cineastas talentosos la coloca siempre en proyectos interesantes. No busca exclusivamente roles donde pueda lucirse, sino que siempre encuentra buenos colaboradores que le permiten sacar lo mejor de sí misma. Y qué duda cabe, cuando saca lo mejor de sí misma, es todo un espectáculo.
Una oportunidad ideal para repasar su carrera y seleccionar los trabajos imprescindibles que entraran en su particular panteón.
La encajera (1977)
El rol que la puso realmente en el mapa fue en este drama de Claude Goretta, por el que ganó un BAFTA por mejor actriz revelación. Interpretando a una aprendiz de esteticista silenciosa, aquí hace uno de esos papeles de mujeres inconformistas con los roles prefijados que tanto le han caracterizado. Una mujer fuera de tiempo, aunque de una manera distinta a lo que luego desarrollaría.
Prostituta de día, señorita de noche (1978)
Poético y hechizante, misterioso y elusivo hasta el extremo. El personaje de Violette Nozière sería uno de los múltiples que Huppert daría vida para Claude Chabrol, donde equilibra fragilidad y crueldad para mostrar un ambiguo relato sobre esta joven prostituta que envenenó a su padre porque abusaba de ella. Es uno de sus papeles más oscuros, pero lo defiende con maestría.
Loulou (1980)
Explorando las turbulentas y complicadas aguas de la política sexual en Francia a finales de los setenta, Maurice Pialat deja un relato tumultuoso relato de pareja en el que Huppert y Gérard Depardieu muestran una química tan apasionante como compleja. Sólo la escena en la que se va de comida con la familia de Depardieu al campo muestra la inmensa habilidad que tiene para ir cambiando la densidad emocional con muy pocos gestos.