Hay algunos actores que transmiten la sensación de seguridad de que, sea como sea la película, vas a terminar entretenido. Son tan magnéticos y tan fascinantes de ver en pantalla que terminas pasando muchos problemas que, en otro caso, serían muy aparentes. Es difícil decir que Tom Cruise entre en ese grupo, ya que puede ofrecer películas sensacionales o tremendos bodrios.
Sin embargo, va a por todas en cada proyecto, y es una de las presencias más poderosas que uno puede ver en pantalla, además de una de las últimas estrellas de cine de verdad. Desde aquí siempre hemos admirado su esquizofrénica determinación, además de su constante desafío a la muerte haciendo locuras ante la cámara para nuestro mero disfrute, y este artículo se lo debíamos desde hace tiempo. Así que aquí lo hacemos, ahora que ha vuelto a jugarse la vida para darnos Top Gun: Maverick.
El color del dinero (1986)
El Cruise jovencito ya destacó con Risky Business y después encadenó trabajos pequeños en películas de Ridley Scott y Francis Ford Coppola. Ya estaba apuntando altísimo. Lo mejor de todo este periodo es su rol co-protagonista en la secuela-legado de El buscavidas, donde se posiciona como sucesor de un Paul Newman excelso. Se nota mucho que la cámara de Martin Scorsese está enamorada de sus actores y de cómo se mueven alrededor de la mesa de billar.
Top Gun (1986)
Cómo no. La película que le convirtió del todo en TOM-FUCKING-CRUISE. La arrogancia juvenil casa bastante bien con su momento vital, donde estaba empezando a comerse el mundo, y vende la intensidad homoerótica que desprende este clásico de Tony Scott.
Algunos hombres buenos (1992)
La memoria colectiva ha sido absorbida por la escena del interrogatorio a Jack Nicholson, pero Cruise también está en esa escena, y también está muy bien. Y antes de todo eso, logra una versión más refinada del joven prodigioso presuntuoso de Top Gun, que termina su viaje en búsqueda de algo de verdad y dignidad, de creer que el proceso todavía sirve para algo. Esto último, por supuesto, es puro Aaron Sorkin, pero Cruise logra encapsularlo muy bien en ese final mirando la sala del juzgado como quien ha terminado una guerra.
Saga Misión Imposible (1996-2018)
Al hablar de la actuación, especialmente en el cine de acción, tendemos a infravalorar los aspectos más físicos de la misma: la postura, el movimiento corporal, la demostración del esfuerzo. Cruise logra hacer una masterclass en este aspecto durante toda la franquicia de Misión Imposible, arriesgando su vida en secuencias de acción cada vez más disparatadas e increíbles que realiza sin presencia de dobles. Se nota su energía, se nota su determinación y se nota ese complejo de mesías que le lleva a jugarse la existencia una y otra vez para ganar. Ya luego están lo alucinantes que son todas las películas -la de John Woo quizá menos, pero el tercer acto está a la altura del resto-.
Jerry Maguire (1996)
Quizá pocos vehículos han demostrado bastante todo lo que puede conseguir Cruise como actor que esta comedia romántica que nunca falla tras 25 años de su estreno. Tom carga a sus espaldas buena parte de la película, defendiendo el guion de Cameron Crowe con cada fibra de su ser. Aunque queda espacio para que el resto de actores brillen también, el show es suyo. Nunca ha combinado tan bien su característica intensidad con una tierna vulnerabilidad.
Eyes Wide Shut (1999)
Aquí la reacción puede variar. O da la impresión que está demasiado perdido o de que justo ahí está la gracia. Stanley Kubrick estuvo durante largo tiempo gestando esta esotérica y monumental película con Cruise y su, por entonces, esposa Nicole Kidman. Ese matrimonio no sobrevivió a la película, y hasta cierto punto se puede ver dicha película como una radiografía de cómo se rompe un matrimonio, lo cuál hace más divertidas estas fotos de ambos viendo la peli en Venecia: