Si hasta llegó el día para los guionistas de Lost, que se hacían de oro temporada tras temporada, imaginad para nosotros. Hoy hemos decidido cerrar El tamaño sí importa, la sección que nos ha acompañado en las últimas 101 semanas. Aquella que desmiente el bulo absolutamente inmerecido de que Hipersónica crea secciones condenadas de antemano a no ser completadas.
Para ello nos hemos vestido de gala en la oficina, e incluso hemos conseguido que se suban al carro gente que escribía en Hipersónica en su día, pero luego ya no, pero que a veces sí aunque no mucho. No, no hemos conseguido rescatar a Javimetal ni así, y continuamos sin tener muy claro el paradero actual de Poliptoton.
Os recordamos que El tamaño ha ido recopilando canciones que nos parecen maravillas alucinantes y que tenían como elemento común que su duración era mayor a los seis minutos. Al final de este post os dejamos todas las recopiladas en una playlist, cuya escucha os recomendamos encarecidamente si tenéis dos o tres días libres.
Procedamos, pues, al sepelio:
Autechre — Flutter
En 1994 el Parlamento del Reino Unido modificó el Criminal Justice and Public Order Act 1994 para introducir varios cambios. Entre ellos, el de la persecución de las raves, dando el poder a la policía para que reprimieran aquellas fiestas de más de 20 personas con música muy alta, caracterizadas además por la ‘emisión de patrones repetitivos’, dando lugar a este conocido episodio de la música electrónica. No sólo fueron los ravers quienes protestaron contra estas medidas. En 1994, Autechre estaban en un momento crucial. Junto a otros cuantos visionarios, estaban desarrollando lo que hoy conocemos como IDM, y ellos particularmente se encontraban en un momento compositivo espectacular. Es la época de sus primeros e indispensables discos, pero también epés. De hecho, ese año publicaron Anti EP(Warp, 1994) en solidaridad con el movimiento raver.
Incluía tres temas, pero básicamente dos de ellos eran la excusa para acompañar a ‘Flutter’, una de las mejores composiciones electrónicas de las últimas décadas — y de mis canciones favoritas, en general, ya que estamos — y una de las piezas más inspiradas del dúo de Rochdale. Una suerte de canción protesta que rompía los moldes para cómo había sido entendida siempre. Era la propia música y no la lírica la encargada de ser esa herramienta reivindicativa, y no necesitaba más. Aunque el propio EP incluía una nota en el que se veía el tono burlesco con el que Autechre denunciaban esta ley:
Warning. Lost and Djarum contain repetitive beats. We advise you not to play these tracks if the Criminal Justice Bill becomes law. Flutter has been programmed in such a way that no bars contain identical beats and can therefore be played under the proposed new law. However, we advice DJs to have a lawyer and a musicologist present at all times to confirm the non-repetitive nature of the music in the event of police harassment.
‘Flutter’ es una precisa pieza de diez minutos construida sobre 65 patrones diferentes de percusión en los que los beats se contorsionan y van evolucionando, cada vez dibujando nuevas y bellas estructuras sonoras. Simplemente fluyen. E irónicamente, también suena repetitivo. Sin embargo, su elaboración y su tempo — aquí la versión a 33 rpm — es algo tan perfecto que no importa que se genere esa sensación, su cadencia y la majestuosidad de los sonidos utilizados hacen que sea imposible cansarse de ella. Una preciosa y sutil crítica a esa absurdez de perseguir la música electrónica, algo que no sólo pasó en aquellos tiempos. Aún hoy hay cancelaciones de djs en festivales pueblerinos — porque la actitud de sus ayuntamientos merece el peyorativo — e incluso de gente como Kraftwerk, como se ha visto recientemente en Argentina. En resumidas cuentas, en tiempos de estulticia, otro capítulo indispensable de los Autechre más inspirados, reivindicativos e inteligentes. Gloria. (Ferraia)
Bootsy Collins — F-Encounter
Lo hacía el maestro, estirando sus historias y gemidos a más de 12 minutos. Y sus sucesores cogieron buena nota . No obstante, todos ellos participaron en esas orgías instrumentales amasando el breakbeat que cambiaría la cultura de la música, y la de baile, pasando por el Hip Hop, donde aún en 2713 seguirán sonando entre samples sin pagar un duro, a no ser que el holograma de Paul McCartney siga queriendo dinero para peinarse los píxeles.
Fred Wesley, Maceo Parker, Bootsy Collins… por citar solo unos pocos de esa gran familia llamada The JB’s que luego se hermanaría con la de George Clinton en Funkadelic/Parliament. Todos ellos amantes del tamaño, el propio y el musical. Lo que comenzó a principios de los 70 Bootsy Collins lo estiró hasta mediados de los 80, con su debut en Ultra Wave (Warner Bros., 1980) donde volvían a encontrarse grandes hermanos de ambas casas.
‘F — Encounter’ era uno de esos grandes himnos de perdición en ese debut. Un tema que se iba a los 7:36 minutos en un momento donde el Disco no se decidía por qué camino tirar y mientras arrasaba con todo. Collins seguía a su aire, su bacanal era marciana, tórrida y hasta sirvió como segundo single. Los creadores de la moda de entonces seguían jugando sin corsés y subiéndose a sus caballitos de juguete. En estos siete minutos hay una tesis resumida de años de experimentos, años de buena vida.
Slowdive — ‘Blue Skied an’ Clear’
Slowdive, esos que conocieron el éxito y el olvido en apenas unos pocos años. La ebullición del Shoegaze les pasó factura y en 1994, la prensa especializada se había encaprichado ya del grunge. Pygmalion, su tercer disco, fue su acercamiento al post-rock, pero también los acercó a su propio final como banda. En 1995, una semana después del lanzamiento del álbum, Creation los despidió, había que hacer hueco para otras bandas, el Britpop venía pisando fuerte. Pero a pesar de su corta existencia, hoy, pasados los años y las modas, Slowdive se alzan con un sonido propio que ha influenciado a cientos de bandas.
Apostaron por guitarras infinitas desde su brutal debut, Just for a Day, moldearon el incipiente dream pop en su segundo álbum, Souvlaki, y en Pygmalion se dejaron llevar más que nunca por un sonido experimental y electrónico, con arreglos atmosféricos y poco densos. Siempre sonando tan elegantes, tan delicados, tan difíciles de alcanzar.
En ese bucle infinito de calma en el que se convierte Pygmalion, ‘Blue Skied an’ Clear’ se vuelve el lugar perfecto en el que matar de hambre a la melancolía. Repetitivo, envolvente, con una fina percusión marcando los pasos y unos coros que parecen alcanzar la estratosfera, una voz canta eso de you say life and it sounds so good y entonces parece que todo puede ir siempre bien, donde sea que estés. Y es que a más de 3000 kilómetros de distancia de lo conocido, sí, estoy muy lejos de casa y aun así, solo puedo sentir que está pasando lo de siempre, pero como nunca. Entonces me invade una sensación de calma y enervación a partes iguales a la que necesito ponerle sonido. Slowdive me ayuda en eso. Porque Pygmalion es de principio a fin el mejor ejemplo de la fuerza de la delicadeza. Life, it sounds so good.
Muse — ‘Citizen Erased’
Siendo esta la última entrega de El Tamaño, toca ir despidiéndose a lo grande. Y de hacer cosas a lo grande saben un rato Muse. Megalómanos como ellos solos -sobra a estas alturas ponerse a explicar su trayectoria-, Origin of Symmetry (Warner, 2001) sigue erigiéndose a día de hoy como su obra más expansiva, más completa y, por supuesto, más brillante. No nos lo han puesto fácil con su trayectoria más reciente (si podemos extender lo de reciente hasta 2009 más o menos) para ponernos a reivindicar su obra, pero qué narices, tenían cosas cojonudas y nunca está de más decirlo.
Y de entre los muchos aciertos de esta obra, para mí siempre ha sobresalido una ‘Citizen Erased’ que, a día de hoy, sigue siendo una de las favoritas del grupo y una de las más solicitadas para sus directos. No cuesta demasiado entender el porqué desde su encendido riff de guitarra dispuesto a reventar cabezas, continuado con acierto con un combo instrumental/vocal que deja tramos compositivos realmente memorables.
La tormenta eléctrica se torna imparable, arrasadora. Muse dieron de lleno con un estilo personal e identificable, lo que unido a su nivel de inspiración fue como dar en el clavo. Su estribillo, lleno de fuerza y épica, es un chute vigorizante y estruendoso ante el que no existe defensa posible. Los tramos finales son de más melancolía, propios de la calma tras la tempestad, con Matthew Bellamy y su piano conduciendo hasta lo que terminan siendo los compases iniciales de ‘Micro Cuts’. Una bestialidad. Que nadie os diga lo contrario.
Radiohead — ‘Paranoid Android’
Porque de toda la vida se sabe que, para el final, para el final de todo, uno se guarda un as en la manga. Y da un poco igual que sea un as tan obvio como este. Uno quiere escuchar las canciones que tiene en mente antes de llegar al concierto de uno de sus mitos, y si se deja algún hit sin tocar, lo vive poco menos que como una ofensa.
Jugar a descubrir a estas alturas el OK Computer (Parlophone, 1997) de Radiohead es una estupidez. Intentar decir algo que no se haya comentado ya de millones de formas ya, una quimera. Y, con todo, con lo recurrente que pueda parecer, conviene seguir teniéndolo en mente cuando uno habla casi de cualquier cosa en la vida. Y, si concretamente nuestro tema de conversación va por canciones que duren más de seis minutos, si una de las primeras que se te viene a la cabeza es aquella enormidad de ‘Paranoid Android’, probablemente tus problemas de memoria deban ser revisados por un especialista.
Por entonces Radiohead se habían convertido ya en una de las bandas más famosas del mundo. Está más o menos aceptado por todo el mundo que en aquellos momentos la banda vivía su época más dorada, y que más que meros discos, los de Oxford se dedicaban a construir catedrales que necesariamente pasarían a la historia. En medio de toda aquella locura de inspiración, llegaba una de las canciones que siempre se asociarán a la banda, la que ocupó el puesto de single principal del disco principal de Radiohead. Cuando los singles eran algo importante todavía. Una canción de las que marcan generacionalmente. Compuesta de cuatro fantásticas secciones para cerrar esta, la más vetusta de las nuestras.
El tamaño importa, claro que sí. ‘Communist Daughter’, de Neutral Milk Hotel; ‘Welcome to the Working Week’, de Elvis Costello; ‘Ack Ack Ack’, de Minutemen; ‘Fat’, de Violent Femmes; ‘White Riot’, de The Clash; ‘Titus Andronicus Forever’, de ELLOS; ‘Particle Man’, de They Might Be Giants; ‘5-Piece Chicken Dinner, de Beastie Boys; ‘Biotech is Godzilla’, de Sepultura’; ‘Please, Please, Please Let Me Get What I Want’, de Smiths; ‘Lukin’, de Pearl Jam; ‘Why Hip-Hop Sucks in ’96′, de DJ Shadow; ‘Spray Paint’, de Black Flag; ‘Straight Edge’, de Minor Threat; ‘Run Chicken Run’ de Link Wary; ‘Touched’, de My Bloody Valentine; ‘New Year’, de The Breeders; ‘Three Girl Rhumba’, de Wire; ‘Bit Part’, de Lemonheads; ‘Live at the Witch Trials’, de The Fall; ‘Tick’, de Yeah Yeah Yeahs; ‘Distance Equals Rate Times’, de Pixies; ‘License to Confuse’, de Sebadoh; y un montón de canciones mas, entre ellas lo mejor de la discografía de Guided By Voices.
Matemos esta sección ya.