Multifacética y particularmente brillante en casi todas las áreas que ha pisado, Elaine May ha dado una de las carreras cinematográficas más interesantes y dignas de reivindicación, especialmente por haber sido especialmente truncada por los estudios. Se reproduce con ella lo que pasó con otras cineastas: los grandes estudios aceptaban conductas a directores masculinos que, cuando las reproducían sus homólogas femeninas, eran inmediatamente frenadas, signos de ser "difícil".
May, que nunca hizo nada por demostrar algo a alguien, siempre ha actuado y creado arte que ella consideraba apropiado hacer, arte que pudiese denominar propio, incluso aunque se lo quisieran quitar de las manos. Su trabajo con Mike Nichols haciendo el influyente dúo cómico de Nichols & May ya sería suficiente para considerar su carrera un éxito creativo y artístico, un trabajo de relevancia para su medio, pero sus pasos por el terreno cinematográfico, sea desde la escritura de guion o desde la dirección, han dejado obras particulares y dignas de loas por desafiantes y también por influyentes.
Corazón verde (1971)
Por desgracia, su debut como directora fue trastocado por un cambio en la dirección de Paramount Pictures, que redujo dramáticamente su montaje de 180 minutos con subtramas más oscuras y turbias a unos atractivos 102 minutos más centrados en una comedia "romántica" muy negra pero también perturbadoramente bonita.
Cuesta imaginar una versión de tres horas de esta película, especialmente por la sensación de que, tal como está, se aprecia muy poco mutilada y muy equilibrada a la hora de conjugar la parte más oscura de su idea con una comedia alocada pero también muy atinada y con algunos puntos desternillantes, además de aterrizar al final con un desenlace conmovedor pero que no resulta convencional o redentor.
Aun sabiendo que no es la que ella tenía en la cabeza, es una película deliciosamente compleja y estimulante.
Más como esta: Extraña amistad (1971) y El rompecorazones (1972).
Mikey y Nicky (1976)
Tras dirigir dos inusuales comedias románticas, la tercera película de May, la primera no basada en otra obra o con guion de otro, es un inusual drama criminal. Inusual hasta el extremo de que la parte criminal es sólo circunstancial, lo importante es la relación entre estos personajes.
May expone más que nunca, gracias a ello, su habilidad para escribir y explorar la naturaleza complicada de la masculinidad y las intrincadas relaciones entre hombres. Es un poco inevitable pensar en ciertas similitudes entre los dramas de uno de sus protagonistas, John Cassavetes, aunque un humor negro también se cuela por las grietas de una película tan magistral como dura de ver.
Más como esta: Rojos (1981).
Ishtar (1987)
Tras el fracaso comercial de su anterior película (Mickey y Nicky) y tener que irse, a la fuerza, a un retiro de la dirección, May volvió a situarse detrás de las cámaras para esta buddy movie, pensada como vehículo para Warren Beatty y Dustin Hoffman. Ishtar ha trascendido más por ser su mayor fracaso comercial (hasta cierto punto buscado) y por convertirse en su su última película en la dirección que por los valores de la obra.
Es totalmente injustificado, especialmente cuando ves esos primeros 20 minutos que son toda una película aparte, una divertidísima comedia con dos señores que lo dejan todo para ser los nuevos Simon y Garfunkel sin darse cuenta de que no tienen talento.
A partir de ahí May va lanzando varias pelotas al aire, metiendo la conflictiva política en el Norte de África, la intervención de los Estados Unidos en esa geopolítica y cómo los dos personajes principales intentando sobrevivir en una comedia de enredos. La película saca mucho provecho de incontrolable ímpetu de creatividad que tienen Beatty y Hoffman, además del irrefrenable y divertido carisma de sus actores, y May controla todo a la perfección para que no se pierda empatía por ellos y su relación.
Una fabulosa oda a los mediocres que te vale para una sesión doble con A propósito de Llewyn Davis de los Coen.
Más como esta: El cielo puede esperar (1978) y Tootsie (1982).
Una jaula de grillos (1996)
No se podía hacer este repaso sin hacer mención a su trabajo junto a Mike Nichols, su mayor colaborador y para quien realizó dos guiones en los noventa. Destaca esta adaptación de la obra de teatro de Jean Poiret, quizá muy envejecida en su retrato de las relaciones homosexuales pero que muestra bastante empatía hacia sus personajes, además de un humor impecable en ritmo.
También se atreve con un acercamiento a la esfera política más mordaz del realizado en su posterior colaboración, la muy publicitada ‘Primary Colors’, cuyo argumento era más explícitamente político pero hincaba menos el diente.
Más como esta: Primary Colors (1998) y American Masters: Mike Nichols (2016).