Fleet Foxes se han tomado su carrera con calma. Su discografía va a fuego lento, cuatro discos desde que el grupo de Seattle se formara en Seattle en 2006 y comenzará a construir canciones entre el indie-folk, el folk-rock más tradicional y la música celestial. Desde ese primer album homónimo a Shore, pasando por Helplessness Blues y Crack-Up, su recorrido no ha sido precisamente prolífico.
Pero a la banda, el instrumento creativo de Robin Pecknold (voz, guitarra), le han bastado esos cuatro discos largos para conquistar nuestro corazón con canciones que siempre parecen demasiado frágiles y, a la vez, siempre parece que estén a punto de trabajarse demasiado. Repasamos hoy la discografía de Fleet Foxes.
Sun Giant EP
4/5 Tier: Excel
Eran los tiempos de Myspace y las pocas canciones que Fleet Foxes fueron colgando por allí fueron más que suficientes para crear un runrún que haría que SubPop les fichase, para encajar en el lado más folkie del sello, el mismo donde también habían sacado discos gente como Beachwood Sparks.
Sun Giant EP quería ser modesto desde sus mismos créditos. El grupo escribió «todos tocamos varios instrumentos. Hacer una lista pormenorizada de cuáles toca cada cuál sería egocéntrico y cansino». Pero Fleet Foxes eran Robin Pecknold (voz, guitarra), Skyler Skjelset (guitarra, mandolina, coros), Casey Wescott (teclados, mandolina, coros voz), Christian Wargo (bajo, guitarra, coros) y Nicholas Peterson (batería, percusiones, coros). Les producía Phil Ek, el mismo productor a cargo de algunos de los mejores discos de Built to Spill (There’s Nothing Wrong With Love, Perfect From Now On), del Chutes Too Narrow o el Wincing The Night Away de The Shins y más nombres reconocidos del indie-rock USA. Se quedaría con ellos, en todos los pasos, hasta el último disco.
La irrupción de Fleet Foxes llegó de la mano de un EP que, en muchos aspecto, el grupo ha sido incapaz de superar después. Su maestría vocal ya estaba aquí. También el optimismo de sus canciones más soleadas, como esa ‘Mykonos‘ gloriosa que, en realidad, y anticipando algo que Fleet Foxes harían mucho en todos sus discos, son dos canciones en una.
Ya la titular nos mostraba un grupo empeñado en ser intrincado, enamorado de las voces que se engarzan unas con otras (hay mucho de los Beach Boys de los 70 en ellos) y que lo mismo eran capaz de perfeccionar la táctica estribillo eléctrico/estrofa calmada (‘Drops in the River’) que de acercarse un poco a esa vena más impresionista y experimental que contemporáneos como Grizzly Bear iban a frecuentar (‘English House’).
‘Innocent Son’, baladón con acústica y voz poderosa (con cierto deje a esa atmósfera tristona pero rara de los tiempos más calmados de Radiohead), cerraba los 18 minutos de un EP imprescindible que se lo ponía muy difícil al disco de debut.
Fleet Foxes (2008)
3.5/5 Tier: SÍ
Pocas cosas definen tan bien el debut de Fleet Foxes como que escogieran un detalle de una pintura de Pieter Bruegel de 1559 para su portada. Es, a primera vista, preciosa, bucólica, relajada, pero luego en él, como los mil detalles de los miniaturistas flamencos, está la vida real, ya no tan bonita y mucho más caótica, en ella.
Eso ocurre continuamente en el primer disco largo de Fleet Foxes, uno que tiene otra candidata clara a mejor canción del grupo (‘White Wynter Hymnal’, prendada del Brian Wilson de ‘Cabinessence’) y que, rápidamente, desde las primeras escuchas, tiene marchamo de clásico. Lo entendió así también una crítica volcada en él, especialmente en un Reino Unido en el que además llegó a estar en segunda posición en las listas de ventas.
Juega en su contra, frente a su EP, su mayor duración y también un recorrido menos sorprendente: las canciones guardan menos requiebros y todo el disco se abona al indie folk-rock. Además del ya mencionado himno invernal, es otra cumbre del grupo ‘Tiger Mountain Peasant Song’, más cercana a Simon & Garfunkel y muy interesante por demostrar que cuanto más simples, mejores pueden ser. Se olvidarán de ellos en el siguiente disco, por desgracia para todos.
El debut homónimo de Fleet Foxes perfecciona el término pastoral en canciones de las que es difícil cansarse (‘Ragged Wood‘, ‘Quiet Houses‘), enseña a un grupo que cuando se echa al piano suena como si estuvieran ensayando para grabar el Smile de Brian Wilson y que, en alguna ocasión, llega a irse a las orillas de Crosby, Stills, Nash & Young.
El casi perfecto desempeño vocal (qué bien Pecknold en el estribillo de ‘He Doesn’t Know Why’, quizás el momento más épico de toda su carrera) redondea un disco que, sí, tiene bajones, pero hace estupendamente la labor de que no se los tengas muy en cuenta.
Helplessness Blues (2011)
2.5/5 Tier: MEH
El paso del tiempo no le ha sentado bien a Helplessness Blues. Robin Pecknold ha contado en numerosas ocasiones lo mucho que se obsesionó con cómo debería sonar su grupo. Y este es el retrato perfecto de cuando ocurre algo así y sale regular.
En teoría, éste es el disco que expande las ideas del debut hacia nuevos lugares, algo que por sí mismo ya parecía suficiente en su lanzamiento. De hecho, Helplessness Blues fue bien tratado, mejor que su debut, por la mayoría de los medios, incluidos nosotros mismos, en una crítica en la que le poníamos por delante.
Pero no, no lo estaba.