Jitazos inmortales S03E08: 'Funeralopolis', de Electric Wizard
Del punto de partida a volar libres y sin motor
No hay mucho espacio para la sorpresa cuando eliges llamar a tu banda en base a dos canciones de Black Sabbath ('Electric Funeral' y 'The Wizard'). Británicos, metaleros y de nombre sabbathiano, ya estaría todo dicho. Pero no es sólo con lo que tomas de partida y asumes como influencia principal, sino a dónde eres capaz de llevarlo. Y no cabe duda de que Electric Wizard supieron volar a partir de un punto de partida muy claro.
Jus Oborn empezó en 1988 su andadura, nombrando inicialmente al proyecto Lord of Putrefaction (y hasta llegar al nombre definitivo tuvo un par de nombres más, Thy Grief Eternal y simplemente Eternal). En aquel momento estaba en pleno apogeo una ola de bandas que expandieron la pesadez y densidad de los Sabbath, explorando una dirección más monolítica e inmensa en cuanto a distorsión. Los Candlemass, Saint Vitus o Pentagram habían dado forma a lo que hoy se conoce como Traditional Doom Metal, y a ese carro quería sumarse Osborn. Hasta que vio otra ola emergente con la que parecía conectar más.
Tras el debut homónimo, ya como Electric Wizard y como banda propiamente dicha, Osborn observó una creciente ola del sonido stoner, también deudora de la esencia Sabbath, que tomaba referencias punk pero también muy psicodélicas. Con la llegada de Come My Fanatics… se inició el cambio que incluiría tanto el doom tradicional como el stoner y también el sludge, formando las bases definitivas del sonido de Electric Wizard. Un sonido que cobró forma total en la obra maestra del grupo: Dopethrone.
Dopethrone es uno de esos discos que notas que son una obra magna casi desde el principio. Sí, principalmente en cuanto empieza a sonar 'Funeralopolis', segundo corte del álbum, donde el grupo se muestra desatado y pletórico. La consumación definitiva del "metal fumao". Osborn declaró que el proceso de creación del disco involucraba quedarse acampando en el estudio, consumir todas las drogas posibles por la mañana y, a partir de ahí, ponerse a tocar e improvisar.
De ahí que los ocho minutos y medio de 'Funeralopolis' no sigan una línea concreta, no están sujetos a una construcción meticulosa, incluso aunque la lentitud en la que ocasiones progresan hagan pensar en una paulatina transición. La canción empieza expansiva, con riffs tan fuertes y pesados que parecen tener su propia fuerza gravitacional, pasa a un estado más afilado en cuanto entran las voces, y a mitad de pieza pega un giro más punk donde directamente te arrollan continuamente, sin descanso.
Son dos caras, pero una misma moneda. Una moneda de gran valor, que consumó décadas de evolución de sonido pesado y distorsionado. Todo empezó en Black Sabbath, pero para noviembre del año 2000 había evolucionado a otra cosa. Una máquina de destrucción masiva con más hierba en su organismo que una plantación entera.
(Jitazos inmortales es una serie sin final con las mejores canciones de la Historia según Hipersónica. Tiene su playlist.)