Tier list 29 de noviembre: Weyes Blood, Black Country, New Road, Vraell, Doon Kanda, La Bien Querida, Los Punsetes, Enric Montefusco, Brockhampton y más
Los discos de la semana, ordenados en cómodo ranking para que no tengas que pensar
Hi, personicas:
Nueva semana, nueva tier.
Dos nuevos afortunados a la suscripción anual a Tidal HiFi Plus. Hoy se llevan el premio Paúl y thepianodrop. Entre los dos demuestran la variedad de perfiles de quienes nos seguís: el primero ha votado como mejor disco del año a Black Country New Road en lo internacional y a Mundos Inmóviles de Nacho Vegas en lo nacional (un saludo a Paúl por creer que Tanxugueiras se merecen el top 2, ni nuestro Chou se atreve a algo así); el segundo, al It's Almost Dry de Pusha T y a la unión de Rocío Márquez y Bronquio.
¡Felicidades, hoy mismo nos ponemos en contacto con vosotros! (El resto recordad que aún podéis participar y votar los mejores discos)
Y como estamos que lo tiramos, hoy regalamos un mes premium gratis a Hipersónica al que adivine qué grupo es éste cuya descripción aparece en el excel de lo mejor del año que ya estamos votando:
Podéis dejar los comentarios aquí o en el discordcito de Hipersonica.
Ahora sí, vamos con la tier:
Directos al excel
Weyes Blood - And in the Darkness, Hearts Aglow
Es natural sentir un terrible aburrimiento ante la idea de un nuevo disco de Weyes Blood. ¿Qué más podría contarnos ya Natalie Mering si todo lo que su universo sonoro podía narrar ya había quedado encapsulado en Titanic Rising, un disco henchido de tanta grandeza? Solo el aroma a la decepción, a las expectativas no cumplidas, a la constatación de que Mering, como tantas otras, tampoco es capaz de producir dos trabajos consecutivos soberbios.
Pues bien. Tenemos cosas que decir.
La primera: 'And in the Darkness, Hearts Aglow' es un disco continuista. En el mejor sentido de la palabra. Weyes Blood recurre a los mismos trucos compositivos de entonces (especialmente palpables en 'Children of the Empire', con un estribillo que podría haber encajado como un guante en 'Everyday') y sale airosa. Su éxito se cimenta sobre una fórmula a priori condenada al fracaso: canciones cada vez más ampulosas, prolongadas más allá de los seis minutos, arrimadas al pop psicodélico de los sesenta y arregladas no tanto con sintetizadores y teclados como con guitarras acústicas y cuerdas. A ratos, como en 'Gravepine', uno tiene la sensación de que Arthur Lee va a asomarse al final de cada estrofa.
La segunda: Mering es ahora más corazón que nunca. Esto es evidente ya desde la portada y el título del disco (ese fuego incandescente que le brota del pecho), pero también desde la columna que vertebra todas sus canciones: la pasión. Una pasión que en sus trabajos anteriores, incluso en Titanic Rising, siempre pareció condicionada a los arabescos estéticos y ambientales a los que Weyes Blood eligió someterse. Aquí tiene vía libre para correr y expandirse a su antojo, como en 'Hearts Aglow', una canción que abriga con la calidez de los mejores Beach House (cuyo sonido, por cierto, mimetiza hasta el paroxismo en 'Twin Flame').
Todas estas ideas quedan acaso resumidas en la última gran canción del disco, 'The Worst is Done': "It's been a long, strange year, everyone's sad they lost what they thought they had". Weyes Blood surca siempre un oleaje revirado, en absoluto sencillo, y en ocasiones aterriza en lugares inquietantes y en estómagos revueltos. Pero en ocasiones, en fin, lo peor siempre pasa, y el oleaje conduce a playas más amables. Algo que Cate Le Bon siempre se ha figurado pero jamás ha atinado a componer en un disco tan redondo como este. La ambivalencia luz-oscuridad de Mering rompe aquí definitivamente en luminosidad (con claroscuros) y pone el pabellón tan, tan alto que muy pocas solistas de su generación pueden siquiera imaginarlo. (mohorte)