Probablemente esperéis una argumentación muy concienzuda y elaborada para que este sea el tema de conversación para hoy. Hacen falta quizá muchos motivos intelectuales para querer traer de nuevo a este terreno sagrado (?) algo de nu-metal, un género que en el mejor de los casos es el "trifle de Rachel en Friends" de la música ("El metal pesado me gusta. El hip hop me gusta"), y en el peor tiene una serie de ramificaciones realmente perniciosas, cultural y éticamente, que deberían ser enterradas en el oscuro rincón de la memoria.
Harán falta aún más razonamientos bien planteados para que la elección sea Linkin Park, un grupo que alcanzó una de las mayores cimas de difusión para el nu-metal y para las guarradas dosmileras en general. Incluso aunque su carrera no haya sido tan de mención pasado el Meteora, su disco de mayor pegada y mezcla más agresiva de sus sensibilidades de rap, electrónica y metal que condensaron como pocos lo que 2002 era como sonido. También como estética, con el chándal como uniforme y como animal espiritual. Y probablemente debería haberse quedado ahí, atrapado en ámbar para no resurgir.