Hace ahora algo más de 60 años se estaba gestando algo muy gordo en la escena de la “canción ligera” española. Un hombre llamado Luis Sartorius abandona un grupo llamado Los Estudiantes y decide pasarse al otro lado, a la producción musical. Pronto acaba trabajando para la discográfica Zafiro, que está desarrollando un nuevo sello precisamente pensado para lanzar a artistas noveles (de ahí su nombre, Novola, se supone que un juego de palabras con “nueva ola”). Allí, en un momento en el que todas las miradas del mundo se dirigían hacia Liverpool, ve claro cuál debe ser su proyecto estrella: hay que crear a los Beatles españoles. Hay que crear a Los Brincos.
No tarda en ponerse en contacto con uno de sus antiguos compañeros en Los Estudiantes, el batería Fernando Arbex, que pronto acabaría revelándose como la pieza fundamental del grupo (y, de hecho, una de las personalidades esenciales de la música española). De otra banda, Los Pekenikes, reclutan a Juan Pardo y Antonio Morales, “Junior”, y rematan la formación con el bajista Manuel González.
Con la alineación completada, hay que pensar en la ambiciosa empresa de adaptar la fórmula de The Beatles (diferentes voces, armonías vocales, una estudiada combinación de juventud, pose y arrogancia) con un toque “de aquí” que va desde los arreglos musicales hasta la propia vestimenta: los miembros del grupo aparecen siempre con capa española y pantalones con cascabeles. Algo así como unos tunos ye-yes. El producto estaba listo para venderse, pero su creador no llega a verlo en las estanterías: Luis Sartorius muere en 1964, antes de que Los Brincos publiquen siquiera su primer single.
Todas las pretensiones cumplidas
Ese single fue ‘Flamenco’, hit pluscuamperfecto que resume a la perfección, y en sólo dos minutos, todas esas pretensiones. Rock’n’roll en castellano, con toques flamencos y una chulería casi macarra (impagables esos gritos de fondo, “tacatá” incluido) y todo ello con una base revolucionaria: la autosuficiencia. Los Brincos hicieron lo que nadie más hacía en España en aquel momento: tocar ellos mismos sus instrumentos en las grabaciones (prescindiendo de músicos de estudio) y componer sus propias canciones (la mayoría obra de Arbex, pero firmadas por todos). No serían el primer grupo en hacerlo (en música nadie es nunca el primero en nada), pero sí serían el primer gran grupo en hacerlo.
Por esa época aparece también la esencial figura de Mariní Canejo, directora artística de Zafiro (sí, una mujer, en aquella España) que vendría a convertirse en su George Martin particular y se encargaría incluso de pasar las composiciones a partituras musicales, única forma de que un grupo de chavales sin formación musical pudiesen registrar legalmente sus canciones.
‘Flamenco’ aparecería luego en su primer álbum, Los Brincos (1964), un prodigioso disco acompañado de un lanzamiento promocional sin precedentes hasta entonces, que sigue asombrando hoy en día con su manera de conjugar merseybeat, rock’n’roll y rythm and blues. Con un tracklist cantado a medias entre inglés y español, el ramalazo Lennon-McCartney se dispara en cortes como ‘I’m Not Bad’ o ‘What’s the Matter With You’, pero también hay hueco para baladas más deudoras de la canción española como ‘Es como un sueño’, bastante espeluznante en su parte vocal pero con una producción de lo más interesante.