Los 51 mejores discos internacionales de 2019
Los mejores discos del año 2019, ordenados en cómodo ranking para que no tengas que pensar
Hora de cerrar el año. Podríamos dar una parrafada intensa sobre cómo ha sido 2019, pero la verdad es que ya no nos acordamos de nada. Sólo sabemos que os esperamos por aquí otro año más.
Spoiler para vuestra tranquilidad: nuestra lista de mejores discos de 2019 no la encabeza ningún japonés.
51. King Gizzard and the Lizard Wizard – Infest the Rats’ Nest
El enésimo giro de guión en esa sitcom que es “El sonido de King Gizzard and the Lizard Wizard”. Esta temporada ha tocado el thrash metal. Los australianos suelen tener mucha astucia cuando se acercan al metal, ya que nunca se les queda como un movimiento impostado o artificial. Aquí, logran un disco demoledor, como corresponde al género, y divertido, como les corresponde a ellos. Y bravo por ellos por hacer el tema ecologista más burro y ocurrente con el que contrarrestar el ecologismo cuqui (There is no Planet B!).
50. Billie Eilish – When We All Fall Asleep, Where Do We Go?
Lo de esta chica tiene mucho mérito, os pongáis como os pongáis. Que su debut en largo pueda conciliar a adolescentes en plena fase de auto descubrimiento cultural y a señores ya lo suficientemente mayores como para haber superado la cínica barrera del “cualquier tiempo pasado fue mejor” es algo solo a la altura de muy pocos. Pop oscuro, vibrante, atrevido, que tan pronto te cuela unos efectos ASMR como samples de The Office porque sí, y que merece más atención de la que su fama podría dar a entender.
49. Fury – Failed Entertainment
Hay más grupos llamados Fury de los que estamos dispuestos a asumir, pero Failed Entertainment eleva a los Fury californianos muy por encima del resto con un brote epiléptico de hardcore punk como no ha habido otro similar este año. Una recuperación de lo que ocurría en el estilo a finales de los 80 que revienta los altavoces y es sólo (nada más ni nada menos) lo que necesitas.
48. Slaughter Beach, Dog – Safe and Also No Fear
En un momento de la línea temporal de este universo, los amantes de los Pixies decidieron desenchufarse y lanzarse al folk. Y desde las acústicas y la bajona (One day you’ll be good. You won’t know why it scared you. You’ll act just like you should. You’ll fix that awful hairdo… Anyday now”) se han ido construyendo pequeñas joyas de la intimidad pop y de la confesión con gancho. Ni cantautores ni todo lo contrario, ni emos ni todo lo contrario, ni pop ni todo lo contrario. En el mismo lugar en el que nacen las canciones de The Mountain Goats lo hacen también las de Slaughter Beach, Dog, que sirven además de asilo contra el ruido y la furia y de refugio si el resto del mundo te resulta tan indiferente como tú a él.
47. Somn – The All-Devouring
Se puede y se debe abominar de cualquier proyecto auto-adscrito a las repetitivas y casi siempre fraudulentas propuestas del “Blackgaze”, aquel movimiento tan propio de la década que nos deja y que sólo encontró puntos de verdadera inspiración en momentos muy ocasionales. Nada de ello es óbice para reconocer aquí lo evidente: Somn han logrado redondear un género que, por más que suene caduco y gastado, sigue disparando las emociones cuando se interpreta con maestría y a revoluciones tan disparadas. Es su caso. Nada hay que reprochar en The All-Devouring y sí muchísimo que disfrutar. Especialmente en ese “Awe” que, por momentos, parece devorar todo cuanto le rodea.
46. Placid Angels – First Blue Sky
Al fin John Beltran ha rescatado un proyecto que llevaba en letargo 22 años. Dentro de su inequívoca y reconocible intención de innovar y experimentar siempre con cantidad de sonidos, buscando aristas y mezclas poco comunes, Placid Angels asume su potencial con un notable regreso en este First Blue Sky. Un reverso de breakbeat, ambient y drum ‘n’ bass que quita el hipo por su belleza. Sin más. Es un álbum que tiene su principal sustento en un drum ‘b’ bass atmosférico. Partiendo de ahí, puede tirar de breaks, de D’n’B más canónica o de secciones vocales femeninos que dan la puntilla a una melodía cuidada y preciosista ante la que queda poco más que claudicar. Si el grado de inspiración hubiera sido unas décimas mayor, hablaríamos de un disco excelente. Eso sí, hay pasajes que son realmente sublimes.
45. Obsequiae – The Palms of Sorrowed Kings
Cuando Obsequiae lanzaron en 2015 Aria of Vernal Tombs lo hicieron, en muchos sentidos, a contracorriente. En plena efervescencia extrema del Black Metal, ellos apelaban a las variantes más melódicas y accesibles de mediados de los noventa. También las más desechables, por indigestas, por romas. Cuatro años después aquella propuesta repleta de referencias medievales y secciones de arpa ha tornado en un producto sólido y disfrutable, en un artefacto tan apto para paladares acostumbrados a la vanguardia como a terrenos tradicionalmente ajenos al Metal Extremo. The Palms of Sorrowed Kings recoge las muchas virtudes de su antecesor y lo eleva un peldaño por encima, en un resultado sensacional.
44. Have a Nice Life – Sea of Worry
Imposible igualar la altura de Deathconcioussnees, Have a Nice Life llegan con su habitual parsimonia al tercer disco y entregan una obra sobre lo jodido que es darte cuenta de que has sido padre y ahora tienes vidas en tus manos. Sobre responsabilidades deseadas que, sin embargo, nunca se te explican bien del todo. No hay muerte, aún, como por desgracia sí encontramos en el disco de Idles del año pasado, sino la constatación de que estar jodido, emocionalmente demasiado expuesto y satisfecho son cosas que pueden llegar a la vez. ‘Science Beat’ (con su bajo saltarín y su rabia implosionando) o ‘Trespassers W’, ‘Lords of Tresserhorn’ y la eclesial ‘Destinos’, 13 minutos de algo parecido a post-goth-rock, redondean otro disco imprescindible. El tercero de un grupo al que es imposible no amar.
43. Shed – Oderbruch
Aunque el alemán no ha conseguido llegar a su máximo nivel, qué duda cabe de que Oderbruch muestra por qué Shed es uno de los bisturís más interesantes del techno teutón. El suyo ha sido un proyecto que siempre ha buscado explorar varias de sus vertientes, desde el ambient techno hasta el dub y los breaks, pasando por los graves a bocajarro. Si bien aquí no hay tanto músculo, hay una buena dosis de matices, detalles y breaks que resultan luminosos, inspiradores y que inyectan en sus capas un aire de esplendor fantástico.
42. Nkisi – 7 Directions
Uno de los trabajos más tempraneros del curso y aún de los más enigmáticos una vez finalizado este. La productora congoleña conjuga un inusual techno de ambientes con el Coupé-Décalé. Una incontestable combinación de música popular de su tierra con un género a veces tan encorsetado y manoseado que da como resultado un trabajo con mucha fuerza, en el que encontrar las diferentes percusiones como el elemento diferenciador que marca las distancias con otros discos de género este año. Corto, vigoroso y empoderador.
41. clipping. – There Existed an Addiction to Blood
Al hip hop le faltaba su propio disco que encapsulara el caos y han tenido que ser otros los que cogieran la labor que parecía destinada a Death Grips, más ocupados en perderse en sí mismos y bordear peligrosamente la autoparodia. clipping. por fin dan el salto para ser algo más que una ocurrencia, que aquí había grupo capaz de conjugar las bases más siniestras con el nervio más puro. Alguien capaz de contar algo más allá del ruido. Aquí logran su mejor disco, uno que mantiene su esencia distorsionada pero que aquí se conduce al disco más lleno de ideas y atrevimiento que ha dado el género este año.
40. Weyes Blood – Titanic Rising
Hay discos sólo explicables desde el talento, el talento puro capaz de aglutinar un pastiche de referencias ochenteras, de producción de tintes AOR, de solipsismo etéreo, de tremendismo narrativo. En manos de cualquier otra compositora menos dotada, Titanic Rising podría haber sido un fracaso descomunal. Y sin embargo no lo es. Porque Weyes Blood logra que todo funcione, que cada pieza tenga la dosis adecuada de onirismo experimental y raigambre pop; que a cada devaneo abstracto le suceda un contrapunto preñado de realidad, tan real como “Everyday”, la bandera de todos los que una vez se enamoraron de todo y de nada al mismo tiempo, en un estado de alteración sensorial diario para el que no hay explicación o necesidad, pura dopamina emocional.
Jamás caben peros al talento. De ningún tipo. Y Natalie Merling es ahora mismo un dechado de talento.
39. Sharon Van Etten – Remind Me Tomorrow
No, no hay disco menor de Sharon Van Etten a día de hoy. Remind Me Tomorrow es, sí, un recorrido mucho menos lineal por todo lo que Van Etten hace a las mil maravillas: que si el folk íntimo, que si el pop de dormitorio, que si la épica de cámara o, incluso, la canción perfecta de banda sonora de película de John Landis. Y aunque, supuestamente, esa perspectiva más alocada debería abrir fisuras, lo que deja es el disco más divertido de Sharon Van Etten, su montaña rusa particular.
38. Titus Andronicus – An Obelisk
Tras dividirnos con A Productive Cough, Titus Andronicus sabían perfectamente que volver a su base era la opción más inteligente, incluso para unos aparentes cazurros como ellos. Así que An Obelisk es ‘Local Business 2′, un acercamiento directo y con punch a las principales señas de identidad de Titus: el rock tabernero, la épica punk, la desazón mental y lírica y los coros beodos que siempre querrás gritar. Con Patrick en modo sublime en las letras, y la banda atacando las canciones para que siempre haya razón para volver a ellas, An Obelisk es el disco que crece y crece… si es que aún hay quien quiera escucharlo.
37. Abyssal – A Beacon in the Husk
La mente de Gregg Cowell está acostumbrada a darse paseos por los infiernos (probablemente disfrute viendo Cats), y de sus experiencias compone piezas para danzar en los pasillos del Hades. Todo lo que vuelca en su proyecto Abyssal marca una perfecta comunión entre extremos: entre lo barroco y lo bárbaro, entre las corrientes clásicas y las modernas, entre lo caótico y lo sublime. Su carrera cristaliza aquí, en un disco que lo consolida como alumno avanzado de gente como Portal y muestra más callo compositivo que gente con más bombo, como Blood Incantation.
36. Institute – Readjusting the Locks
Tres discos como tres soles después, Institute se han posado sobre la cima de su talento. Readjusting the Locks es un recopilatorio de todo lo que ha importado y siempre importará en los ásperos terrenos más-allá-del-rock. ¿El proto-hardcore de Bad Brains? A raudales. ¿La aspereza tétrica de unos jovencitos Joy Division? En cada rincón del disco. ¿El sentido de la inmediatez de The Adverts? Al minutaje me remito. ¿La suciedad de los Cramps? Sí. Siempre sí. Piensa en tu grupos punk/post-punk/hardcore favorito y lo encontrarás aquí. Un disco que se proyecta a través de décadas de conocimiento acumulado. Progresión en la más precisa definición del término.
35. Max Richter & Loren Balfe – Ad Astra
En una película tan BONITA, persuasiva y de matices como Ad Astra, Richter tenía difícil tirar de su manual de estilo conocido. Así que decide ir a saltos entre todos sus oleajes, y crea un disco fantástico. Incómoda dentro del relato, incomodísima fuera de él, la BSO de Ad Astra es potente en lo emocional, brillante en lo sugestivo, bella en ‘To the stars’, tensa y minimalista en ‘Cosmic Drone Gateway’, ruidista en ‘Encounter’, rítmica en ‘Let There Be Light’ y directamente fabulosa en ‘You Have To Let Me Go’.
34. Ezra Furman – Twelve Nudes
¿Podemos confiar siempre en Ezra Furman? Teniendo en cuenta cómo llega a su quinto disco (octavo si contamos lo de Ezra & The Harpoons), parece claro que sí. Extático, sus canciones son espamos pop, subidones garageros, transmisiones beodas y sucias de su subidón (y su bajón, que ‘Evening Prayer’ lo tiene todo a la vez). Doce desnudos, 27 minutos, rabia y azúcar. “What can you do but Rock ‘n’ Roll”, titula. Y, claro, es la putísima verdad: ¿qué otra cosa podrías hacer?
33. Mylingar – Döda Själar
Continuación directa de uno de los discos que más suena a tumba de 2018, así que mejor no acercarse si eres de oídos demasiado sensibles. Lejos de ser una frivolidad, las elecciones sonoras y de producción de los suecos son un elemento más en su enorme capacidad para introducirte en sus propios submundos, plagados de desolación y tinieblas. Su capacidad para hacerte sentir incómodo mientras los escuchas sólo se equipara a su maestría entrelazando vertientes del metal extremo y tramos compositivos.
32. Wilderun – Veil of Imagination
El tercer disco de los gringos Wilderun es uno de esos desafíos que va dando recompensas en base a la insistencia, conforme se va escarbando en ese Folk Metal que visita tanto a Ensiferum como a Devin Townsend en sus virajes hasta el prog o a Old Man’s Child en sus momentos de máxima zapatilla.
Para que toda esta macedonia sonora tenga empaque, los de Boston han recurrido al legado de Opeth, proponiendo que ahora que los suecos se han ido para Kansas los gringos deben mirar hacia Estocolmo. Y claro, si hablamos de la capital sueca no podemos olvidarnos de Dan Swano, quien aparte de producir el álbum provoca que lo dispuesto tenga cierto aroma a Edge of Sanity, banda que siempre deberíamos reivindicar.
31. Big Thief – U.F.O.F.
En el año de los discos de Big Thief, en Hipersónica tenemos clarísimo que somos de UFOF. Nada detiene aquí a Big Thief, donde la voz (y la lírica) de Adrianne Lenker sigue siendo el asidero al que amarrarse cuando parece que el grupo va a perderse en la bruma. UFOF tiene una cantidad abrumadora de cumbres: el brutal inicio de ‘Contact‘, la encantadora ‘UFOF‘ («To my U.F.O. friend, goodbye, goodbye»), la perfecta, y weirdfolkie, ‘Orange‘, las reconstruidas ‘From‘ y ‘Terminal Paradise‘, ya conocidas en el disco en solitario de Lenker; incluso ‘Open Desert‘, casi a lo Galaxie 500, casi a la vez a lo Beach House, gana en segundas y terceras miradas. Todo es posible aquí.