Mercury Rev, disco a disco
Una vez hubo un grupo maravilloso al que su talento se le subió a la cabeza.
Hi, personicas,
Animados por la reciente publicación de su último disco, nos hemos adentrado de vuelta en la pantanosa carrera de Mercury Rev. No sabemos si es reivindicación o directamente conducir en dirección contraria, y ni siquiera puede verse como un gesto de reivindicación porque, como veremos, hay demasiado que desbrozar para poder llegar al final.
Pero al final hay unos discos que pueden servir de faro aún hoy, y que deberían hacerlo si se quiere capturar una forma de entender la música y la psicodelia. Así que hagamos el recorrido en forma de Tier, pero si alguien quiere leer esto en forma cronológica, también puede.
Discos que No
The Secret Migration (2005)
El primer síntoma claro del horror del que ya no iban a escapar. La empanada completa de Jonathan Donahue saliendo a la luz, la psicodelia (ese arma de doble filo) preñada de nostalgia dulce hasta reventar del todo, embarazada en realidad de un alien que abre en canal la barriga de Mercury Rev y los deja allí tendidos, sobre la mesa, para ponerse él mismo a suplantarles y convertirles en la NADA ABSOLUTA, el vacío de la belleza.
No hay que negarles que no esconden nada: en apenas un minuto de los 4 que tiene 'Secret for a Song' ya Mercury Rev han dejado claro todos los defectos que van a hundir The Secret Migration hacia el MEH, una posición de la que tardarán años en salir. La engoladísima producción de un Dave Fridmann al que nadie le pone freno, la voz infantiloide y las letras aún más tontunas de Jonathan Donahue, esos pianitos insoportables, de rockero adulto, la "perfección" de todo, la psicodelia domada hasta convertirla en su propia parodia (como en los peores momentos de otro que tal, Tame Impala).
Cuando a veces se pone optimista, como en 'In The Wilderness', es absolutamente insufrible. Cuando quiere coger a Phil Spector, lo único que añade al plagio del muro de sonido es un azúcar basto, de bollería industrial.
Si tolareste esto, tuviste la culpa de que sus hijos fueran los siguientes en buscarte y purgarte el cerebro. Porque El Mal siempre es especialmente chungo cuando parece que está bien.
Snowflake Midnight (2008)
The Secret Migration te podría hacer creer que la culpa de todo el resbalón post1999 era de Dave Fridmann, de dejarle demasiado espacio. O de Carlos Anthony Molina, que se había incorporado entonces como miembro oficial al grupo en un llamativo rol de bajista y teclado. Pero Snowflake Midnight repartía culpas de manera más equitativa y realistas.
El séptimo disco del grupo dejaba claro lo que algunos nos temíamos: que si existían los Flaming Lips, grupo que casi nunca fallaba (y nunca del todo) en sus saltos estilísticos y en su inquietud artística, Mercury Rev habían venido a este mundo a crear equilibrio: ellos ya serían los que fallarían casi siempre, y en ocasiones concretas de la manera más estrepitosa posible, cuando sintiesen la necesidad de ser otra banda.
Snowflake Midnight es el disco en el que se enamoraron de la electrónica manejando ideas prog. Es decir, su Yoshimi. Pero es un horror casi al completo, del que sólo puedo salvar, y cuando estoy de buen humor, ‘Butterfly’s Wing’. Jonathan Donahue, empeñado en crear paisajes sonoros de texturas digitales, se choca una y otra vez con la misma pared: la de la psicodelia cocinada con tan poca gracia que lo que debería ser excitante te pone triste, y lo que debería enganchar, en realidad te hace desear que fueran ellos los que siguieran enganchados a lo que fuera que tomasen cuando hicieron sus discos iniciales.
Strange Attractor (2008)
¿Puede haber algo peor que un disco como Snowflake Midnight, la etapa prog-pop de Mercury Rev? Oh, claro que sí: los muy cabrones sacaron un acompañante, Strange Attractor, el mismo día en que salía el otro, pero de regalo en la web, porque el 1 de octubre de 2007 Radiohead lanzaron aquello de Pay What You Want y el mundo se volvió majara, y todo el mundo podía ya lanzar cualquier cosa en digital sin tener que pedir perdón. Ni siquiera perdón por contener 11 canciones de rock ambiental electrónico con acabado final de intensa CHAPA.
Bobby Gentry’s The Delta Sweete Revisited (2019)
Cuando salió Deserter’s Songs, Jota (Los Planetas) les decía en una entrevista a la gente de RDL que no entendía por qué habían encumbrado a aquel disco si (parafraseo de memoria) estaba todo mal y suponía el fin de los Mercury Rev excitantes. Eso, que en su momento me pareció una boutade guapa de un tipo acostumbrado a dejarlas por doquier, adquirió con el paso del tiempo tintes premonitorios. Y sin querer convertir a Jota en nuestro oráculo, al menos habrá que convenir que un poco clarividente, a veces, también puede ser.
Desde entonces, a cada disco de Mercury Rev que fallaba le sucedía otro que llegaba con la promesa de ser diferente, y a la vez recuperar el espíritu creativo de Deserter’s Songs. Si esperabais que Bobbie Gentry’s The Delta Sweete Revisited os reconciliase con ellos, quizás porque sois fans del blues (allá vosotros); quizás porque esperabais que con canciones de otros aún hubiese espacio para el optimismo (¯_(ツ)_/¯); quizás porque aún tenéis esperanzas de que algún día Jonathan Donahue y Grasshopper vuelvan a tener su chispa inicial (bienvenidos a la cúpula del trueno)... si esperabais eso, digo, abandonad toda esperanza los que aquí entráis: arreglos alt-country de baratillo, una supuesta superproducción sonora que aburre una y otra vez y el mayor desperdicio de voces femeninas increíbles desde dios sabe cuándo.
Un disco que era, es y será pura TURRA, cuando quería ser homenaje.