Mozo dominguero #1: Chico Buarque - Construçao
En el Brasil de 1971, un trabajador decidió cometer el mayor crimen imaginable contra la clase media: morirse un sábado.
Dice el refranero español que "mozo dominguero no quiere lunes". En Hipersónica, "Mozo dominguero" es una sección dominical presuntamente periódica donde
se para en discos concretos que le flipan sin más hilo conductor que sus ganas de que nunca sea lunes de nuevo.Autor: Chico Buarque
Título: Construçao
Año: 1971
Género: MPB
País: Brasil
Discográfica: Philips
Corría el año 1971 y Brasil, como todas las naciones latinoamericanas por aquel entonces, vivía tiempos convulsos. Siete años antes, un golpe de estado ejecutado por las facciones más reaccionarias del ejército había depuesto a João Goulart de la presidencia del país. El mandato de Goulart, líder del histórico Partido de los Trabajadores, había estado marcado por una serie de reformas de corte progresista incómodas para las clases más conservadoras y pudientes del país. En un contexto de disputas sociales, altísima polarización e intervencionismo estadounidense, la democracia brasileña se hundió ante la Escuela de las Américas.
Francisco Buarque de Hollanda, conocido familiar y popularmente como Chico Buarque, no había contemplado impasible estos acontecimientos. Para entonces su voz gozaba de un amplio reconocimiento popular entre los oyentes y televidentes brasileños. Buarque había copado los platós televisivos gracias a su tino melódico, su suavísima voz y su innegable buen gusto reinterpretando algunos géneros populares, como la bossanova o la samba. En 1968, Buarque, imbuido por la misma responsabilidad socio-política que se adueñó de toda una generación global de cantautores, decidió escribir una canción protesta: 'Roda Viva'.
La indiscreción no pasó desapercibida para la junta militar. Buarque fue apresado y, tras pasar una temporada en prisión, invitado amablemente a abandonar el país. Podemos y debemos empatizar con el trauma del desarraigo, pero su particular exilio, como el que sufriría muy poco después Caetano Veloso, le sirvió a la historia de la música para alumbrar una de sus grandes obras maestras: Construçao. En ocasiones, a los grandes traumas siempre les suceden enormes hallazgos.
Entender el impacto de Construçao obliga a entender primero quién era Chico Buarque por aquel entonces. Su música, si bien subversiva para la dictadura, no abundaba en la exuberancia experimental de Veloso, Os Mutantes y el resto de grupos y solistas adscritos al etéreo Tropicalismo. Anclado en géneros y formas de composición y ejecución más bien tradicionales, Buarque había gozado de un éxito popular insoslayable y de una mirada recelosa por parte de músicos más vanguardistas, quienes le observaban sin mayor entusiasmo.
La discografía de Buarque, no obstante, acumulaba por entonces suficientes elementos de innovación —de especial valía es su Volumen 3— como para alumbrar una obra tan compleja en lo lírico y en lo compositivo como Construçao. En lo estrictamente musical, el disco transforma géneros tendentes al hedonismo en intricados laberintos cíclicos —'Cotidiano'— o exploraciones intimistas —'Cordao'—. Como si la amarga experiencia del exilio y la dictadura hubiera aguado la estereotipada alegría de las manifestaciones del pueblo brasileño, Construçao atraviesa de melancolía y duda a la samba y a la bossanova.
Sin embargo, no es el aspecto formal el que le asegura un pequeño rincón en la histórica de la música popular. Es el lírico. Buarque, un autor inquieto en lo político, recurrió a metáforas, figuras y subtextos para esquivar la censura militar. El ejemplo más poderoso de su habilidad como escritor lo encontramos en la primera canción del disco, 'Deus Lhe Pague', una suerte de "gracias por nada" en la que Buarque disfraza de amable elogio furibundas críticas hacia la dictadura. Cada estrofa sube el tono: de atributos banales en la vida cotidiana…
Por esse pão pra comer, por esse chão pra dormir
A certidão pra nascer e a concessão pra sorrir
Por me deixar respirar, por me deixar existir
Deus lhe pague
A obvias miserias:
Por mais um dia, agonia, pra suportar e assistir
Pelo rangido dos dentes, pela cidade a zunir
E pelo grito demente que nos ajuda a fugir
Deus lhe pague
Que Dios os lo pague, hijos de puta, cantaba Buarque, una composición en absoluto sutil que sin embargo escapó a la terca literalidad de la dictadura, forma de gobierno antimetafórica por definición. Sus versos sobre el Brasil de 1971 no sólo apuntaban hacia el gobierno, sino también hacia la sociedad que lo sustentaba. En 'Cotidiano' —la canción más elegante que jamás haya escrito— o 'Samba de Orly', su pluma no versa tanto sobre la opresión política como sobre los usos y costumbres de una sociedad alienada y alienante donde la rutina, la falta de expectativas y la ausencia de colectividad marcaban el devenir. Aislado, estancado e infeliz. Ese era el Brasil que legaba el golpe de Estado de 1964.
En este sentido, la canción que vertebra al disco en su totalidad es 'Construçao', la narración de la mundana rutina de un obrero de la construcción. Considerada habitualmente como "la mejor" canción jamás publicada en Brasil, signifique esto lo que signifique, 'Construçao' rota cíclicamente en torno a catorce versos idénticos donde sólo cambia la última palabra de cada frase. La primera estrofa es realista:
Amou daquela vez como se fosse a última
Beijou sua mulher como se fosse a última
E cada filho seu como se fosse o único
E atravessou a rua com seu passo tímido
Subiu a construção como se fosse máquina
Ergueu no patamar quatro paredes sólidas
Tijolo com tijolo num desenho mágico
Seus olhos embotados de cimento e lágrima
Y es gris y es dura y es marxista, en tanto que es materialista. ¿Pero qué sucede cuando los días se amontonan repetitivamente y vacían de contenido existencial y significado una vida? Que lo realista transmuta en surrealista. Que la rutina asfixia y entremezcla recuerdos, ensoñaciones, evasiones y experiencias. Así, los hijos pasan de "únicos" a "pródigos" y su caminar transmuta de "tímido" a "borracho".
Amou daquela vez como se fosse o último
Beijou sua mulher como se fosse a única
E cada filho seu como se fosse o pródigo
E atravessou a rua com seu passo bêbado
Subiu na construção como se fosse sólido
Ergueu no patamar quatro paredes mágicas
Tijolo com tijolo num desenho lógico
Seus olhos embotados de cimento e tráfego
Las tres estrofas narran la misma cadena de acontecimientos: el obrero se levanta, besa a su mujer e hijos, asciende a la construcción, bebe y come, tropieza, cae, se estrella contra el suelo, muere y entorpece la circulación. Su tragedia, su existencia, se convierte en una molestia para los brasileños de clase media cuya comodidad y proyecto vital se sostiene sobre la vida —y la muerte— de millones de trabajadores anónimos. Atolondrado y desubicado, la tercera estrofa se adentra en terrenos oníricos y psicodélicos ("Amou daquela vez como se fosse máquina, beijou sua mulher como se fosse lógico, ergueu no patamar quatro paredes flácidas") antes de enfilar su fatídico final.
Y es aquí donde Buarque firma, quizá, el verso más brillante de su carrera. Las tres estrofas finalizan con la misma frase: "Morreu na contramão atrapalhando o" ("Murió en dirección contraria bloqueando el…"). La primera lo remata de forma lógica y realista: "el tráfico". La segunda se preña de tintes políticos: "al público". Y la tercera ataca al corazón de todas nuestras comodidades y convenciones sociales, de todas las pirámides burguesas y opresivas que sostenían al Brasil dictatorial: "El sábado". No hay pecado mayor para un pobre. Morir un sábado, ¡interrumpir un sábado!
E se acabou no chão feito um pacote bêbado
Morreu na contramão atrapalhando o sábado
Construçao enviaba un mensaje nítido que sigue vigente a día de hoy: Brasil se sostiene sobre una mayoría ignorada y anonimizada cuyo rol y función se subordina a los intereses y a las comodidades de las clases acomodadas y dirigentes. Quien desee cambiar ese orden político y social ya sabe a qué atenerse. Cincuenta años después, los versos de Buarque son más pertinentes que nunca, en tanto que, en Brasil, la nostalgia por la dictadura no se disfraza tras memes, ranitas irónicas y veladas batallas culturales contra el feminismo. En Brasil está organizada y movilizada, es violenta, no tiene complejos y no tiene necesidad alguna de difuminar su mensaje antidemocrático y fascista.
Los hechos del 8 de enero son un mero aviso. El mensaje de Construçao no es extemporáneo. 1971 no está tan lejos.