Mozo dominguero #16: The Kinks - Lola Versus Powerman and the Moneygoround, Part One
A la fama y al éxito se puede llegar por muchos caminos, casi ninguno digno o íntegro. Sin quererlo, Ray Davies encontró uno de los pocos que sí lo eran
Autor: The Kinks
Título: Lola Versus Powerman and the Moneygoround (Part One)
Año: 1970
Género: Pop rock
País: Reino Unido
Discográfica: Pye
¿Cuál es el precio a pagar por la fama? La pregunta se ha cernido como una espada de Damocles sobre generaciones y generaciones de compositores. No hay disciplina artística tan obsesionada con las ideas de "integridad" y "éxito" como la música popular. Influye en ello su propia génesis: arramblada a los márgenes de la sociedad educada y erudita, la música contemporánea brotó de barriadas y poblachos donde al aporrear una guitarra no se presentaban credenciales intelectuales. Se expresaba alma, simple y llanamente.
Extremos y heterodoxos, los primeros géneros pop que brotaron del subsuelo causaron una conmoción pública. No hace falta remontarse a las primeras estrellas del rock and roll negro —cuya existencia suponía una amenaza intolerable para la clase media blanca estadounidense—: basta acudir a Elvis. En Elvis, Baz Luhrmann resume estas y otras ideas de forma excesiva y brillante. Nuestro joven protagonista, criado entre negros, fue interpretado como un agitador subversivo durante sus primeros compases. Su carrera estuvo dominada por la dicotomía "integridad vs. éxito", cayendo siempre del lado del éxito, para su personal desgracia.
Otra película, The Boat That Rocked, cuenta una historia similar desde el otro lado del Atlántico. Cuando los primeros grupos beat comienzan a captar el interés de los jóvenes, la radio institucional británica opta por desterrarlos, por establecer un cordón sanitario en torno a sus sonidos asalvajados y americanizados —es decir: negros—. Perseguidos cuales revolucionarios políticos, los grupos y las radios de nuevo cuño tienen que marcharse literalmente a aguas internacionales para emitir en frecuencias de onda ajenas a la autoridad del Reino Unido.
Así se forjó la Invasión Británica, desde el agua y por el agua.
Similares ejemplos se pueden encontrar en casi cualquier género popular, llámense hip hop, metal o electrónica, todos ellos denostados en sus inicios. Mantenerse fiel a unas ideas tiene costes políticos, sociales y económicos. Por eso es tan valioso. Por eso el ideal de "integridad", de autenticidad, de firmeza ante las exigencias de la normatividad y de la autoridad, cotizan tan al alza entre los aficionados a la música. Y cuando no es así, cuando se acepta el "éxito" como medida de todas las cosas, aquellos que lo defienden deben como mínimo enfrentarse al debate de la integridad. O eres tú mismo o te vendes para triunfar. Tú eliges.
La realidad, por supuesto, es siempre más compleja. Casi todos los grupos quieren triunfar. La cuestión es si pueden hacerlo sin pervertir todo aquello en lo que una vez creyeron. A no ser que uno sea tan militante como Crass o los fundamentalistas del flamenco, el camino hacia el éxito obliga a contorsionismos y pequeñas traiciones morales. Cuando tu música y tu voz no cala entre la sociedad, cuando la integridad no paga las facturas ni la letra de la hipoteca, ¿qué vas a hacer? ¿Arruinarte? Algunos quizá puedan permitirse el privilegio. Otros no.