Mozo dominguero #27: Klaus & Kinski - Tu hoguera está ardiendo
Hay algo hermoso y emocionarte en condenarte al fracaso por proteger, respetar y compartir tu música, aquello que llevas dentro
Autor: Klaus & Kinski
Título: Tu hoguera está ardiendo
Año: 2008
Género: Indie pop
País: España
Discográfica: Jabalina
Hace muchos años, durante la gira promocional de su segundo disco, Cohete tuvieron a bien invitarme a su concierto en Zaragoza. Acepté encantado. Tanto Cohete como Hurra! me siguen pareciendo a día de hoy dos rara avis de la escena musical española, ejercicios de estilo de un grupo que combinaba referentes poco explorados por sus compañeros generacionales, tales como XTC o Patrullero Mancuso. Yo había publicado una reseña elogiosa en Hipersónica y ellos, como algunos otros grupos por entonces, lo habían tomado en consideración.
Cruzado el umbral de La Lata de Bombillas, una encantadora y diminuta sala, me topé con la más absoluta nada. Apenas cinco personas se desperdigaban por su interior, cada una buscando una columna, una esquina, un trozo de barra sobre el que apoyarse para no dominar el centro del vacío. Se produce un fenómeno peculiar cuando un concierto congrega a una minoría: todo el mundo quiere estar lejos del escenario, en la penumbra, avergonzados. Nadie quiere ser partícipe del fracaso.
Porque Cohete, aquella noche, habían fracasado. Como supongo que habrán fracasado miles de grupos como ellos en miles de noches similares. Es el sino de toda una escena, al menos en España. Tras un inicio dubitativo —por parte del público, no por parte del grupo—, el concierto ganó temperatura. Los contados asistentes salieron de sus guaridas, tomaron la platea y comenzaron a bailar. Todos entendimos que, superado el delicado momento de la vergüenza —qué hago allí, qué hacen ellos aquí—, solo quedaba disfrutar de un grupo entregado en cuerpo y alma.
Salí del concierto exultante, y sospecho que las otras seis personas que me acompañaron también. De camino a casa reflexioné sobre los motivos que podrían llevar a un grupo como Cohete a girar por media España para vaciar, noche tras noche, tantas otras salas como la Lata de Bombillas. No había allí ningún propósito comercial, no se apaciguaba ningún ego, no se colmaba ninguna expectativa de éxito. El único motivo razonable por el que Cohete se sometían a aquellas circunstancias era un prístino, honesto, profundo amor al arte. A la música.
Ese amor vertebra una escena, la independiente, que en España se sostiene con alfileres. Uno no puede sino fascinarse ante la desfachatez y el cinismo de quienes acusaron a los grupos indies de dominar —social, económica, culturalmente— los espacios mediáticos. Un vistazo superficial a la escena, hoy y hace diez años, revela una economía de guerra, de pura supervivencia, donde los escasos grupos y sellos que sobreviven a lo largo del tiempo lo hacen a pérdidas y compaginando otros trabajos. Cada disco es un milagro, cada concierto remueve cielo y tierra.
En última instancia, la benevolencia con la que algunos medios tratan a sus grupos de cabecera es comprensible. Poco importa el resultado artístico cuando detrás tan solo subyace sacrificio y una creencia casi fundamentalista en uno mismo, en su expresión artística. Es ese amor al arte el que en ocasiones conduce a la admiración, no el arte como tal. Sucede que hay grupos donde ambas facetas, el amor al arte y el propio arte, se conjugan de forma única. Cohete era uno de ellos. Y Klaus & Kinski también.