Mozo dominguero #39: Kortatu - Kortatu
Somos los hijos de la política performativa. El "rock radical vasco" fue hijo de una política mucho más prosaica, material y negra
Autor: Kortatu
Título: Kortatu
Año: 1985
Género: Ska Punk
País: España Estado español
Discográfica: Soñua
Cuando Inés Hernand publicó un comunicado justificando su participación en Master Chef y sus palabras elogiosas hacia Cristina Cifuentes, sepultó sin saberlo una forma de hacer política, la forma de hacer política predominante entre una generación durante los diez años previos. De algún modo, aquellas palabras a medio cocer garabateadas sobre la app "Notas" de iOS clavaron el último clavo en el ataúd del 15-M.
Calmadas las aguas de las tiendas de campaña y de las manifestaciones, el 15-M, cuatro o cinco años después de su pomposa escenificación, se transformó en un código comunicativo. Ya no bastaba con pensar la política: uno necesitaba performar la política, convertirse en un instrumento político en sí mismo. Enrolados bajo la bandera de "lo personal es político", todos los aspectos de la vida y del pensamiento se politizaron sin remedio. Había que hablar alto y claro, posicionarse constantemente, ser recto, militante y puro.
Una década después de aquel estallido de politización forzosa, algunos de sus representantes y altavoces, como Hernand, se toparon con las consecuencias involuntarias de su discurso, con los dedos acusatorios que ellos mismos contribuyeron a alimentar en el pasado. Si "lo personal era político", la política no podía quedar subordinada a la ambición o a los requisitos de una carrera profesional. Uno debía seguir siendo recto, militante, puro. De lo contrario se incurría en una contradicción, o peor aún, en una traición.
Como descubriríamos más adelante, la vida y la ideología son artefactos más complejos de lo que creíamos. Todo movimiento extremista está condenado a devorarse a sí mismo, como los pioneros de la revolución se afanaron en demostrar, y ningún comisario político sobrevive a sus propias credenciales de pureza. Saturno siempre devora sus hijos. La política en manos de la generación 15-M se convirtió en una performance identitaria y autoindulgente —el diloreinismo y el tiaxulismo—. Como toda performance, el tiempo la convirtió en una caricatura.
He pensado alguna vez que gran parte de este proceso, casi pornográfico en su obsesión por mostrarse al público, surgía de una ansiedad irresoluble. Vivimos tiempos… aburridos. La "teoría del aburrimiento" trata de explicar los crímenes sucedidos en diminutos pueblos como Fago a través de la ausencia de dopamina en los cerebros de sus habitantes. Aislados de la civilización y sin demasiados estímulos en su día a día, las comunidades rurales magnifican sus conflictos. Agrandan cualquier acontecimiento. Se inventan problemas. Y los resuelven con sangre.
De igual modo, nuestra generación decidió exagerar su performance política y llevarla hasta extremos en cierto modo absurdos. Es difícil observar la historia de España y encontrar un momento en el que los españoles hayan vivido mejor. Esto no es una negación de nuestros conflictos y de nuestras dificultades materiales —que sin duda existen y no encuentran respuesta en las políticas del Estado—, sino una relativización, o al menos una comparación. Hemos huido de problemas políticos grandilocuentes, aquellos que solo se resuelven con sangre.
El tiempo quiso que tanto el 15-M como el anuncio del cese de la violencia de ETA coincidieran en el mismo año. 2011 trazó una línea en la historia de España: todo lo que existió antes estuvo marcado por la violencia; todo lo que hubo después, al menos hasta nuestros días, no. Y eso cambia la forma de experimentar y sentir "la política".
Cuesta imaginar estos discursos y estos conflictos en la España de 1985. Más aún en el País Vasco de 1985. El mundo que alumbró a Kortatu no era un mundo de núcleos irradiadores, redes sociales o arcos personales como herramientas de PR. Era un mundo mucho más prosaico en sus métodos e intenciones. Los "años de plomo" tuvieron muy poca metáfora en su acuñamiento. España vivía bajo la lógica de las balas, los enterramientos, el acero y la tortura.
Fruto de aquel contexto, tan duro, las formas de expresión política de aquella generación no estaban sujetas a veleidades más o menos abstractas. Había, por supuesto, personajes y artistas para quienes la política era un mero ejercicio performativo —y aquí podríamos discutir los méritos o deméritos de La Movida—, pero había también mucha realidad material. Un espacio-tiempo denso y pesado que todo lo condicionaba y moldeaba, del que no se podía escapar.