Mozo dominguero #45: Fishmans - Long Season
Toda revisión y reconstrucción del pasado es pertinente si en el camino recuperamos discos como Long Season. Cueste lo que cueste
Autor: Fishmans
Título: Long Season
Año: 1996
Género: Neo-psicodelia
País: Japón
Discográfica: Polydor
Cómo y cuándo se crea el canon constituye una de las obsesiones de este espacio. Lo vimos hace algunas semanas a cuenta de Duster: un disco publicado desde los márgenes más periféricos de una industria periférica, abandonado a su suerte durante años y rescatado paulatinamente por las generaciones posteriores para su definitivo encumbramiento. Nadie escuchó a Duster en 1998 y sin embargo hoy figura con letras brillantes en el panteón de su tiempo.
Existe la tentación de despachar esta clase de procesos y re-lecturas con un mero "revisionismo", "nostalgia de lo no vivido" o "ganas de enredar". Pero lo cierto es que la construcción del canon es importante no tanto por lo que dice del pasado como por lo que dice del presente, de nosotros: la sociedad de 2024 es muy distinta a la de 1998, y sería del todo absurdo exigirle a la primera representarse a través de los hitos culturales que la segunda promovió —y descartó—.
El canon, así, se presenta como una oportunidad de explicarnos. De contemplar la producción artística humana y seleccionar aquellas obras más acordes a nuestros valores, a lo que deseamos que exprese de nosotros. El ejemplo más evidente de todo ello es la inclusión de las autoras femeninas en los nuevos cánones de la literatura, del cine o del arte, y el esfuerzo de instituciones o publicaciones por repensar su criterio. Si el canon del pasado partía de sesgos insoportables, como el machismo, resulta pertinente repensarlo desde el presente.
No solo por una cuestión de "justicia" sino por pura amplitud de miras: el arte lleva siglos olvidándose de amplios segmentos de la población, ignorando sus obras y, en el camino, perdiéndose miles y miles de creaciones geniales. Para el caso de la música, no obstante, el catalizador más poderoso para redefinir el canon no ha sido tanto un impulso de retribución social como una tecnología: Internet. Cruzado el umbral del siglo XXI, una nueva herramienta permitió a las nuevas generaciones explorar sin límites toda la historia de la música.
Toda.
En esa exploración aparecieron no solo artistas abandonados a su suerte por los sesgos ideológicos de su tiempo, sino artistas que, en su precariedad de recursos y promoción, pasaron del todo desapercibidos para sus contemporáneos. O músicos que publicaron desde las esquinas más remotas del mundo y quedaron en tierra de nadie, ausente la infraestructura que pudiera conectarlos con otros lugares. Sahel Sounds, el proyecto que lleva años recuperando y puliendo la electrónica surgida del Níger o de Malí en los ¡años setenta! es el mejor ejemplo de ello, y también un baño de humildad para el altivo oído europeo y estadounidense.
La música siempre ha sido mucho más amplia de lo que Europa y América se han contado a sí mismas —en ocasiones por prejuicio, en ocasiones porque no tenía forma de escuchar las producciones de "las periferias"—. Eso es algo que Internet ha cambiado, y es algo que está derribando el canon histórico de la música popular piedra a piedra. De repente, es posible viajar a Japón a finales de los noventa y escuchar uno de los discos más sugerentes, experimentales, audaces y originales de una década sugerente, experimental, audaz y original.
De repente. Porque en su momento nadie le prestó atención.