Nick Cave, ya sea en solitario, ya sea junto a sus colegas de The Bad Seeds, es uno de los totems de esta época. Dramático como pocos desde sus primeros discos tras la catarsis que se llamó The Birthday Party, ha dejado su poso en algunos de los mejores discos de las cuatro últimas décadas, y se ha convertido ya en uno de esos clásicos que se discuten poco y, quizás, se escuchan aún menos.
Os invitamos a renovar los votos o a ejercerlos por primera vez con la recuperación de este repaso disco a disco (que nos pedisteis por discord y que actualizamos con todas sus últimas obras).
From her to eternity (1984): El Elvis de lo lúgubre
Inaugurado por ‘Avalanche‘, de Leonard Cohen , y con la versión de ‘In The Ghetto‘, de Elvis Presley , el primer disco de Cave con los Bad Seeds está marcado por esas dos maneras de entender el rock.
Por un lado, viven las atmósferas oscuras de Cohen, llevadas aquí a un extremo aún más lúgubre, aún con un punto de ese tremendismo desbocado de The Birthday Party (más goth-punk que post-punk aquellos). Claro, la versión Cohen es el momento más obvio (cantada, por cierto, al modo en que Josetxo Bitxo atacaba sus canciones, sólo que prefiero la urgencia sexual de este que la psicópatica de Cave).
Por otro, la apasionada forma de interpretar del Rey se une en este disco al salvajismo vocal muchas veces practicado por Jim Morrison. En general, Cave no canta, no lo hará hasta mucho más adelante, sino que dramatiza cada canción. Quiere que el foco le deslumbre primero a él y luego controlarlo para dirigirlo a los ojos del público.
Que esté tan presente y que siempre quiera ser tan visible puede llevarnos a despreciar la importancia de los Bad Seeds en su obra. Mal hecho: Barry Adamson, Blixa Bargeld, Mick Harvey o Anita Lane son co-creadores de lo mejor que tiene ‘From Her To Eternity ‘ (además de ese título soberbio): los requiebros sonoros que lo convierten en una experiencia sucia, cruda y malsana. Y muy quebrada y con sorpresas tras cada esquina… claro que ¿quién se atreve a recorrer todas las esquinas siendo el protagonista de una película de terror?
From her to eternity (1984) no es un disco perfecto, aunque el tiempo lo ha convertido en un intocable. Mi reacción ante él depende del día en que me toque escucharlo, de la situación, y uno tiene que saber que “los discos para situaciones determinadas “ son buenos para eso, pero quizás no buenos del todo.
Ya lo dije una vez: si fuera una película, sería ‘La Matanza de Texas’ dirigida por Coppola y cambiando las vísceras por caras de desgarro.
The Firstborn is dead (1985): Grupo Salvaje
Un año después de su debut, Los Bad Seeds y Cave se dan una vuelta por el sur de Estados Unidos y atacan su música con el virus del blues. No es nada nuevo: en The Birthday Party también había rastros, pero aquí el foco es más violento que terrorífico.
The Firstborn is dead es la vara que debería medir la tontería de Grinderman (ups, me prometí no hablar de eso aquí). Lleno de rincones tensos pero bien iluminados, es una obra que mide su desarrollo y su secuenciación con mucho cuidado. Que la explosiva ‘Tupelo’ (relato épico de la noche en que nació Elvis) lo abra con siete minutos deslumbrantes y que después llegue ‘Say Goodbye To The Little Girl Tree’ para esbozar sonrisas de malo de peli de David Lynch no es casual. Nunca es casual.
Los Bad Seeds son aquí más “grupo“ que “gente que pasa por la canción para demolerla“, algo que sí hacían en su disco anterior. Para los amantes del blues, éste debería ser uno de sus discos preferidos. Para mí, que no lo soy, quedan demasiadas piezas por encajar en mi parte como oyente y me conformo con la alucinante ‘Wanted Man‘ (Dylan pasado de rosca, Cohen en modo fugitivo), la balada (¡laboral!) de ‘Knockin’ On Joe ‘ o la ya mencionada y siempre imprescindible ‘Tupelo‘.
Si fuese una película, sería ‘Grupo Salvaje‘ convertida en falso documental por D.A. Pennenbaker, con Drive-By Truckers en los papeles estelares del Wild Bunch y sin llegar a México.
Kicking against the pricks (1986): el fantasma de las Navidades del futuro
Concebido como un disco de versiones, el tercer paso de Bad Seeds (el cuarto, según coloquemos Your Funeral, My Trial) va mucho más allá de ese concepto inicial porque permite la entrada de nuevos aires. Y es, posiblemente, el primer vistazo que nos deja ver Nick Cave de su yo futuro, ese crooner clásico y hasta romántico.
Ya ‘Muddy Water ‘, canción que abre el disco, deja ver a un Cave más comedido de lo que nunca ha estado, con un piano donde cada tecla marca los compases de ese futuro que llegará entre diez y quince años después.
Es como si al chico siniestro que amenazaba con suicidarse al frente de los Birthday Party le hubiesen dado una pizca de Prozac para transformarlo en un doble de Leonard Cohen. No sé si para los Bad Seeds el Prozac sería suficiente, pero toda la banda se contagia de este nuevo concepto y las sonoridades del disco se alejan de lo que habíamos visto y oído y se convierten en colchón agradable, gozoso (con todo lo que esto conlleva).
Su música, cocida a fuego lento y sin explosiones rabiosas, llega a sonar con agrado circense y juguetón( ‘Sleeping Annaleah‘) o como versión amable de lo que nunca fue agradable ni convencional ( ‘All Tomorrow Parties‘).
Si fuese una película, Kicking against the pricks sería ‘Drive‘ proyectada, con risas pregrabadas, en el night club donde Isabella Rosellini cantó para David Lynch.
Your funeral… My Trial (1986)
El inicio de Your Funeral… My Trial es la canción que le da nombre y también el reconocimiento de que Nick Cave está aprendiendo a gran velocidad: ahora ya sabe que tiene dos maneras ideales de impactar al oyente, la calmada y la furiosa. El disco tiene tan claro eso que divide las canciones y, de hecho, fue editado originalmente en formato de doble maxi-single.
Algunos lo consideran la obra cumbre de Cave, pero yo prefiero decir que es el primer disco donde quiere disfrutar. No porque los anteriores hayan sido desdeñables o aburridos, que ya hemos visto que no, sino porque el australiano ya ha montado su propio canon artístico y empieza a juguetear con él. Y es en el juego donde siempre están las claves de todo.
Su oscuridad vocal y lírica aparecen más contenidas que de costumbre (aunque, ojo, que las letras de Cave pueden dar para mucha comedia) y los Bad Seeds (aquí cuarteto, que Barry Adamson aparece poquito) se suman a la línea para crear capas, pero difuminar las aristas y los cambios. ‘Stranger Than Kindness‘ es un claro ejemplo de cómo han conducido en el grupo las diferencias entre estas canciones y las de From Her To Eternity.
‘The Carny‘, con su atmósfera de circo de freaks, perdura en el recuerdo como momento cumbre, aunque no podemos olvidar esa preciosa canción de amor ribereño que es ‘Sad Waters‘: su falsa dulzura es de lo más emocionante que Bad Seeds han hecho nunca.
Si fuese una película, sería ‘Cuenta Conmigo‘ dirigida por Todd Browning y con la dirección artística de los creadores de ‘Carnivale‘.
Tender Prey (1988): el glamour de no ser predecible
Que el crescendo hacia la silla eléctrica de ‘The Mercy Seat’ vampirice este disco no puede ocultar otras virtudes y canciones de un disco muy maduro y, sobre todo, muy diverso. Quizás sea que a los teclados y a las guitarras entro Kid Congo Powers, que se había curtido en los Cramps y en The Gun Club. Quizás sólo que Nick Cave quería ser menos él mismo y empezar a jugar más cosas.
El cabaret oscuro de ‘Up Jumped The Devil’, la juerga de bar de ‘Deanna’ (digna de estar en listas de éxitos), el piano decadente de ‘Watching Alice’ e incluso el estilo Bacharach revisitado de ‘Slowly Goes The Night’ conforman uno de los discos más variados y menos predecibles de Nick Cave.
Por eso es uno de mis favoritos. Por eso y porque Mercy es una de las más bellas canciones de toda su discografía. Si fuese una película sería Por un puñado de dólares en versión de Terrence Malick.
The Good Son (1990): belleza robada
Nick Cave se convirtió en padre y ese personaje drogadicto, extremo, siempre al límite comenzó a derivar en una persona adulta, estable, madura y con mucho que cantar al piano. Es decir, que pasó de entertainer post-punk a crooner.
Es una camino que ya venía haciendo, pero, cuando editó The Good Son, Cave puso los cimientos definitivos para su estabilidad (quizás también para la peor losa de su futuro, pero ésa es otra historia).
No sólo eso, sino que además creó uno de los discos de belleza más pura. Veamos:
‘Foi Na Cruz’, misa blanca que pone los pelos de punta sin forzar la máquina. ‘The Good Song’, gospel-rock que rompe prejuicios. ‘Sorrow’s Child’ o ‘The Weeping Song’, la mejor canción de Tindersticks no podrá llegar a tanto. ‘The Ship Song’, una canción para enamorarte de ella cada día (Come sail your ships around me And burn your bridges down )
Ni una de las canciones de este disco es prescindible: es más, todas son magníficas. Romántico disco diez (romántico al estilo Scott Walker; el clásico, no el nuevo clásico).
Si fuese una película sería Casablanca vista en un cine (pero formando parte, en realidad, de Antes del Amanecer).
Henry’s Dream (1992): retrato normalizado de un asesino
Tras la excursión amorosa y de raíces crooner de su anterior disco, Cave y los Bad Seeds regresan al rock furioso, como si aquello hubiese sido un sueño, agradable pero sueño, al fin y al cabo.
Por contra, Henry’s Dream es un disco violento en música y letras, atravesado por asesinos en serie y violentos impulsos sexuales incontrolables. Con un sonido denso (el silencio, al contrario que en otros discos de los Bad Seeds, queda sepultado por guitarras frenéticas, baterías marciales y bajos sin descanso), Henry’s Dream está bien como versión depurada del estilo del grupo, aunque no sea una cumbre.
Lo que pasa es que en la orografía de este territorio llamado Cave & The Bad Seeds tampoco hay valles demasiado profundos (al menos, no hasta la recta final de su carrera). Brillan con luz propia ‘Straight To You’ y ‘Jack The Ripper’.
Si fuese una película, sería ‘El Talento de Mr. Ripley’ hecha jirones por el Martin Scorsese menos brillante.