Polvo, el músculo de Chapel Hill
Disco a disco de las guitarras más pesadas del indie rock 90s
Hay ciertas ciudades que siempre serán recordadas por su actividad musical, por coordenadas temporales en las que allí convergieron grandes grupos. Muchos de esos centros neurálgicos han estado las pasadas décadas en territorio yanqui, donde destaca, entre otros, el de Chapel Hill. Musicalmente, esta población llegó a su época de auge a finales de los 80 y principios de los 90, con el rebufo del indie rock y, cómo no, las radios universitarias. De allí nacieron muy buenas formaciones, con mayor o menor éxito, como Superchunk, Archers of Loaf y a los que hoy va dedicado este especial: Polvo.
La de Polvo es una de esas historias de las que no se suele hablar mucho hoy. Entre tanta saturación de grupos de guitarras y efectivas fórmulas de un indie rock maduro que mostraba su supremacía en los noventa (con permiso momentáneo del brit pop), siempre se suele hablar de los grandes grupos que por méritos propios, consiguieron el gran éxito comercial. Entre toda aquella ristra de formaciones con ganas de repetir una fórmula ganadora, no faltaron salidas por la tangente para buscar territorios sonoros no tan obvios. Fue el caso de Polvo, uno de los grupos destacables del género o subgéneros en aquella década, gracias a sus guitarras afiladas y una constante emisión de violencia sonora.
La contundencia como distintivo en los noventa
En apenas cinco años, el cuarteto de Chapel Hill editó cuatro discos, convirtiéndose en una de las bandas más regulares dentro de la fiebre de camisetas de leñadores e hijos de Nirvana que poblaban los 90. Su música sigue siendo hoy perfectamente reconocible. A pesar de la reiteración de grupos similares, pocos interpretaban como Polvo ese nuevo rock que hoy sigue pariendo clones.
Lo suyo era una simbiosis entre el indie rock, reminiscencias post hardcoretas y, sobre todo, aunque ellos se han desmarcado de esta corriente, math rock. Sonaban como un cruce entre Slint y Sonic Youth, asemejándose en estos últimos a los riffs regios y a la crucifixión de la melodía pop. No obstante, se entiende que rechazaran la etiqueta, pues aunque era en pocas ocasiones, en algún momento se permitieron algún postulado más melódico de lo habitual.
Pero lo que definía a Polvo estaba claro, eran las guitarras inconexas, el dejar en un segundo plano la parte vocal, sepultando esta con los sonidos atronadores que imprimían a base de largos riffs y ritmos que se superponían con líneas armónicas más suaves. Ante tanta complejidad a la hora de interpretar el rock, desarrollaban largas pistas en las que no tenían por qué seguir un patrón fijo, algo que ya venía de la afición a las jams de Ash Bowie y Dave Brylawski. Podían o no tener estribillo y eran mucho de soltar cambios de ritmo en las canciones, con descargas que exhibían un músculo que pocos grupos poseían.
Los propios grupos de Chapel Hill, Modest Mouse, Built To Spill, Pavement, Weezer… de todo el espectro independiente que surgió a rebufo del underground americano, no había nadie que tocara con la angulosidad y la sobriedad de Polvo. Podían sonar con ese aire juvenil de los noventa y meterse en el saco los comunes, pero en sus arrebatos de furia no tenían rival, y ese ha sido siempre su buque insignia.
Un tridente inmejorable
En 1992 llega su debut en largo Cor-Crane Secret, publicado por Merge, el sello creado por Laura Ballance y Mac McCaughan, los paisanos de Superchunk. Todo quedaba en casa. De hecho, McCaughan era compañero de clase de Brylawski (uno de los guitarristas vocalistas) y de Popson (bajista). En esta ópera prima se pueden contemplar en las primeras canciones el vendaval math-rock arrollador que estaban implementando. Siguiendo esos cánones, las voces suponían un instrumento secundario, dejando el protagonismo a canciones que acribillaban en ‘Kalgon’ y que atropellaban con el frenetismo de ‘Bend or Break’. De arriba abajo, Cor-Crane Secret supone someterse a una paliza en la que recibes ganchos de izquierda y derecha continuamente, mientras Ash Bowie y Dave Brylawski se alternan al cantar.