¿Por dónde empiezo con… Elliott Smith?
Nobody broke your heart, you broke your own because you can't finish what you start
Lejos quedan los días en los que Elliott Smith vivía, y siempre estábamos a la espera de hacia dónde caminaría con su nuevo disco. Cerca, sin embargo, los días en los que regresamos a sus canciones, casi mensualmente. Pero no todo el equipo de Hipersónica: hay gente dentro que, por circular por otras carreteras y otros géneros, nunca se ha zambullido en su obra.
Y de ahí surge esa pregunta: “Oye, por qué no haces un por dónde empiezo con Elliot (sic) Smith?”¿Y por dónde empezar con él? Lo primero, por empezar a escribir bien su nombre, algo que, como verás a lo largo de este reportaje, tiene más importancia de lo que parece.
Lo segundo, por sentarte a disfrutar con la playlist y el disco recomendado y por acompañarnos en nuestra guía de entrada a Elliott Smith.
¿Y esto a qué suena?
A tristeza, pero no infinita. A soledad, pero no tan deprimente como para morirse. A calidez. A emoción. A sonrisa tímida. A cantautor que creció musicalmente en la escena alt-rock del quicio 80-90. A un Nick Drake algo vagoneti y con cervezas en la mano. A dulzura. A grabaciones multipistas con un montón de capas que suenan, sin embargo, ligeras, minimalistas, nada pesadas ni recargadas. A ligereza folkie.
A que te susurren que la vida no está tan mal, y te toquen música para que te lo creas, pero aún así no te quedes del todo cómodo.
Al único amigo que perdiste sin conocerlo antes de saber que lo sería para siempre.
Una no tan breve biografía de Elliot Smith
Elliott Smith nació en 1969 en Omaha (Nebraska), la misma ciudad donde se inventó el Top 40 de las radios musicales, al que jamás entraría. Tiene sentido que, en realidad, no se criase allí, sino en Texas y que, más adelante, cuando ya era joven, viviese en Portland (Oregon), donde finalmente se instaló.
Es precisamente cuando estaba en el instituto de Portland cuando Smith comienza a dejarse ver: en el debut de The Greenhouse ya cantaba, pero aquello no sonaba para nada a la que luego sería su distintiva voz: un tono frágil, que sube y baja en oleaje, que lo ocupa todo pero siempre desde el susurro, que teje con cuidado los contrastes y nunca, nunca grita.
En 1991, con 22 años, ya está listo para una banda: Heatmiser duran tres discos, desde el debut Dead Air (1993) hasta el estupendo Mic City Sons (1996) y levantan cierto polvo en un momento en el que el underground indie-rock arde en ebullición: aún dura la explosión grunge y las multinacionales siguen fichando.
Precisamente, Heatmiser atraen la atención de Virgin porque Elliot en solitario lo hace. Smith tenía un puñado de canciones grabadas en un cuatro pistas, canciones que eran prácticamente todo lo contrario de lo que hacía con su grupo. Temas tranquilos que a él le aliviaban y al resto les entristecían: las que darían forma a su debut Roman Candle.
Tras un nuevo album en solitario, el único homónimo, llega en 1996 Either/Or, con su título extraído de Kierkegaard. Lo que hasta entonces podría verse como aventuras en la voz y la música de otros cantautores cristaliza ya en un disco perfecto, uno de los mejores de aquella década. Grabado hasta las trancas de alcohol y antidepresivos, los colegas de Smith de Portland tratan de ayudarle, pero será en vano.
Uno de los residentes de Portland, su colega y director de cine Gus Van Sant, le propone grabar el tema principal de su inminente nueva película, Good Will Hunting, basada en un guión de dos chavales desconocidos, Matt Damon y Ben Affleck. Van Sant sabe que tiene entre manos una historia mucho menos minoritaria de lo que él suele manejar y sabe también que nadie va a cantar mejor a la mezcla continua de esperanza y horror que es la vida como Elliot Smith.
Así es cómo nace una canción portentosa, ‘Miss Misery’, y también una de las actuaciones en directo más dolorosas de ver, por lo ajeno del evento a todo lo que sucede en sus notas. La gala de ‘My Heart Will Go On’, de Celine Dion, para algunos de nosotros siempre será la gala de Elliot Smith:
“Eso es exactamente lo que fue, surrealista... Me gusta actuar casi tanto como inventar canciones. Pero el de los Oscar fue un espectáculo muy extraño, en el que el set era una sola canción reducida a menos de dos minutos, y el público era un montón de gente que no había venido a escucharme tocar. No me gustaría vivir en ese mundo, pero fue divertido pasear por la luna durante un día.”
Es 1997 y todo pinta bien: Dreamworks le ficha para su sello musical, donde edita XO y Figure 8, dos discos en los que se va volviendo más pop. “La luna” no parece estar tan lejos, aunque en lo personal el mundo siga siendo difícil: alcohol, drogas, TDAH… Smith quiere seguir adelante, y planea un disco más rock, doble, que se va retrasando por su difícil situación personal. En directo, sus apariciones son cada vez más espaciadas y con peor situación física y mental. Cuando, tras un concierto de Flaming Lips en Los Ángeles, Smith es arrestado por pelearse con la policía, el líder de Flaming Lips y amigo de Smith, Wayne Coyne, dijo que vio a “a un tipo que había perdido el control de sí mismo. Estaba necesitado de ayuda, malhumorado, todo lo que no querrías en una persona. No es como cuando piensas en Keith Richards agradablemente feliz en la esquina”.
Pero en el final de 2002 y el inicio de 2003, Smith parece resurgir: retoma la grabación de su disco doble y comienza a experimentar también con el ruido y la electrónica. Llama a su productor Larry Crane a mediados de octubre y queda con él para mezclar, por fin, el disco. Todo parece remontar hasta que el 21 de octubre de 2003, a los 34 años, Smith muere de dos puñaladas en el pecho, en su casa de Lemoyne Street, California, donde vivía con su novia, Jennifer Chiba, que en ese momento estaba en la ducha. Cuando sale de ella, se encuentra a Elliott con el cuchillo en el pecho. Se lo saca y lo ve desplomarse; de inmediato, llama a la policía.
Se informó de su suicidio, pero la investigación ha quedado inconclusa: el informe de la autopsia revela un buen cóctel de antidepresivos y ansiolíticos, pero también que no hay heridas de vacilación, bastante comunes en víctimas de suicidio por autoinflingición, y sí indicios de heridas autodefensivas. La investigación también revela una nota, escrita en un post-it: “I'm so sorry—love, Elliot. God forgive me”. Elliot, con una sola t, porque hasta los investigadores se equivocan al nombrarle.
From a Basement on the Hill se completa a título póstumo y se publica en 2004 en Anti- Records. Después llegan New Moon, doble recopilatorio de rarezas, y An Introduction to... Elliott Smith, guía de entrada rápida realizada por el propio Larry Crane.
El disco recomendado de Elliott Smith: Either/Or (1997)
Frente a los dos discos anteriores, más espartanos y cercanos al canon de cantautor folk, la tercera obra de Elliott Smith comienza a abrir plano: se incorporan arreglos, se mete banda y se obliga a las canciones a que también sean menos “hombre a solas con su guitarra”. Pero ese camino, que más tarde desembocará en discos pulidísimos y en ocasiones pasados de frenada (Figure 8, por ejemplo, añade tantas cosas que no se da cuenta de que también ha sumado demasiado azúcar), aquí se refleja en canciones frágiles, con aspecto quebradizo, emocionantísimas en su timidez, en su delicadeza.
Por eso a ‘Speed Trials’, que podría ser una canción de indie-rock, parece que las baterías le acarician y la voz le mece. O tenemos ‘Alameda’, una canción épica cantada con la máxima intimidad posible, como si Smith desease que nadie la escuchase en realidad. Van cayendo enormes canciones pequeñas que en manos de otros serían demasiado grandes, exageradas (en ‘Ballad of Big Nothing’ hay un himno alt-rock noventero al que se les olvidó poner electricidad y volumen). O saltarines himnos grabados como si Elliott fuese tu colega y te los estuviese tocando a ti, en la intimidad, por primera vez (‘Pictures of Me’). Sólo ‘Cupid’s Trick’ parece querer ser otra cosa.
Either/Or es, también, un disco poderoso en lo lírico, uno repleto de momentos de desconcierto y desorden emocional. “You’re such a pinball, yeah, you know” canta un Elliott Smith golpeado por la máquina recreativa de la vida. “Nadie te rompió el corazón”, dice, “te lo rompiste tú solo porque no sabes acabar lo que empiezas (…) y ahora ves que tu primer error fue pensar que podrías relacionarte con la gente”. Y un poco más allá: “A tired man with only hours to go just waiting to be taken away”. Es todo lúgubre, a veces en contraste directo con la música: ‘Pictures of Me’ el cantante se desprecia casi en cada verso mientras la música se regocija.
También habita aquí mi canción favorita de Elliott Smith, Between The Bars. A los cinco segundos de ponerla siempre tengo la piel de gallina, y ni siquiera ha entrado el Elliott Smith más emocionante, más cálido a la voz. Mientras él se enganchaba al alcohol, sus canciones imaginaban estampas en las que compartir una copa y huir del mundo juntos:
Drink up with me now
And forget all about the pressure of days
Do what I say and I'll make you okay
And drive them away
The images stuck in your head(…)Drink up baby, look at the stars
I'll kiss you again, between the bars
Dos minutos y 21 segundos eternos, que desearías que siguiesen sonando siempre. Desearías que te contasen cómo después todo seguía arreglándose. No pasó: mientras todo siguió yéndose al garete, Elliott Smith nos regaló una canción-refugio. Si os sentís mal, acudid a ella. Siempre va a estar ahí.
¿Algo de lo que huir?
No soy especialmente fan del giro cada vez más Beatleiano que llega desde el fichaje con Dreamworks, del que Figure 8 es el eslabón más débil, y prefiero también que Smith decidiese alejarse del patrón Nick Drake de cantautor solitario y delicado que enseña en su debut y en parte del siguiente álbum para explorar totalmente su propio camino, el que refleja Either/Or. Pero a ninguno de esos discos los calificaría como “para huir”. Sí que es complicado entrar en New Moon sin haber escuchado previamente nada, pero una vez que entréis en su obra, recordad que allí hay canciones mayores que Smith descartó por completo porque entre 1995 y 1996 se le caían de las manos. Y sí, también está la primera y preciosa versión de ‘Miss Misery’
De su obra con grupos huiría de todo lo que no es Heatmiser, pero en la obra de estos merece especial cariño la escucha de Mic City Sons, un gran disco semiolvidado de los 90.
Ah, y su álbum póstumo, From a Basement on The Hill, es buenísimo, coño.
Perdona, ¿qué dices? ¿Qué este era el apartado de “discos de los que huir? SI YA SABEN CÓMO ME PONGO, PA QUE ME INVITANNNN…
¿Dónde se ve su huella?
En un montón de cantautores surgidos en los 00s que primero lo escucharon a él y luego a quienes le influyeron. Así se transmite la música, en general: nos fijamos en lo que es contemporáneo y vamos yendo cada vez más y más lejos. Por eso, si oyes a Jose Gonzalez, a Sufjan Stevens, a Lightspeed Champion, a Fleet Foxes o a Band of Horses te encuentras reflejos de Smith.
Pero no sólo en su parte más folk: la faceta más cercana a un pop acústico que casi pide perdón por molestar aparece aquí y allá, en la carrera de Bright Eyes, de The Essex Green, de Okkervil River o, sip, de Ed Sheeran.
30 minutos con los que iniciarte en Elliot Smith
9 canciones, 33 minutos, una por disco salvo Either/Or, que se lleva dos. La guía de entrada sonora a un universo en el que esperamos que te quedes mucho:
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Mi canción favo es 'The biggest lie' 🖤