Screaming Trees: esta carretera no nos llevará a casa, Mark
Un adiós a Lanegan mediante un repaso disco a disco del grupo más psicodélico del Grunge
De todas las bandas que dejó el grunge, Screaming Trees fueron la más misteriosa, la menos tópica, la más difícil de encuadrar. También la más regular, lo que no quiere decir que fuera la más brillante. Mientras las obras cumbres de sus coetáneos parecieron brillar más en su momento, capturando el zeitgeist, las suyas han ido disfrutándose mejor cuando el ruido mediático dejó Seattle fuera del mapa musical (y nunca acabó de recuperarlo; ese revival no ha llegado, la duda es si lo hará). Pero, curiosamente, si echamos la mirada hacia atrás a la carrera de grupos como Mudhoney o Soundgarden, es difícil encontrar tanta regularidad, tantas ideas claras desde el principio de su vida musical y tanta calma para hacerlas realidad.
Sin llegar nunca a los niveles estelares y superventas de muchos otros compañeros de generación, a pocas bandas de la explosión grunge se les ha respetado tanto como a Mark Lanegan (voz), a los hermanos Gary Lee Conner (guitarra) y Van Conner (bajo) y los baterías Mark Pickerel (1984-92), Barrett Martin (1992-2000) y a los suyos, incluso desde medios y revistas especializadas que no fueron capaces de ver en ese estilo nada más que una repetición de clichés hardrockeros.
Mark Lanegan ha sido durante años un tipo espectacularmente bien considerado, incluso a pesar de que muchas de sus aventuras en solitario fueron muy inferiores a las de su banda y a que, en determinados momentos, pareció que, cualquier día, te lo ibas a encontrar por la calle y te iba a pedir cantar contigo un dueto.
Pero hoy, con su temprana marcha aún encogiéndonos el corazón, damos un repaso a la trayectoria de Screaming Trees, un grupo irrepetible incluso en su adiós. Frente a la opción de muchos otros, Screaming Trees puso punto y final a su carrera justo en su cénit.
Una lástima, sí.
Clairvoyance, estreno en los lindes del hard-garage (1986)
Los 60 vistos desde un prisma en el que las alucinaciones no vienen del LSD sino que las causan otro tipos de drogas más duras. Screaming Trees no firmaron un primer disco impresionante, pero sí que llamaron la atención por su particular forma de revivir el espíritu garagero de la Norteamérica que perdía la candidez. La brutalidad de ‘Orange Airplane’, que parece un outtake de unos Sonics redivivos o de unos 13th Floor Elevators de final de siglo, abre un paseo al que sólo se puede acudir con el espíritu del rock&’n&’roll en las suelas.
Órganos sixties, sobreinterpretaciones a lo Morrison, ritmos a punto de desbocarse (por EEUU ya había pasado el hardcore para que todo se contagiara de su velocidad), canciones que podrían pasar por la semilla primeriza de lo que se denominó Stoner Rock y otras que se miran en los grupos pop de psicodelia californiana (‘Seeing and Believing’). Un novato Mark Lanegan, aún sin su voz profunda al frente, pone cara a la banda antes de que Seattle sea el centro de atención de medio mundo.
Clairvoyance, concluido tan violentamente como empezó, es un estimable debut para una banda que madurará mucho en varias de las direcciones apuntadas.Y también marca la sendas estilísticas que alejarán a Screaming Trees de otros grupos de su generación (la que es, quizás, una de las razones que el grupo pueda pensar como responsable del ligero desdén con el que el público les trató en su día).
Si esto fuera un examen, su nota sería: 6.5/10
Even If and Especially When (1987), irregular excursión ácida
En su debut ya habían aparecido fantasmas de los Doors;, pero Screaming Trees vierten en su segundo disco gran parte de su pasión por los angelinos. Se ve claramente en los desarrollos de guitarras de Gary Lee y Van Commer, a veces demasiado ensimismados para que las canciones no acaben en un engrudo de proporciones colosales.
Entre temas que añadir a un futuro grandes éxitos, como la alucinada ‘Cold Rain’ o la inicial ‘Transfiguration’, los de Seattle se enfagan más de lo que sería recomendable en canciones de mil y un requiebros. A veces más pop de lo que su debut pudiera haber anticipado, como en ‘Other Days and Differente Places’, y con una producción de mil demonios que ensombrece el resultado final, Even If and Especially When acierta sólo a ratos en su mezcla de garage, neopsicodelia (¿sólo yo oigo en ellos a unos Teardrop Explodes; más violentos, más stoogianos?) y un grunge más liviano del que luego practicarán Soundgarden y compañía.
Si esto fuera un examen, su nota sería: 5.5/10
Invisible Lantern (1988): el medio ciego en el país de los tuertos
Sin ser apabullante, Invisible Lantern es un buen disco de rock independiente en la Norteamérica de los 80. Quizás no pueda competir ante los que habían firmado antes compañeros del sello SST como Black Flag, pero su acercamiento violento al garage de los años 60 no sólo no se hace pesado, sino que contiene canciones tan brillantes como esa ‘Ivy’ que abre el disco, lo más cerca que Screaming Trees y los Mudhoney de ‘Touch Me I’m Sick’ estarán jamás.