Sónar 30: mucha 'zapatilla', clásicos que brillaron y pequeños nombres que dejaron huella
Un aniversario dulce donde su aphextwineza jugó en otra liga
El gran festival de electrónica del país cumplió este fin de semana 30 años. Tres décadas de historia en la que ha servido como una puerta de entrada a los nuevos sonidos y vanguardias sonoras desde sus inicios. Una efeméride que no se perdió esta casa aprovechando la misma, así como el regreso al festival de artistas de la talla de los cabezas de cartel, pero también de esas pequeñas propuestas del Sónar Dia, donde siempre han estado las apuestas más singulares frente al enfoque más pistero de la noche. Ahora, todo acompañado de un Sónar+D cada vez más ampliado, con cambios en el recinto de Fira Montjuïc (con una gran carpa para proteger el solazo que cada vez es peor en el Sónar Village).
Sin embargo, una cuestión que se vio en el festival y que también asienta tendencias, parece que común después de la pandemia, y no solo en el Sónar, es la de los propios artistas de empezar a pinchar pura ‘zapatilla’ siendo las 16:00 horas. Porque el público lo demanda —o como mínimo, como vimos, responde, y con ganas—. Mientras que en anteriores ediciones, sin irse muy lejos, la programación diaria musical empezaba a mediodía, con una tendencia de artistas a ir de menos a más, con un crecimiento progresivo de las actuaciones más pisteras (siempre acabando con alguna de cierre del Día que sería propia del Sónar Noche), esas quedan ahora para las salas. En el Village, que solía acoger además de djs —generalmente más suaves—, también propuestas más de ‘escucha’ como IDM o derivados, grupos instrumentales o hip hop por ejemplo. En esta edición, del jueves al sábado, desde el principio de la tarde lo que abundó en el Village, la zona al aire libre, fueron esas propuestas que podrían no desentonar con una sesión de madrugada.
Y por otra parte, lo que también sigue con la tendencia, en sintonía con públicos más masivas, es la consolidación de la escena urbana en el festival, que siempre se ha creído realmente lo de apostar por las tendencias del momento, combinándolo con artistas de la escena catalana, otros nacionales y las tradicionales confirmaciones de mayor envergadura. Un cartel, el de este año, por otra parte, bastante feminizado. O al menos de una forma holgadamente superior si se compara con otros macrofestivales. Y con una representación también considerable, para lo habitual, de artistas asiáticos (sobre todo japoneses). Y dicho esto, vamos con lo visto cada día.
Jueves
El jueves, la tradicional jornada en la que tan solo hay Sónar Día, tenía ya entre las tempranas actuaciones la de Marina Herlop. La catalana presentaba su último trabajo Pripyat (PAN, 2022), publicado en PAN, y que mostraba por qué. Aunque solo llegamos al final, ese disco de corte experimental se presentó con un directo que ejecutaron con una atractiva propuesta con secciones de cuerdas y viento, batería electrónica y esa parte vocal filtrada; una combinación que recuerda a gente como Holly Herndon. Y que con la puesta en escena gana mucho. Después llegó el turno del Sónar Complex, el auditorio para directos como el de Grievous Bodily Harmonics, donde Rian Treanor y Elias Merino se marcaron una actuación de puro sonido angular del que recuerda a Autechre, pero más melódico. Un agujero de fuerza y ritmos rotos en los que solo se veían luces difuminadas entre el humo del escenario. Fue de menos a más, con unos contrastes interesantes entre los graves y ese característico preset agudo de Rian Treanor. Conforme fue avanzando el directo fueron articulando melodías con más arpegios, después una percusión más intensa y finalmente todo junto para epatar en un cierre en seco.
Más tarde, el señor Daniel Lopatin, Oneohtrix Point Never, tuvo una buena actuación, aunque no una de las mejores que se le han visto por aquí como en anteriores Sónar. Con un directo de varias piezas grandes, dio rienda suelta a su parte más progresiva en la primera parte, para después ir pasando a ese post-todo que marcó a parte del vaporwave, y ese sonido triturador y grueso de Garden of Delete. No fue de menos a más, sino que fue intercalando en esas grandes piezas sus producciones, a veces con los sonidos retorcidos, después bajadas con tonos más ambientales, ese sonido más líquido… Hubo una parte más tranquila en el tramo medio del directo para acabar muy arriba, con grandes sacudidas como las de ‘Mutand Standard’.
En uno de los escenarios nuevos (Stage+D) actuaba Nosaj Thing presentando su Continua con Daito Manabe. Una de las actuaciones más interesantes del día. Como ya comentamos en su momento, con el álbum del año pasado, Nosaj Thing recuperó su mejor sonido; con profundidad, volviendo a un clásico dubstep en ese punto en el que se difuminan los límites con el future garage. Un directo inmersivo con las pantallas envolventes del escenario y las proyecciones escapistas de Manabe. Bastante bien. (Mientras tanto Bradley Zero y Moxie sacudiendo al personal en el Village). Y siguiendo con artistas asiáticos, también fue una cosa notable lo del productor de Hong Kong Soda Plains, una suerte de analogía asiática a los productores del UK Bass y derivados. Un sonido muy fresco, eufórico, combinando estridencias con mucha ración de ritmos rotos y breaks, mientras había proyecciones de anime. Pocos vocales, salvo al final, donde le acompañó una vocalista que aportó un final buenísimo, ella con una voz que ganaba con los efectos de eco, y él tirando de un Drum&Bass bastante acelerado.
Acabó la jornada Black Coffee con buen sabor de boca, con un house en su órbita, suave, con pequeños subidones, con mucho vocal, pero nada más allá de otras ocasiones. Aunque eso sí, había ganas de él y se notaba entre el público. Sesión correcta donde mostró su buen gusto. Pero nada extraordinario.
Viernes
Empezamos el viernes la jornada con el noruego Bendik Giske, que se marcó una gran actuación con su saxo, presentando su homónimo disco de este año. Sacándole rendimiento a un instrumento tan complejo y con tantos matices, en el que manejar la respiración, las diferentes tonalidades… Un tipo peculiar, ataviado con falda escocesa y sin camiseta, con un aspecto bastante rudo que contrasta, y mucho, con la finura que estaba exhibiendo. Un directo sin apenas paradas, todo seguido, con un gran despliegue, que dejó una calma, reduciendo el tono al final para embestir al acabar. Se llevó una merecida y sonora ovación. De las más en ese Sonar Hall. Todos subidos a la saxoneta.
Aunque si algo flipó aún más ese día y en ese escenario fue otro clásico Sónar, el veteranísimo Ryoji Ikeda. El productor japonés empezó ya ‘fuerte’, con su habitual pantallón en blanco y negro —aquello parecía el Canal+ codificado— y unas frecuencias muy bajas, acompañado del errático sonido del glitch. Fue la parte más experimental del directo, que no tardó mucho en romper ese sonido para ir ya formando una melodía más inteligible, con las primeras apariciones del bombo. Pero eso sí, manteniendo esos característicos bip, como si estuvieses dentro de una sala de control de chismes de comunicaciones. Frecuencias muy bajas, que fueron desapareciendo para que entrase ya el ritmo seco y potente, el aura de (Raster-)Noton. A eso es a lo que vamos al Sónar (Día). De repente empezó a sonar ese ‘ultratronics 04’ a lo robot kraftwerkiano, que cómo mejora en directo con unos equipos de sonido muy potentes. Piezas largas de 10-15 minutos con ambient techno seco como la mojama, después con ambient en capas secundarias… Experiencia tremenda. La sesión fue creciendo con más ritmos de fondo, otras más enfocadas en simples sacudidas con los visuales moviéndose según la frecuencia del ritmo. Y para acabar la pantalla se volvió colorida, con una parte de más glitch y frecuencias y menos músculo. Final con todo junto, cósmico.
Y ya para acabar la jornada en el Sónar Día, pues había que preparar el viaje al Sónar Noche para ver a Richard D. James, estuvimos con Lorenzo Senni, que tuvo el problema de actuar muy pronto, sabiendo que al aire libre los ritmos eran otros. Eso sí, empezó motivadísimo con su rescate a ese sonido progressive, característico suyo, y que inició menos dinámico, lo que podía augurar algo soporífero, pero no tardó nada en empezar a meter más caña, enchufando al público con sus aguijonazos digitales. Más rítmico y gente respondiendo.
Sónar Noche (viernes)
En la entrada del festival se hallaba Cardopusher metiendo ya un technarro para sacudir a un público que aún sin mucha gente iba llenando el espacio para ver a Aphex Twin. Lo suyo fue un set más propio de las 5 de la madrugada que no de las 21 y algo que eran. Aunque entendible y coherente con la zapatilla constante del Village en Sónar Día. Apostó por ese mojamazo y dejó de lado esas grandes remezclas que tiene que aúnan techno con temas latinos.
Lo de Aphex Twin
El irlandés sale poco de gira. Hay que aprovechar antes de que vuelva a encerrarse. La última vez que actuó en el Sónar fue en 2011. Después pasó por el Primavera Sound en 2017. Siempre con la duda de si puede tocar cara o cruz, con algún set en el que se encierre en ritmos ininteligibles, lo suyo fue espectacular. Mágico. Un regalo para cualquier seguidor del irlandés. El porqué es sencillo, pinchó más temas suyos de los habituales, que suelen ser pocos, independientemente de que vaya jugando con los sonidos que caracterizan su sonido. Sonó, por ejemplo ‘Xtal’, lo que ya fue alucinante, pero el cierre fue una cosa todavía más alucinante. También cayeron temas de la serie Analord y Analogue Bubblebath como AFX y alguno de aquellos que publicó en soundcloud tras su regreso con temas sin publicar. En el plano visual también fue potente, con un gran cubo sobre él, con proyecciones, pero esta vez sin ya el clásico enfoque de gente del público para el trolleo. Solo su tradicional cara deformada.
Así que allí estaba él, despertando ya el fervor cuando el logo empezaba a aparecer sobre el cubo, con él escondido bajo dos grandes placas. Empezó fuerte, con distorsiones y ruido para ir metiendo bases de techno suave con recursos habituales en sus producciones ambientales. Juguetes deconstruidos entre los que iba metiendo Nitzer Ebb o antiguayas pesadas y muy pegadizas en directo como el ‘Odd Flute’ de Trance Trax. Como un niño, iba adentrando al personal en su mundo de cacofonías, referencias escondidas que solo la inteligencia colectiva de internet puede encontrar, hasta que empezaban a aparecer recursos más reconocibles como de repente ‘Xtal’. Delirio y gritos. Nadie esperaba que tocara uno de los temas sagrados del primer Selected Ambient Works. No la dejó sonar entera ni en su tempo original, porque eso sería la fantasía de cualquier acérrimo. Pero era un set y era la noche. También sonó ‘34.5 p.e’ de aquellas inéditas de hace unos años.
Después iba subiendo y bajando el ritmo, a veces dejando amagos del sonido de Analogue Bubblebath o incluso Windowlicker, pero no llegaban. Y fue hinchando la bola, lo salvaje, partes de drill’n’bass, de breaks muy pesados. Y después volvía a colchones ambientales y efectos propios, mientras muchos pensaban “¿está sonando esta?”. Mientras muchos durante la noche pensaban en los warm up, en el subidón fácil, iba metiendo detalles, aristas, muchos matices, a veces con ritmos del dubstep viejo, otras con sonidos delirantes que seguramente vendrán de esas bibliotecas olvidadas del acid de principios de los 90s o finales 80s. Un tramo medio en el que fue experimentando con sonidos para después ya entregar esos regalos como escuchar en directo ‘Boxing Day’ de AFX, con ese bassline sencillo y el acid melódico reverberando. Y la última media hora fue lo más, conducida por la belleza de otra de AFX, ‘Reunion 2’, dejando su parte ambiental y acid. No siempre se escucha esto en directo. De ese clásico fue yéndose a un acidorro retorcido, a unos breaks ya totalmente desbocados, casi cacofónicos, machacando al público. Y de entre el estruendo ya se veía que aquello había que acabarlo a lo grande para culminar. Se fue con algo inimaginable, con ‘Mt Saint Michel + Saint Michaels’. Yo mismo iba pensando para mis adentros un “no será capaz de pinchar esto…”. Volver al drukQs (Warp, 2001) siempre es un acierto, como ya recordamos. Y ahí quedó, con ese final apoteósico que nos dejó afónicos de la sorpresa y la euforia. Dónde sino, si no es en el 30 aniversario del Sónar. La ocasión era especial. Todos (los feligreses) contentos.
Pasado el hito, Fever Ray ofrecieron un notable concierto la parte que estuvimos, aunque clásicos como ‘Triangle Walks’ sonaron al principio, nos dijeron por pinganillo. Durante la media hora final, sobre todo fue el momento de darle caña al último trabajo con jitazos como ‘Even it Out’. Todo potenciado por la banda que llevaba en directo: más sonido, más matices y más intensidad. Y sonando más pistero que en estudio. Esta vez Karin Dreijer nos resarció al menos a aquellos que vimos frustrado aquél directo de The Knife en el Primavera Sound, que fue más una performance en directo. Todo correcto y en su sitio, o mejor. Cerraron con la vikinga, que deja un poco frío, pero gustó a muchos. Y después fue el turno de Bicep, que prácticamente se tocaron todo lo que el personal pedía, los hits que han pergeñado hasta ahora. Un directo eléctrico, en el que no solo rescataron su segundo LP, también el debut. ‘Aura’, ‘Glue’, ‘Atlas’… Hits asegurados que entran fácil y que junto a unas proyecciones coloridas, acorde a la música, dejaron muy buen rollo. Con un final en el que se dejaron caer más por más sonido inglés a lo UK Bass, con algo de bombos ácidos y campiña inglesa. Bien.
Conforme avanzaba la noche iba siendo el turno de algunos B2B, como el de Ame y Marcel Dettman, el primero intentando apostar más por sonidos y detalles, con el segundo soltando su turno más technazo para sacudir a los asistentes. También fue interesante y más estiloso el de Kode9 con Sherelle, con remezclas divertidas como las del ‘Groove Is In The Heart’ de Deee-Lite, pero sobre todo cuando se ponían con lo suyo, los ritmos rotos. Sherelle apostaba por alguna revolución menos, y Kode9 con ritmos más marcados que iban entrando en terreno casi footwork, con el suelo ardiendo. Por su parte Peggy Gou no se calentó demasiado la cabeza, tiró de techno fácil y más clasicón, no todo el tiempo zapatilleo, pero sí con variedad. Quizá ya con ese aura de estrella, sin complicarse mucho, pero con un set de zona de confort, efectivo, leyendo el momento. Acabó con alguna producción propia.
Y para cerrar, mientras que DJ Marky & MC GQ, clásicos del Drum’n’Bass, empezaron a tope resquebrajando los ritmos, la pareja formada por ISAbella y Roza Terenzi dejó con pocas sensaciones. Por separado sus producciones son muy buenas, pero juntas tiraron de un techno o electro cómodo, en corto y al pie, a veces dando la sensación de un poco desganado, con algún tema más popero que descuadraba. Aunque buen rollo al final en el Sónar Pub al aire libre con ese ‘Bailando’ de Paradisio que pincharon. Buenas vibras, si es petardeo de calidad, el tema cambia.
Sábado
Después de dos días el cuerpo siempre pide tregua el sábado. Pero Toccororo no iba a dejarlo con una sesión enérgica de buena tarde, como habían sido los días anteriores, eso sí también más performativo, y con alguna remezcla interesante desde Underworld a Shakira. Como ya la premisa es empezar arriba, la sesión de Nick León, más house, parecía que dejaba un poco más frío. Pero era a su vez una apuesta más coherente con la hora (en época prepandemia). Y lo que después dejó gran sabor de boca en el Sónar Día fue lo de la tunecina Deena Abdelwahed. Presentó en directo en el Sónar Hall su segundo largo, Jbal Rrsas, que llegará en agosto, y fue una auténtica delicia. Con ese sonido folclórico, africano, acompañada de otro músico que se encargaba de los mpc’s y una de esas extrañas guitarras de otros continentes, construyeron un directo de electrónica hipnótico y seductor, con ese instrumento raro dibujando arpegios que después iba repitiendo en modo loop, mientras Abdelwahed vomitaba las bases desde su software. Una propuesta muy mecánica, en la que la artista también cantó y gritó, enchufando a un público que recibió muy bien el disco. Su compañero también llegó a improvisar y sacaron un live tan exótico como interesante, con unos visuales muy llamativos. Futuro disco obligatorio.
Sónar Noche (sábado)
La última noche del festival empezó con Eric Prydz y su Holo. El resumen corto podría ser que mucho lirili y poco lerele, aunque en su defensa hay que decir que visualmente el tema estaba bien, con proyecciones y figuras imponentes, pero en lo musical había muy poco que rascar. Una sesión de EDM ramplón, lleno de mil lugares comunes. Tan comunes que parecía que se había dejado un loop marcado que utilizó durante una hora. Podría haberse ido a cenar mientras dejaba los visuales. Nadie lo hubiera notado. Más sugestivo a nivel musical, aunque con menos gente, Koreless. La parte que vimos de su propuesta parecía que la iba desarrollando lentamente, con una IDM marciana de sonidos orgánicos, a la que costaba ir entrando, y que al final fue formando una melodía con algún ritmo roto de UK Bass y vocales difuminados. Eso sí, para acabar sí se soltó con algo más de propuesta pistera, con contraste de sonidos y gusto por el garage.
Aunque más inspirada estuvo Anz, con una propuesta excelsa en la que combinó remezclas como el Satisfaction de Benny Benassi con mucho de esa tendencia británica del Bass en sus distintas variantes. Había dinamismo, momentos para ritmos endiablados que casi se iban al juke, también sonidos luminosos… Aquello sí era una sesión viva y de muchos matices, al contrario que otras más comodonas que se iban viendo en puntos comunes de technorro sin personalidad. Muy efectiva, nos llevó por momentos a la campiña inglesa post-ravera. Puso patas arriba el Sónar Lab. Y otros que sorprendieron, y (muy) para bien, fueron Tiga y Cora Novoa. Tiraron de techno de combate, pero no solo eso, sino del tristemente fallecido y olvidado electroclash al que Tiga también profesaba devoción. Soltó por allí pepinazos como remezclas de su ‘Mind Dimention’ o potentísimas versiones del ‘You Gonna Want Me’, con un musculazo a Vitalic que hasta hicieron que echáramos de menos aquello. Por el Dia, Tiga ya había soltado junto a 2Many Djs un ‘Emerge’ de Fischerspooner. Era un aperitivo para la noche.
Y la española Cora Novoa, muy bien. Se le veía por la cara esa felicidad de compartir platos con un clásico, y también disfrutando. Se compenetró muy bien con Tiga y supo no solo llevarle el ritmo sino contestarle con OPAs hostiles en forma de cortes más intensos, pero sin llegar a pasarse. Y cosas de siempre, hay solapes dolorosos. Este lo fue con el nipón Wata Igarashi, que ofreció un directo muy bien cohesionado, con un techno más cerebral, repleto de matices sonoros, más psicodélico en la parte que vimos, y que daban a la sesión un toque de sofisticación y ritmo, sin tirar tanto de bombos gordos, pero sí de sonidos elocuentes, vibrantes. Capas de arquitectura sonora mesmerizante pero igualmente buena para la pista de baile. Aguantó muy bien el ritmo a Anz con una propuesta muy diferente. Chapó.
Hay que reconocer también que en otro nivel estuvo lo de Call Super con Sedef Adasi, como era previsible. Frente a la hegemonía de techno tan burrote desde el principio del festival, la suya fue esa sesión tremendamente divertida, variada, con toques de electrónica vintage, más anticuada, pero que bien trabajada sirve igual al momento de euforia de la noche. Captaron el estado del momento y se pudo escuchar house de señorío vocal. Un set muy luminoso y tremendamente dinámico, rápido. Pasando de un lugar a otro sin pestañear. Lo suyo sí fue una apuesta arriesgada entre la zona de confort. Su problema, pues coincidir con Richie Hawtin, que para bien de todos optó por sacar a pasear el espíritu de Detroit y no el de ese minimal de ‘caniqueo’. Primero sin visuales y después con un color rojo, muy sobrio, como su sesión, ofreció techno sin contemplaciones, controlado. Sin adornos ni fisuras. Todo el entorno retumbaba por el arreón de este auténtico titán. Cuando quiere y deja lejos esa chistosa cuenta de Richie Flawtin de otros tiempos de twitter, hay pocos como él. Techno regio y minimalista pero con recursos sonoros que le daban un plus. Bravo.
Y para finalizar, cierre con Don Ángel Molina. Como decían en el festival, “30 años de Sónar, 30 años de Angel Molina”. Estuvo en la primera edición y no faltó a la efeméride, cumpliendo con un techno depurado, pero tirando de sonidos más gruesos al principio, quizá consciente del momento del público. Elegancia a los platos con distorsiones varias que después llevó a sonidos de más texturas. El cierre correcto frente al hard techno de Amelie Lens, que incluso llegó a soltar algo de hardcore literalmente. En fin, mucho Sónar. Y de fondo, mucha política por la diversidad, la libertad y el sentimiento de comunidad (así como la autodestrucción jubilosa, que decía Niño de Elche).