Pocas bandas han sido tan divisivas en el seno de esta, vuestra querida Hipersónica, como lo han sido The Mars Volta, siguiendo también la misma conversación divisiva que el resto del mundo ha tenido con ellos. Las características de su estrambótico sonido les hacía material de nicho, pero en su apogeo trascendieron bastante esos rincones específicos, acrecentando las reacciones divisivas hasta el punto de tornarse discursos ideológicos. Tomar partido sobre el grupo era establecer una conclusión definitiva sobre qué debía ser la música.
Una rigidez de discursos que se contrapone radicalmente a un sonido que siempre ha sido libre y mutante, aunque anclado en pilares como un post-hardcore deformado hasta volverse una creación cronebergiana y un rock progresivo tan enérgico como desafiante a los puristas. Omar Rodríguez-López y Cedric Bixler-Zavala hicieron suyo el inconformismo sin miedo ni a detractores, ni tampoco a quemar a sus propios aduladores, haciendo de cada disco un replanteamiento de todo lo que ya habían hecho antes. En ocasiones hasta una huida hacia adelante.
Esta constante reinvención y obsesión con la experimentación, unido a la propia hiperactividad de Rodríguez-López en solitario, llevaron al grupo a un punto de ruptura que demandaba un parón, una reconsideración de prioridades hasta regresar más cambiados que nunca. Con motivo del estreno oficial de su nuevo disco, repasamos una vez más la evolución de uno de los grupos más idiosincráticos y complejos hasta la irritación que más han destacado durante este siglo.
De-Loused In the Comatorium (2003): el talento que At The Drive-In no podía dar salida
Las diferencias entre este dúo con el resto de miembros de At The Drive-In y su excesivo consumo de drogas favorecieron la muerte del mítico grupo, algo que algunos nunca les perdonaron. Su nueva aventura sería una oportunidad de revolucionar todo lo que habían tocado previamente, incluido el dub abstracto de De Facto. Con las contribuciones esenciales de un importante colaborador en estas primeras etapas como era Jeremy Michael Ward, desarrollaron la historia de Cerpin Taxt, un hombre que sufre una sobredosis de morfina y entra en un coma donde ve visiones reveladoras sobre su mente y el mundo. Una semana después despierta y el mundo en él que vive le parece muy banal y se acaba quitando la vida.
Ward fue lo más parecido a una figura que dialogase más directamente con Cedric y Omar, que estaban dispuestos a desprenderse de cualquiera que nos les siguiese en su libre fluir creativo, o incluso no estuviesen en sintonía ideológica. Incluyendo desprenderse de una bajista por el mero hecho de incluir en sus partituras una anotación que le recordase “tocar esta parte con sentimiento”.
Lejos de lo que muchos de sus detractores han defendido históricamente, The Mars Volta no han nacido y muerto en lo estrictamente cerebral, aunque hayan intentado llegar a los extremos más absurdos de la abstracción. Su manera de llegar a ello siempre ha estado propulsado por una manera de tocar muy desde las entrañas, y De-Loused In the Comatorium lo recogió como pocos. Momentos explosivos con instrumentos sin control intercalados por pasajes más tranquilos y muy bien estructurados. Riffs poderosos, pasajes muy variopintos con influencia de música latina y free-jazz.
El músculo de la producción de Rick Rubin ayuda a mantener la sensación de que aún tienen los pies en la tierra, pero el bombardeo de ideas está alcanzando un plano que no podían abordar desde las construcciones puras de un género. El propio disco muestra la evolución en tiempo real de un talento que aún puede cortar como un cuchillo en ‘Inertiatic ESP’, pero puede flotar libremente en nuevos estados de la materia sin dejar de sonar épicos en la conclusión ‘Take the Veil Cerpin Taxt’. A día de hoy sigue siendo una obra inabarcable, dejando transpirar unas ideas increíbles aunque también abrumadoras.
Tier: SupraExcel
Frances the Mute (2005): el fantasma de las drogas
Tras una orgía de aclamación y éxito con su nueva aventura, les asoló una devastadora noticia. Su miembro y gran amigo, Jeremy Michael Ward, fue hallado muerto por una sobredosis de heroína. Tras la perdida, Omar y Cedric se quedaron impactados y cesaron en su consumo de drogas fuertes. No por ello The Mars Volta cesó en su empeño de evocar la experiencia más lisérgica posible con su música.
Esta vez producido por el propio Omar en solitario y empleando varios de los escritos recogidos en un diario perteneciente a Ward para componer las letras, Frances the Mute crea una experiencia mucho más desatada, más latina y descomunal, si bien no más redonda. La fuerza y la explosividad punk pierden aquí un poco de presencia en piezas donde solo una baja de los 10 minutos de extensión, primando la libertad y la espontaneidad al grabar cada músico por separado sin un verdadero contexto de lo que el resto estaba realizando, aunque siempre con cierta guía.
Esto no causa incoherencia ni tampoco un dislate estomagante. Ni tampoco una obra distante por su propio ensimismamiento del que no puede evitar enamorarse. Frances the Mute sigue resaltando por esa sensación espectral que contagia cada rincón del disco, y sirve de exaltación del duelo que la banda (ellos dos) estaba pasando. De ahí que siga en una maestría asombrosa.
Tier: Excel