Desde que se formaron en 2007, el nombre de The Pains of Being Pure At Heart ha estado cada vez más en boga. Poco a poco, single tras single y pasito a paso, la banda se ha ganado la fama de los corrillos indiepop. Normal: hasta cierto punto era lógico que se tratase con cariño a un grupo que recogía lo mejor de la herencia noise-pop con buen tino y canciones deliciosas.
Claro que no es lo mismo foguearse en formato corto, donde los hits brillan más y los resbalones (si los hay) pasan por boutades que pelearse con un disco. La prueba de fuego que tenían por delante era de órdago. Para los neoyorquinos, jovencísimos y perfectos en las fotos Alex, Kip, Kurt y Peggy la dificultad era igualar los hits de los singles previos y no perder fuelle en ningún momento. Demasiado peligro para cualquier debutante, por muy pizpireto que quiera mostrarse.
¿Y bien? ¿Prueba conseguida?