Tier 11 de febrero: charo con pulpo
Los discos de la semana, ordenados en cómodo ranking para que no tengas que pensar
Hi, personicas:
Nueva semana, nueva tier.
EXCEL
Pumuky - No sueltes lo efímero
género: nuestro postrockshoegaze canario favorito de cada diez años
A Pumuky los queremos mucho. No vamos a gastar ni un segundo en intentar aparentar lo contrario. Los queremos como quieres a aquel primo lejano con el que pasabas alguna semana en verano y luego perdiste de vista. Ahora solo lo ves en la comida familiar que organizan tus tíos cada 2-3 años, pero su mera presencia te llena el alma y la memoria de momentos alegres.
Jair y Noé Ramírez llevaban diez años sin entregarnos un nuevo LP. Es cierto que por el camino hubo alguna colaboración y un notabilísimo EP, pero nadie nos quitaba de encima esa sensación de orfandad, de abandono. Hasta hoy (bueno, para vosotros hasta el 28 de febrero, pero estamos encantados de poneros los dientes largos). No sueltes lo efímero es un disco mayúsculo. Grabado con Raúl Pérez y mezclado por un tal Rafael Antón Irisarri, sus adelantos ya daban fe de que se cocinaba un trabajo inapelable, lleno de contundencia y, sobre todo, de infinita emoción.
Encontramos vulnerabilidad, profundo amor en 'Terriblemente bello'. Guitarras mejor afiladas que nunca en 'Si no sabemos dónde ir' (no vayáis a ningún lado, quedaos a vivir en esta canción). La bienvenida a la derrota, siempre mil veces más atractiva que esa cultura del éxito, en 'Escapismo o barbarie' y el abrazo a la delicadeza de 'Hablando con los animales'. Una colección de canciones fascinante, conmovedoras, palminantes y turbadoras. Un trabajo que, ahora mismo, nos hace creer que por más años que hayan pasado, Pumuky nunca habían estado en tan buena forma como ahora. (Chou)
(El disco se publica el próximo 28 de febrero)
Squid - Cowards
género: el futuro es perfecto porque el futuro es la muerte
En sus muchas entrevistas concedidas durante las últimas semanas, Squid explican cuál es el concepto central de Cowards, su tercer disco: el mal y su ubicuidad. Esto es evidente en 'Crispy Skin' —"am I the bad one? Yes, I am— y en 'Fieldworks II' —"If you remind me, I’m evil too, I'm evil too"— pero se despliega de forma más o menos sutil en el resto de sus canciones. Allá donde Green Bright Field y O Monolith lidiaban con la ansiedad y sus consecuencias, Cowards se fija el mal y en su banalización.
La explicación es interesante, pero insuficiente. Cowards verbaliza a través de la maldad otro tipo de obsesión: las personas y su responsabilidad en el mal. Si en sus dos primeros discos Squid parecían apesumbrados por los espacios y los lugares físicos que habitamos —la sede de una farmacéutica, las ciudades—, en Cowards ponen en el centro por primera vez a las personas que les rodean. Es decir, a nosotros humanos practicando el mal.
Se trata de un punto de partida más reflexivo y complejo. De forma llamativa, Squid eligen contarlo bajando las revoluciones de su música. Cowards es su disco menos intenso y más accesible, también uno en el que la producción juega un rol menos importante. La extrañeza y la inquietud llegan aquí mediante otros elementos: los arreglos de cuerdas —omnipresentes—, los pianos, los vientos, los clavicordios y... los silencios. En su tercer disco, Squid se han parado a mirar sus canciones y han decidido que sus historias quizá demandaban otro tipo de aproximación.
Así, 'Fieldworks II' se construye sobre un clavicordio en lugar de sobre dos guitarras "porque sonaban demasiado a U2". Así, 'Blood on the Boulders' o 'Cowards' se sostienen sobre instrumentaciones mínimas, aireadas, mucho más sensoriales y menos intervencionistas que las canciones de sus trabajos previos. Y así, 'Crispy Skin', una distopía sobre un futuro caníbal inspirada en Cadáver exquisito, el libro de Agustina Bazterrica, recurre a las guitarras solo como contrapunto, nunca como lenguaje vehicular.
Esta suerte de minimalismo, de esencialismo, aproxima a Squid a grupos antaño más en segundo plano en su abanico de referencias —Wire—, les lleva de viaje por el mundo —Japón, California— y les deja mucho más desnudos ante el oyente, más frágiles, atributos nobles pero también arriesgados. Cowards carece de puntos de agarre claros más allá de 'Crispy Skin'. Despojados de sus estridencias y de las capas y capas de sonidos que avasallaban en O Monolith, ¿qué queda de Squid?
Queda la desesperanza, la bajona, y queda un grupo que sigue empeñado en escapar a cualquier categorización y clasificación. Todas las ideas y canciones de Cowards confluyen como ocho afluentes en el río gigantesco e insondable que es 'Well Met', la bellísima alegoría sobre el fin de los tiempos y La Inundación Bíblica que a corto plazo acabará con todos nosotros. Un apocalipsis cotidiano, un mal banal y un grupo que cada vez necesita menos recursos para contar cosas más difíciles, más emocionantes y más brillantes.
Si hay algiuen con una mejor racha de tres discos en este siglo, que baje Dios y lo vea. (Mohorte)