Tier list 16 de agosto: el retorno
Los discos de la semana, ordenados en cómodo ranking para que no tengas que pensar
Hi, personicas:
Nueva semana, nueva tier, que además llevamos un mes parados y estaréis pensando todos que menudos putos vagos y jetas, cobraros por nada. Pues no: hoy volvemos al ritmo habitual, cada semana con los discos ordenados en cómodo ranking para que no tengáis que pensar. Y para que si no estáis de acuerdo podáis cambiar de opinión, que luego vais por la vida diciendo unas cosas que… en fin…
Directo al Excel
JPEGMAFIA & Danny Brown - Scaring the Hoes: DLC Pack
Género: excusa para pillar el Game Pass
Vamos a pecar de obvios después de poner por las nubes el Scaring the Hoes del combo JPEGMAFIA y Danny Brown, que el sector de Rimas a paladas de Hipersónica tiene en discusión para disco del año en el hipihop. Sí, este EP nuevo del dúo cae en una nueva tendencia donde los temas descartados que iban como bonus tracks en ediciones deluxe ahora son estrenados como trabajos aparte para darles un poco más de pompa. Pero al menos tienen el suficiente sentido del humor para llamarlo DLC.
Lo bueno de Scaring the Hoes: DLC Pack es que es perfectamente complementario al LP. Menos kamikaze y agresivo, los cuatro cortes de Peggy y Brown mantienen su magia, que se sustenta en la producción del primero y su química como MCs. Pero aquí exploran los rincones más suaves y seductores que aparecían puntualmente en el disco largo, evidenciando todo el potencial que su asociación tiene y que ojalá podamos escuchar en más ocasiones futuras. (Black Gallego)
The Clientele – I Am Not There Anymore
Género: Exploraciones psiquiátricas de la psicodelia con llagas
Que declaración de intenciones tan rotunda que The Clientele abran con Fables of The Silverlink. Ellos, que siempre han sido desestimados como indie-pop sencillo (unos Belle & Sebastian meh, según los detractores) entretejen una sinfonía de 8 minutos lisérgicos, repletita hasta el borde de ácido de un San Francisco donde puedes llevar flores en el pelo si no te las has comido antes. Voz femenina, brotes jazzy en una percusión que quiere fugarse hacia la electrónica, arreglos Foreverchangeables y una sensibilidad exquisita para parecer de hoy sin disimular lo muchísimo que te enamoraste del ayer.
Se sabe rápido que este disco va a ser especial, pero el trayecto dentro de él confirma que además es una cumbre.
"Todas las cosas hermosas son opacas" revolotea el verso por ahí. Y es otra hermosa declaración de intenciones: la sencillez se puede retorcer todo lo necesario y cuanto menos claras son las canciones de I Am Not There Anymore, un disco todo el rato pensado para decirle a su oyente habitual "si no te gusta, esta es tu oportunidad de bajarte del tren", mejor funcionan.
Confrontados a su habitual manera de escribir pop, donde la melancolía se escribía en renglones bien rectos, aquí The Clientele apuestan por los más torcidos posibles: los estribillos se agolpan hasta desaparecer, la psicodelia emerge desde lo hipnótico ('Dying in May', todas las apariciones de María) y en 62 minutos de nada hay un buen puñado de canciones opacas; y hermosas por ello mismo.
Es más que psicodelia. A veces The Clientele despliegan redes postpop, como en Conjuring Summer In. Contribuye a esa sensación también la cantidad de cortes de transición, como si este fuera un disco de hip-hop en el que los skits importan tanto como las canciones.
Al final, Alasdair MacLean y sus colegas llevan una carrera entera dedicados a reivindicarse, mientras aquellos con quienes se les comparaba ya son sólo herramientas de los arcontes. Dice el propio MacLean que pasarse 7 años sin publicar nada tenía sentido: ""*Hemos hecho unos cuantos discos, y ya llevamos un tiempo, y no parecía tener mucho sentido hacer un disco a menos que tuviera ideas nuevas y que las ideas fueran buenas. Y, según mi experiencia, las mejores ideas surgen cuando esperas a que lleguen, en lugar de intentar atraparlas. Eso puede llevar meses, o años, en realidad. Y en este caso, así fue*". Esperaremos siete años más si es necesario, porque I Am Not There Anymore nos va a durar muchísimo más que eso. (probertoj)
Discos que SÍ
Guided By Voices – Welshpool Frillies
Género: Tu Puto Padre
De Guided By Voices es inevitable creer que las mejores canciones son las que escondían la épica rock tras una corriente de bajísima fidelidad. La pasión de Robert Pollard por los Who, ampliamente publicitada durante años, cristalizaba un montón de veces en temarrales de rock expansivo y contagioso.
Y es injusto que su prolongadísima y aún más abigarrada carrera se haya convertido en un meme, incluso para los que, como aquí, le expresamos admiración. Porque pasará que Pollard se muera y entonces muchos entonen aquello de “hay muchos más discos buenos más allá de los tres que todo el mundo cita”. Que, además, hayan tenido tramos peores sólo debería impulsar aún más la valoración de discos como Welshpool Frillies. Es bueno, es divertido, es disfrutable, está inspiradisimo (y no es el único de su tanda mas reciente).
Y, sobre todo, es muy emocionante. Música vieja joven. (probertoj)
Snõõper - Super Snõõper
Género: garage punk asacoputo
Apenas una canción de más de dos minutos. Casi quince cortes y no se llega a los 25 minutos en total. Sí, tenemos todo un disco de punk entre manos. Garagero, de los que nos molan bastante. Californiano en espíritu, aunque venga de Nashville, y puramente juvenil en cada uno de sus cortes. Sí, hay motivos para engancharse a un grupo como Snõõper.
¿Es casi todo el rato el mismo tono y hasta la misma canción? Es posible, es. También es que no llegas a aburrirte demasiado porque se ha acabado antes de esa eventualidad. En el camino, los guitarrazos más de subidón, los ritmos que quieren amagar con lo surfero, las voces rabiosas y juguetonas al mismo tiempo. Super Snõõper va tan a toda hostia que a veces convence sólo con eso. (Black Gallego)
Blur - The Ballad of Darren
Género: PPTs hechas a toda prisa para cumplir el plazo que acaban gustando a los jefes
Fingir que somos jóvenes cuando hace tiempo que se nos pasó el arroz no tiene sentido: nadie debería querer ser el meme del señor Burns con su gorrita. Pero el riesgo está ahí, lo vemos a diario. Lo hemos visto quienes nos hemos hecho cuarentones en la década pasada: gente de nuestra edad asumiendo que su única oportunidad de seguir siendo relevante era sumarse acríticamente a todos los carros culturales (e incluso lingüisticos) de la generación joven.
En un modo de ensoñación colectiva, Blur podían haber decidido que sus conciertos están llenos de gente que nunca se hizo mayor y, por tanto, pensar que ellos tampoco lo han hecho. Ese riesgo, que les dejaría ridículos a los pies de nuestros caballos, no fue lo que mató el horroroso The Magic Whip (un disco que hablaba del ennui del mundo postmo desde la perspectiva de quien viaja mucho porque es rico; cuesta imaginar algo que dé más pereza), pero sí que asoma un par de veces en The Ballad of Darren: en el saltarín inicio de St. Charles Square (incluido un "Oi!" digno de 'Parklife') y en esa 'Barbaric' estupendísima.
Afortunadamente, unos Blur sometidos a su propia presión temporal (al contrario que en The Magic Whip, aquí tuvieron que grabar y componer el disco a toda hostia porque no lo tenían pensado y, en plena improvisación, decidieron que mejor si llegaban a tiempo de publicarlo antes de empezar la nueva gira de re-reunión) decidieron no fingir demasiado. La clave quizás esté en el sentimiento de la propia 'Barbaric': "He perdido la sensación de que jamás iba a perder".
Se hace raro ver a Blur entonar eso, ellos que siempre han parecido unos pijazos de cuidado, pero desde luego esta temática encajará mejor con los que fueron sus fieles fans (porque sí, Blur fueron un fenómeno de fans también aquí) que a) fingir que sigues pudiendo ponerte hasta las trancas todas las noches y ligar como sea o b) entonar canciones de rico. Cuando aprendes que no eras inmune y que también serás un fracasado (en mayor o menor medida, pero alguna vez lo serás: es sólo cuestión de tiempo), llega el momento de mirar adentro. O, en palabras de Damon Albarn, ahí llega la balada: can’t you see when the ballad comes for you.1