Las cincuenta mejores canciones de Bob Dylan (II)
Y al final de todo, la playlist
25. Things Have Changed (2000)
Y llegó 2001 y Dylan ganó un Oscar, el reconocimiento más extraño posible para uno de esos músicos que cuando llegan a la ceremonia siempre parecen haber caído por casualidad. Un “pasaba por aquí” convertido en estatuilla, o a veces ni eso, como ocurrió con Elliot Smith cuatro años antes.
‘Wonder Boys’ le dio la posibilidad al viejo Dylan de capturar el espíritu de aquellos a los que ya empieza a darles todo un poco igual. Demasiadas peleas y esto ya no tiene solución:
People are crazy and times are strange
I’m locked in tight, I’m out of range
I used to care, but things have changed
Cuando hasta el sexo y el amor sólo sirven para confundirte, quizás lo mejor sea ponerte la coraza: no, no se puede ganar con una mano perdedora. Y lo canta con la mejor de todas sus voces achacosas.
24. If Not For You (New Morning, 1970)
Como le ocurre a ‘The man in Me’, a ‘If Not For You’ casi se le reconoce más por lo que ha sido en manos de otros (en este caso de George Harrison en su All Things Must Pass) que por su propia condición. Vivir en el mejor de los dos discos de Dylan de 1970 (o en el menos malo, que dirían otros; no me lo parece, creo que es de los que mejor envejece) no parece razón suficiente para reconocer la maravillosa sencillez que se esconde en esta simple canción de amor.
Un Dylan firmemente anclado en el country construye con sencillez un pequeño edificio de “lo bonito”. Funciona tan bien como siempre, como lo hacen el resto de sus rendiciones a entender el amor y contarlo como la gente normal:
If not for you, my sky would fall,
rain would gather to
If not for you,
I’d be nowhere at all
I’d be lost,
if not for you
La pedal steel, el ritmo, los tintineos, las voces claramente románticas… Sí, George Harrison lo dulcificó y sublimó la parte “normal”, el baladón pop que existía allí. Pero no es muy diferente a la manera de afrontar la canción que Dylan le dio.
Dylan, por si lo dudáis, también puede enamoraros.
23. Not Dark Yet (Time Out of Mind, 1997)
‘Not dark yet’ roba la escena, por decirlo al modo cinematográfico. Es la canción que se llevó todas las miradas en el estreno de Time Out Of Mind, a pesar de que por allí había otras, como ya hemos visto, que también apuntaban muy alto. Seguramente tuvo que ver que los seis minutos y medio de ésta fueran a la vez placidez y tono crepuscular. El paisaje de guitarras está engarzado a una atmósfera de adiós tranquilo, que se remata al final de cada estrofa con ese “aún no se ha puesto oscuro, pero ya queda poco”.
El Dylan maduro, más nasal, conecta con su voz a esa sensación en la que ya no hay mucho por lo que sufrir, ya hemos perdido la partida en algunas cosas y la hemos ganado en las demás (si ha habido suerte). Dylan, más viejuno que nunca para algunos, se aferra a la emoción calmada como medio para decir que los tiempos siguen cambiando, y puede que esta vez nos dejen fuera y no nos acabe de importar.
22. My Back Pages (Another Side of Bob Dylan, 1964)
Y ahora el reverso de la anterior, escrita más de 30 años antes. ¿Era Dylan un arrepentido de sí mismo cuando cantaba ‘My Back Pages’ y se lamentaba con ese absolutamente clásico “ah, pero yo era mucho más viejo entonces, ahora soy mucho más joven”? Así se ha visto de manera habitual entre quienes leen entre líneas. Y todo cuadra con estrofas como:
“Yes, my guard stood hard when abstract threats,
too noble to neglect, deceived me into thinking
I had something to protect”
Pero la canción va más allá: en las páginas que ya hemos pasado, en las que a menudo escondemos de nuestras vidas, hay errores remarcables, tonterías que no se nos quitan y mucha, mucha incomprensión hacia los demás. Y, sin embargo, algo de empatía nunca viene mal: hasta te hace más joven. Bravo por él, por su fraseo inconfundible, su guitarra semi-escondida y bravo por los Byrds.
21. You’re a Big Girl Now (Blood On The Tracks, 1974)
A Dylan, Blood on The Tracks le llega cuando todo está a punto de irse al garete. Y por todo me refiero a su vida sentimental, a su matrimonio con esa Sad Eyed Lady of The Lowlands que durante un tiempo fue fundamental no sólo en su vida, sino también su creatividad. Con Sarah a punto de separarse de él, la situación ya es insostenible aunque aún no se haya terminado. Y ésa es la leña que se echa a la chimenea de su disco de 1975.
Our conversation was short and sweet
It nearly swept me off-a my feet
And I’m back in the rain, oh, oh
And you are on dry land
You made it there somehow
You’re a big girl now.
Plantado en mitad de la tormenta, sin tener claro a dónde ir y sabiendo que ella se ha ido y ya está en tierra firme, en terreno seco, el Dylan de ‘You’re a Big Girl Now’ es uno que, al verla por la calle, siente como si alguien estuviese usando un sacacorchos con su corazón. Todo se ha roto, eso está claro, pero ni aún así puede evitar preguntarse si, en realidad, no seguirá enamorado de ella y si no estará haciendo el canelo.
Frente al vitriolo de ‘Idiot Wind’, ‘You’re a Big Girl Now’ es una gran demostración de que, en cualquier ruptura, todo el mundo pierde. La vida mata y las súplicas tienen sabor a hiel, por mucho que estén adornadas por una de las mejores guitarras españolas que Dylan haya usado jamás:
I can change, I swear, oh, oh
See what you can do
I can make it through
You can make it too
20. It’s All Over Now, Baby Blue (Bringin’ It All Back Home, 1965)
Olvidaos de quién es Baby Blue. No tiene sentido buscar su identidad, es una tarea en la que muchos se han perdido. El Dylan de Bringin’ It All Back Home no es como el de Blood On The Tracks: no se enseña, no se muestra abiertamente, no quiere que sepamos demasiado de él. De hecho, un par de años más tarde se volverá lo más alambicado y escurridizo posible en Blonde on Blonde.
Pero aquí, en pleno 1965, con un Dylan ya decidido a enfrentarse a su audiencia “natural”, el músico cierra su nuevo disco con una declaración de intenciones: tu mundo se ha acabado, Baby Blue, y puede que pienses que antes estaba mejor, que era más sencillo, pero vente conmigo, podría estar bien.
Forget the dead you’ve left,
they will not follow you
(…) Strike another match, go start anews
and it’s all over now, Baby Blue
Apenas la acústica de Dylan, su voz (bien alta, bien arriba) y el muy necesario bajo de William E. Lee para una historia en la que el caos es, cómo no, imparable, pero siempre que la oportunidad de encender una nueva cerilla.
19. Drifter’s Escape (John Wesley Harding, 1967)
“Oh, Help Me in my weakness”
I heard the drifter say
As they carried him from the courtoom
Grabada rápidamente en un día de octubre del 67, ‘Drifter’s Escape’ sirvió como single de John Wesley Harding, y presentó otra historia de alienados por la sociedad que, sin embargo, no llegan a ser destruidos por ella, a pesar de que muchos lo intentan. En plena retirada de Dylan a su granja de Woodstock para compensar la polémica eclosión rock de 1966, todos los cargos de los que se juzga al protagonista de ‘Drifter’s Escape’ bien podrían ser los suyos propios también.
Unos cargos de los que, en realidad, nunca se entera muy bien: llegan demasiadas cosas confusas de las que es culpable y, esta vez, además, se acumulan en un breve espacio de tiempo: es curioso comprobar cómo lo que en Blood On The Tracks quizás le hubiese llevado a Dylan 45 estrofas, aquí se acota en tres.
Sea como sea, justo cuando la masa está deseando poner su cabeza en una pica, esta vez Dylan consigue que su personaje escape.
18. Tears of Rage (The Basement Tapes)
‘Tears of Rage’ duele, aunque no mata. Su historia de padres decepcionados por sus propias hijas conecta con el Rey Lear, solo que aquí la nueva Cordelia es la que gana. En la brecha generacional, Dylan mata a los viejos y se queda con la juventud, y la rabia de estas lágrimas es, en realidad, la de saber que la vida es demasiado corta y que, pese a todo, nos vamos a pasar más de la mitad sin entender nada.
Es The Band quien le dio a la canción la forma definitiva, la que durará para siempre. En las cintas del sótano, Richard Manuel hace una melodía inolvidable y todo el grupo apoya el quejido por detrás. La rabia, aquí, es más lamento de tristeza sosegada, casi al borde de la melancolía, que de impotencia. Se irán de tu lado y te romperán el corazón, y no podrás entenderlos por más que lo intentes. Viejo, esto es lo que hay.
17. Forever Young (Planet Waves, 1974)
Canciones para hijos, uno de los subgéneros pop más perniciosos de la historia. Uno quiere a su hijo con locura, o así debería ser, pero lo que no es tan fácil es transmitir por qué. Y ahí es donde las letras de muchas de estas canciones encallan: en el sentimentalismo que, visto desde fuera, parece facilón, baratito.
Dylan le escribió esta canción a su hijo en forma de consejos que también son deseos: que reconozcas la verdad allá donde vayas, que la sigas, que no te derrote el día a día y que seas capaz de encontrar en él siempre una pizca de felicidad. ‘Forever Young’ es una larga lista de deseos en los que, todo el rato, subyace todo aquello que no va a salir bien.
Pero por encima de todo, y más con esos The Band en estado de gracia, simples y bellos, ‘Forever Young’ es una canción en la que el padre admite que no podrá hacer nada para evitar que todo salga mal. Ser siempre jóvenes, eternos en la época de despreocupación, beber siempre el vino del estío (que diría Bradbury)… No, no lo vamos a conseguir.
16. Shelter From The Storm (Blood On The Tracks, 1974)
No parece que en ningún momento haya sido idea de Bob Dylan la de convertirse en un compositor enrevesado, difícil. Al menos, no en la música, donde no son pocas las canciones suyas cuyo esqueleto es lo más simple posible: tres acordes y adelante.
Eso ocurre a lo largo de los cinco minutos de ‘Shelter From The Storm’, colocados justo al final del frondoso, hiriente, camino de Blood On The Tracks y quizás una de las que mejor recoge el espíritu original que tuvo el disco. Se pensó como una obra tranquila, íntima, de mucho protagonismo de la guitarra y poco más. “Poco” es, especialmente, la voz de Dylan, que emociona especialmente en esta oda circular a las cosas que perdimos y de las que no nos dimos cuenta hasta que fue demasiado tarde.
Sí, ‘Shelter From The Storm’ vuelve a hablar una vez más de Sarah, pero también podría hacerlo de Vietnam, o de cualquier otro lugar donde azote la tormenta emocional y haya alguien que ofrezca cobijo. No es tanto amor, como sensación de seguridad y de confort. Y Dylan va y viene, sube y baja su voz, como si a ratos acariciase lo que dice y otros lo odiase, como si fuese el mismo la tormenta y el refugio. Tantas vueltas sobre un mismo lugar sonoro acaban por dar especial importancia al momento en que la armónica llega: llueve entonces, a jarros, en el alma.
15. All Along The Watchtower (John Wesley Harding, 1967)
Ok, es imposible elegir esta canción de Dylan como una de sus mejores canciones sin pensar en que Jimi Hendrix la agarró, la vapuleó con guitarras eléctricas y la hizo aún mayor de lo que ya era en su inicio. De esas versiones que superan a la original, no hay que dejarse deslumbrar del todo, porque la original incluida en John Wesley Harding era ya una de las destacadas de aquel disco de regreso a la música.
En apenas dos minutos y medio, Dylan consigue una canción tan memorable como poco identificada con él. De su armónica, de su voz quebrada, del rastro que deja el penetrante bajo… nadie recuerda casi nada de eso. Ni siquiera de su letra de estructura dada la vuelta, donde el final es el principio y el principio es el final. O, donde quizás, todo es una cinta de moebius y con ello cobra más fuerza que nunca la frase inicial:
“There must be some way out of here”, said the joker to the thief
14. Love Minus Zero/No Limit (Bringing It All Back Home)
El Dylan más accesible de Bringing It All Back Home se encuentra aquí, en una melodía dulce como pocas dentro de la carrera de Dylan y con una guitarra volátil, dulzona y apacible, ideal para lo que estaba a punto de ocurrir: el estallido del folk-rock, o cómo los jovenzuelos de la época, de repente, descubrieron que en la música de sus abuelos también estaba la clave para hacer hits y conectar con su presente.
En la letra, otra musa desconocida, la eterna idealización a la mujer como figura misteriosa, con un título perfecto, reducción imposible a las matemáticas de muchas de las ideas detrás de las canciones de amor de Dylan.
13. Knockin’ on Heaven’s Door (Pat Garrett & Billy The Kid)
No voy a negar que llegué a ‘Knockin’ on Heaven’s Door’ a través de la versión de Guns’N’Roses: era lo que me tocaba (y ya otro día llamamos a Mohorte y nos damos sopapos dialécticos sobre Axl y los suyos; adivinad mi postura). Lo que me extraña es lo muy infravalorada que se tiene a esta canción, el tema más emblemático de la BSO que Dylan hizo para Pat Garrett & Billy The Kid, especialmente cuando es prácticamente imposible de driblar: viene hacia ti y para cuando te quieres dar cuenta ya se ha acabado, dejando la sensación de que debería haber durado para siempre.
Baladote folk-rock, de tonos góspel (ese coro), es el himno perfecto para encajar en el personaje de Pat Garrett, un forajido convertido en sheriff que tiene que perseguir al que fuera su amigo y compañero de andanzas, Billy el niño. Muchos ven en este tema una canción anti-guerra, pero es dudoso cuál sería el cielo para Pat Garrett: si esa vida de sheriff o la salvaje que llevaba fuera de la ley. La duda queda flotando en el aire mientras me pregunto, una vez más, por qué no extenderla más (y sé, sin embargo, que ojalá todas las canciones me dejaran esa sensación).
12. A Hard Rain’s Gonna Fall (The Freewheelin’ Bob Dylan)
La crisis de los misiles, el reloj atómico a punto de sonar las doce, va a caer la de Dios… Plantéate ser joven cuando está todo a punto de irse al garete, en 1962. Plantéate cómo hablar de todo aquello, de cómo hacerlo y decir todo lo que opinas. Piensa en Dylan escribiendo esto sobre ‘A Hard Rain’s Gonna Fall’:
”Cada línea que hay en ella es de hecho el inicio de otra canción completa. Pero cuando la escribí, pensé que no viviría lo suficiente como para escribir todas esas canciones, así que decidí meterlas todas en esta”
Así que, antes de que el mundo se lo lleve por delante, el joven (y aún inocente) Dylan, se enfunda voz de sabio folk para enredarse en una larga colección de metáforas de un mundo que se va al carajo:
Oh, what did you see, my blue-eyed son?
And what did you see, my darling young one?
I saw a newborn baby with wild wolves all around it,
I saw a highway of diamonds with nobody on it,
I saw a black branch with blood that kept drippin’,
I saw a room full of men with their hammers a-bleedin’,
I saw a white ladder all covered with water, I saw ten thousand talkers whose tongues were all broken, I saw guns and sharp swords in the hands of young children, And it’s a hard, it’s a hard, it’s a hard, and it’s a hard, It’s a hard rain’s a-gonna fall.
11. Just Like a Woman (Blonde on Blonde, 1966)
It was raining from the first
And I was dying there of thirst
So I came in here
And your long-time curse hurts
But what’s worse
Is this pain in here
I can’t stay in here
Ain’t it clear that?
¿Qué es ‘Just Like a Woman’? ¿Una canción de amor? ¿Una confesión de por qué estar siempre juntos? ¿Un “de niña a mujer” en manos de Dylan? No, en realidad es la demostración de cómo todas las canciones del de Duluth están siempre buscando el requiebro para romperte las concepciones que tenías sobre ellas.
‘Just Like a Woman’ va de rupturas. En concreto, del momento en el que empiezas a poner a parir a la persona que te deja y, por desgracia, eso sólo sirve para ponerte el espejo delante de las narices, para verte reflejado, para que los reproches sólo saquen lo que, en realidad, tú hiciste mal. No es el ‘Pesadilla en el parque de atracciones’ de Los Planetas, vitriolo puro, sino una larga recolección de defectos propios en una canción de apariencia sexista.
I just can’t fit
Yes, I believe it’s time for us to quit
When we meet again
Introduced as friends
Please don’t let on that you knew me when
I was hungry and it was your world.
Ah, you fake just like a woman, yes, you do
You make love just like a woman, yes, you do
Then you ache just like a woman
But you break just like a little girl.
10. Visions of Johanna (Blonde on Blonde, 1966)
Es lógico que sea una de las canciones más analizadas de Dylan. ‘Visions of Johanna’ es, junto a alguna más que aparecerá aún más arriba en la lista, el ejemplo perfecto del Bob Dylan de Blonde on Blonde, un compositor capaz de dar vueltas y más vueltas sobre una viñeta, tejer las metáforas con ritmo reposado y hacer que la canción acabe sin que el misterio (el de la letra, el de la música) se despeje nunca. ¿De quién canta? ¿Quién es esa mujer que hace que, al final, la mente del narrador explote, sin que nada más le importe que los recuerdos de quien ya no está?
Frente a la simple lectura romántica/sexual, hay quien dice que Johanna no es una mujer en realidad, que a quien echa de menos este Dylan es a su propia inspiración, convertida en personaje femenino al que dedicar una falsa canción de amor (falsa como muchas de Dylan que, en apariencia, lo eran).
Sea como sea, sin Johanna, Dylan navega por el mundo con mucha dificultad para centrar el tiro: casi podríamos convertir los versos de esta canción en tuits y no se alejaría mucho de la narrativa fragmentada, multitarea, de los 140 caracteres. Todo viene y va, como la propia música de la canción.
Mientras, ojo a las guitarras, muy en segundo plano por voz y armónica, pero maravillosas, y a la potente pero esquelética batería de Kenny Buttrey: sueño muchas veces con la Velvet versionando esta canción, con Mo de pie, en ese mismo papel.
09. Highway 61 Revisited (Highway 61 Revisited, 1965)
Si tituló el disco más rupturista e importante del Dylan de los 60, algo tendría que tener. Por eso, y por su juego de rima libre, de rendirse a cómo fluye el pensamiento y dejar que de ahí salga la letra completa de la canción, es por lo que Highway 61 Revisited siempre ha tenido apariencia marmórea.
Fijaos en cómo empieza: es casi como una canción de broma tocada en un bar. Pero Dylan decide abrir fuego parafraseando el Génesis, en concreto el momento en el que Dios le dice a Abraham que mate a uno de sus hijos. “En la Autopista 61”, relata la canción: el contraste entre la gravedad del momento original y la manera en que Dylan lo inserta es tremendo. A partir de ahí, es obvio que nos podremos encontrar cualquier cosa en esa carretera:
Well Mack the Finger said to Louie the King
I got forty red white and blue shoe strings
And a thousand telephones that don’t ring
Do you know where I can get rid of these things
And Louie the King said let me think for a minute son
And he said yes I think it can be easily done
Just take everything down to Highway 61.
También es notable cómo es la estructura burlona de la canción en la que nos canta esto. Grabada en agosto de 1965, Al Kooper brilla al órgano, la sirena de policía se convierte en emblemática y la banda de Dylan, más rock que nunca, afronta la recta final como si aquello fuese a desembocar en una jam salvaje. La grabación nos birla aquello, la imaginación hace el resto. Bendito Judas y bendito detritus que… dónde iba a acabar si no… en la Highway 61.
08. Hurricane (Desire, 1976)
Dylan contra el mundo real. Para ser uno de los representantes fundamentales de la escena de Greenwich Village, a Bob Dylan apenas se le ha visto posicionarse de manera directa en aspectos concretos de la realidad, en hechos y sucesos. De hecho, durante los 60 la mayor parte de las referencias históricas y/o culturales de sus canciones siempre venían arrastradas por el torrente de la verborrea alegórica. Ejemplos hemos visto varios y aún nos queda algún que otro más.
‘Hurricane’, por el contrario, es una canción protesta basada en hechos reales. Su tono gitano le viene por lo que supuso Desire (1976) para la carrera de Dylan, pero en su tremenda letra hay un alegato a tumba abierta a favor de Rubin Carter, el recientemente fallecido boxeador negro que fue acusado de asesinato y puesto en prisión con muchas dudas en contra de esa acusación.
Al contrario que lo que ocurría en ‘Drifter’s Escape’, esta vez el juicio es concreto, el acusado real y la defensa ha de ser sólida. Y la narración de Dylan toma intenso partido para demostrar, una y otra vez, todo lo que en la investigación estuvo mal, todas las sombras de un proceso que acabó con Carter.
“Put in a prison cell, but one tiem he could-a been
The champion of the world”
Impactante en su mensaje, arrebatadora en su narración y magníficamente engarzada en el estilo de Desire, ‘Hurricane’ es eso: un huracán.
07. Tombstone Blues (Highway 61 Revisited, 1965)
¿Cómo habría sido Dylan de haberse pasado al ácido, de haberse entregado, como casi cualquiera de sus contemporáneos, a la psicodelia? No lo sabremos realmente, porque justo cuando eso pudo ocurrir, él decidió encerrarse aún más en las raíces. Pero las pistas para ese “¿Y si…?” las encontramos todas en la maravillosa y atípica ‘Tombstone Blues’, versión eléctrica del Dylan arrollador y atolondrado que ya habitaba en varias de las canciones pre-Highway 61 Revisited (quizás su mejor disco; muchos días lo parece a pesar de que Blonde on Blonde siempre arrolle en cada escucha).
‘Tombstone Blues’ es el mismo Dylan de la aclamadísima ‘Like a Rolling Stone’, pero sin una pizca de concesión, sin nada que pueda hacer de esta canción un single (algo que es obvio que sí hay en ‘Like a…’). Agarrado al trote de la banda eléctrica, encantado de visitar un blues cochambroso y aceleradísimo por el ritmo que impone Bobby Greg, Dylan desata su verborrea en un paseo por el lado menos amable de los sueños. “A estas horas, por supuesto, los pequeños, los dulces, ya están en la cama”, salta nada más empezar una retahíla de nombres históricos donde el mal rollo se personifica en gente como Juan el Bautista torturando a un ladrón, donde se rima Hills con Cecil B. DeMille y donde hay eslóganes como puños: “deja de llorar y trágate tu orgullo, que no te vas a morir por ello, no es veneno”
06. Like a Rolling Stone (Highway 61 Revisited, 1965)
‘Like a Rolling Stone’ es el mito, Dylan eléctrico hecho single, la historia perfecta sobre caer en desgracia, sobre creerte que tienes el mundo a tus pies y que algo pase y le dé la vuelta. La historia de miss solitaria, la chica pija que un día cayó en desgracia y acabó por ir por la calle sin rumbo, como un canto rodado.
Llegó en el verano del 65 y nunca dejaréis de oírla o de que alguien os hable de ella. Es emblemática por tantas razones que, por sí sola, ha generado más literatura que cualquier ya no canción sino disco de Bob Dylan. Según él, nació de un “vómito de 20 páginas”. Lo recortó, lo podó, dejó la historia justo donde tenía que quedarse y… nació su canción eterna. Para muchos, la mejor.
05. Simple Twist of Fate (Blood On The Tracks, 1975)
They sat together in the park
As the evening sky grew dark
She looked at him and he felt a spark tingle to his bones
’Twas then he felt alone and wished that he’d gone straight
And watched out for a simple twist of fate.
De Blood On The Tracks se extraen muchos estados de ánimo, pero hay pocos momentos en la carrera de Dylan que el corazón duela tanto como a lo largo de estos 4 minutos y 18 segundos en los que el propio Dylan se desnuda. Esta vez no hay personajes que valgan, no hay caretas ni parapetos.
Cierto que Dylan canta en tercera persona todo el rato, salvo en un momento de la segunda estrofa en la que dice “sí, me acuerdo”. Claro que se acuerda. Cuando ya ha desgranado las muchas razones por las que el amor de su vida no pudo funcionar, llega la parte final:
People tell me it’s a sin
To know and feel too much within.
I still believe she was my twin, but I lost the ring.
She was born in spring, but I was born too late
Blame it on a simple twist of fate.
Y ahí, en medio de una de sus canciones musicalmente más emocionantes, es cuando se le ve claramente, quizás en el mejor verso que haya escrito: “Aún creo que era mi alma gemela, pero he perdido el anillo”. A veces, la vida es justo eso.
04. I Want You (Blonde on Blonde, 1966)
Si este top se midiese por las veces que una canción de Dylan me ha hecho llorar, ‘I Want You’ debería estar en el número uno, a mucha distancia de cualquier otra. De felicidad, de amor, de pena, de que te jodan la vida dejándote, de que puedas levantarte después pero nunca olvides. O de ser consciente de estar viviendo la época más feliz de tu vida y, a la vez, entender que todo va a acabar, algún día, posiblemente tan rápido como llegó.
‘I Want You’ sorprende aún más por cómo es y donde está colocada: es, posiblemente, la canción más pop de la discografía de Dylan, una bagatela directa (tres minutos) y romántica (en la concepción más simple posible) colocada muy cerca del principio de Blonde on Blonde, uno de los discos más complejos, enrevesados y largos de Dylan.
‘I Want You’ es una declaración de amor, sí, pero también de obsesión, con ese “so bad” que cierra el estribillo remarcando bien lo que se quiere decir. Como la música, jovial y a la vez demoledora; imposible pensar que ésta es una canción feliz (del todo).
No, “I wasn’t born to lose you”.
03. Mr. Tambourine Man
Si no os fiáis de mí, fiaros de The Byrds, que supieron qué saquear a Dylan, cuándo hacerlo y cómo conseguir darle la vuelta a sus canciones para que fueran ya sólo de ellos. Mr. Tambourine Man, en su forma original, tiene un punteo desarmante, un tono dulzón, una letra de metáforas drogotas influida por el Mardi Gras de New Orleans, del que Dylan se prendó en 1964, y una melodía brillante, expansiva, épica-pero-de-dormitorio.
Hagamos caso a Hunter S. Thompson, que decidió que ésta tenía que ser la canción sonase en su funeral, cuando las cenizas se esparcieran por el aire al ser disparadas por un cañón.
Ayúdame a dormir, hombre de la pandereta, al menos hasta que vengan los Byrds y den inicio a todo un género musical nuevo.
02. Desolation Row (Highway 61 Revisited, 1965)
Once minutos recorriendo una calle imaginaria, o no tanto, en 1965. No es el infierno, pero podría serlo si todos los perdedores, famosos o no, con carisma o no, se reuniesen y se pusiesen en fila. El mundo y sus múltiples y complicadas caras ya le habían asaeteado la juventud de Bob Dylan, pero ahora entraban también los sueños y las ficciones eternas y los matices se hacían cada vez más y más grandes en sus letras.
En la de esta maratón musical se suman Hollywood, Cenicienta, un Casanova inseguro, Robin Hood, TS Elliot, Einstein recitando el alfabeto, los pasajeros del Titanic (que gritan: “¿de qué lado estás tú?”)… Y Lady y el propio Dylan. También Charlie McCoy, con su guitarra llegada desde Nashville, le dio el aroma definitivo, frente a la eléctrica de Al Kooper con la que había sido concebida y que se nos mostró en No Direction Home.
Cada frase de las diez estrofas está punteada finamente, sin aspavientos, por la guitarra con deje fronterizo de McCoy, en cada nuevo requiebro, tan diferente y juguetón cada uno como las propias palabras de Dylan.
El día en que vayáis a pensar cómo cerrar un disco de manera inmejorable, escuchadla.
01. Sad Eye Lady of The Lowlands (Blonde on Blonde, 1966)
With your mercury mouth in the missionary times
And your eyes like smoke and your prayers like rhymes
And your silver cross, and your voice like chimes…
With your holy medallion which your fingertips fold
And your saintlike face and your ghostlike soul….
La canción que nunca para, que viene y va, el himno de amor serpenteante a Sara, su primera mujer. El Hammond eterno de Al Kooper, sin hacer ruido, sin estrépito, pero llenándolo todo. Una de las leyendas que corre sobre ella es que Dylan nunca les dijo a los músicos cuándo o cómo iba a terminar la canción y que, por eso, muchas veces tocan como si estuvieran a punto de concluir, para regresar de nuevo. Clímax sobre clímax sobre clímax.
He de admitir que siempre me han gustado las canciones largas, pero que hasta que escuché ‘Sad Eyed Lady of the Lowlands’ no pensaba que el folk pudiese intentarlo. Luego ya vi que había diferentes maneras acústicas de aproximarse a la misma épica en la que aquí Dylan se reboza. La gran oda romántica al mismo amor del que luego, como ya hemos visto en ‘Simple Twist of Fate’, perderá el anillo.
De las cuatro caras que originalmente tenía la edición en vinilo de Blonde on Blonde, Dylan reservó una entera para esta canción, para hipnotizar por completo a quien se pierda en ella. Del sonido que consigue Dylan en sus canciones más largas se ha hablado mucho: a mí me parece fundamental entender cómo balancea al oyente, cómo lo arrulla pero para mantenerlo despierto. ¿Cómo sería ‘Sad Eyed Lady of The Lowlands’ en manos de otros? ¿Quién sería capaz de dar esos toques de batería con los que Kenneth Buttrey impide que nadie (de los oyentes) se pierda, se vaya fuera de la canción?
With your sheets like metal and your belt like lace
And your deck of cards missing the jack and the ace
And your basement clothes and your hollow face…
With your sheet-metal memory of Cannery Row
Who among them can think he could outguess you?
‘Sad Eyed Lady of The Lowlands’ es un vals, y como tal se puede bailar. Pig Robbins y Al Kooper engarzan piano y órgano como doblándose uno a otro y a la vez esquivándose: como si la propia Dama Triste se acercase y se alejase al narrador, a un Dylan que no canta emocionado, canta como bailando ese vals.
Mientras la interpretaba en cada una de las cuatro tomas que hicieron falta para hacerla realidad, es difícil creer que ahí no había nada más que un hombre enamorado: once minutos de texto imparable, arrodillado ante la mujer que ama, ex-chica playboy:
And your magazine-husband who one day just had to go
And your gentleness now, which you just can’t help but show
Who among them do you think would employ you?
‘Sad Eyed Lady of The Lowlands’ no sólo es importante en Blonde on Blonde. Lo es también para su autor, tanto como para que, años después, en la ‘Sarah’ de Desire, Dylan recordase cómo la escribía en un hotel. “Días me costó escribirla para ti”. El tramo final, donde ya se deja de cantar y es la armónica la que toma el primer plano, está hecho aún con todas las cosas que quedaba por decirle pero para las que ya no hubo palabras.
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