Liner Notes #6: Black Country, New Road - Ants From Up There
El disco de las últimas cosas
En ‘El país de las últimas cosas’, Paul Auster revolotea una y otra vez sobre varias de sus obsesiones favoritas. Una de ellas, la fugacidad de actos y posesiones, de nuestra estancia aquí. Otra, la casualidad que da forma a cada minuto de nuestra existencia.
Ambas cosas me vienen a la mente cuando acudo a Ants From Up There, el segundo disco de los prodigiosos (o quizás ya no) Black Country, New Road, cuyo For The First Time fue el mejor disco internacional de 2021 para esta vuestra santa casa. Y también para vosotros (o quizás ya no). Y si me vienen ambas es porque Ants From Up There fue, y al mismo instante dejó de ser. Y nunca será de nuevo.
“Nuestras vidas no son más que la suma de múltiples contingencias, y no importa cuán diversas puedan ser en sus detalles, todas comparten una aleatoriedad esencial en su diseño: esto es eso, y debido a eso, esto”, escribe Auster. Cualquier pieza que cambiase en el proceso, lo cambiaría todo.
Esto (Ants from Up there) es eso (el disco que escuchamos) y debido a eso, también esto (un grupo que nada más sacarlo, se quedó sin cantante, sin voz lírica y sin saber muy bien qué hacer). Así que hoy, ya lo sabemos desde hace mças de un año, Ants from Up There es un disco de un grupo que ya no existe.
Esto fue eso, y a la vez ya no lo será nunca más.
¿Y qué es Ants from Up There? Para empezar, es un disco circular: el propio motivo que le da inicio es el que lo cierra. Pero no nos adelantamos: saltemos el corte inicial y vayamos hacia el verdadero comienzo.
Porque… ¿qué es Ants from Up There? También un disco con mal inicio. O malo respecto a las expecativas: ‘Chaos Space Marine’ debería recoger al grupo donde cerró For The First Time, ¿recordáis? ‘Opus’, triste, grave, intensa, lloriqueando por las esquinas del Club de Lectura de Slint, math-rockeando un Bar Mitzvah. And I’ve never felt so brave on that unusually forgiving Sunday.
De allí, tan valientes y cariacontecidos en un (inusual) domingo cualquiera, al jolgorio instrumental, casi cómico, de Chaos Space Marine media un abismo, el primero de los muchos que los enamorados de su primer disco deberán saltar para caer en las redes de segundo.
Eliminadas las apariencias graves, las caras de ceños fruncidos y rabia interior, la segunda canción de Ants From Up There revisita algo que, quizás, veamos más a menudo. Incluso aunque BC,NR ya no sean el mismo grupo que grabó Ants From Up There. Algo en ‘Chaos Space Marine’ les conecta no con Warhamme, sino con Los Campesinos!, brillantísimo colectivo que puso bombas al adocenamiento indiepop a base de angst, charanga, gritos, y subidones de azúcar. Su carrera, irregular y aún así siempre en brillante combustión, abraza el caos del colectivo, algo que jamas se atrevieron a hacer unos cada vez más melancólicos, primero, y calculados, después, Arcade Fire.
Estos minutos iniciales, desconcertantes por la clase de grupo que parecen anunciar volverán después de otras maneras. Y volverán cuando graben su siguiente disco, el recién publicado Live At The Bush Hall, un directo que es eso y, por tanto, esto: otro disco que no volverá a repetirse.
La jugada maestra sería que cosas como ‘Up Song’, tan Campesinesca ella, no se grabasen nunca en estudio. Que cada nueva canción fuese un Ants From Up There en sí misma: algo que fue y nunca más será.
No sabemos si BC,NR pueden vivir en perpetua fuga, pero estaría bien soñarlo: el grupo que siempre acabará con los deseos de sus seguidores.
De fugas de uno mismo va la cosa. El grupo ha confesado que ‘Chaos Space Marine’ era algo diferente, que parecía ‘Don’t Stop Me Now’ de Queen, y que precisamente lo mejor que le vino a Ants From Up There es que las sesiones de grabación estuvieran partidas en dos grandes bloques. Porque a medida que se iban rodando, se les quitaban cosas y se les añadían otras.
Pero tenía que salir rápido, porque medio en broma, medio en serio decidieron que lo ideal es que su segundo álbum como grupo se lanzase justo 365 días después del primero. Pero parte de las canciones venían ya trabajadas en las sesiones iniciales. Issac Wood (voz, guitarra), Tyler Hyde (bajo) y Luke Mark (guitarra) vivían juntos durante el primer confinamiento por la COVID-19 y allí pergeñaron ya las ideas que acabaron dando vida a ‘Concorde’ o ‘The Place Where He Inserted The Blade’
‘Chaos Space Marine’, primer single, era la demostración del grupo de que podían no ser siempre los chicos serios del barrio. Buscaban algo divertido, “estúpido”, de broma. Tyler Hyde habló de ella de un “canto de marineros”. Y aquí es donde yo retomaría la conversación con Álex, un amigo mío fan del sindiós Warhammer 40K, que calificó nada más salir de decepcionante “una canción así con ese título”.
¿Pero de qué otro modo se puede uno bajar a elaborar un shanty del universo CuarentaK1, de su facción anarcodemoniacomilitarista? Una que contiene frases románticas (“Darling, will you take my metal hand? It’s cold”) salida de la boca de un miembro de ese grupo de lerdos militares. Imaginad que los legionarios hubiesen descubierto que su cabra fuese realmente un Satán lovecraftiano y se la follasen a cambio de dones demoniacos. De convertirse en perfectas máquinas de matar.
Cariño, ¿me cogerías de la mano metálica? Hace frío.
Incluso ahí, con el grupo entregado medio en broma medio en serio a un torbellino de boutades líricas (las chicas con estilo Billie Eilish) e instrumentales (el arrebato Campesino que empieza con “so I’m Leaving this body”, las estructura prog-pop, el ambiente circense), la canción acaba frenándose para llamar al primer gran leit motiv del disco: el Concorde.
El Concorde, el (puto) Concorde. Reconozco que ‘ Concorde’ tardó meses en hacerme clic. Reconozco que ella, y la anterior, me dejaban fuera del disco. Hoy no sé decir por qué: hace ya tiempo que Ants From Up There me lavó el cerebro.
El Concorde aparece antes, aquí, y luego en ‘The Place Where’ y en ‘Basketball Shoes’. Sobrevuela (badum-tssssss) todo el disco, todo el rato, a la vez en todas partes. No se sabe bien por qué y podéis intrepretarlo de maneras diferentes: que si una relación que se acaba (¿romántica? ¿sexual? ¿la de Isaac Wood con sus compañeros de grupo?), que si qué sé yo…
El concorde está también en la portada, nunca se acaba de ir, como casi nada en este disco que, recordad, en realidad ya no existe. Todo viene y va, autocontenido: por eso ‘Basketball Shoes’ recoge la intro y algunos motivos de esta ‘Concorde’. Por eso la propia ‘Concorde’ va todo el rato yendo y viniendo sobre sí misma. No es un vals, pero se balancea como si lo fuese.
Quizás sea eso lo que tardó en hacerme clic: frente a los crescendos esperables de las canciones más dramáticas de For The First Time, a ‘Concorde’ parece que le diera mala gana encenderse. Lo hace, muy al final, con un Wood desencajado: “Concorde and I die free tonight”, casi grita antes de ser sepultado por todo el andamio instrumental que el grupo ha ido creando poco a poco, como si no estuviera pensado.
En cierto modo, no lo estuvo: ‘Concorde’ nació, primero, y luego fue mutando en ensayos continuos. La mayoría de las demos y los descartes del disco son sobre ‘Concorde’, sobre sus arreglos, sobre si los pianos deberían estar más o menos altos, sobre cómo entra este violín o sobre, ay, la mandolina. Sobre la idea de la sutilidad y de la progresión de una canción basada en un mismo acorde. Al habla Charlie Wayne:
"Me encanta cómo sigue la misma progresión de acordes todo el tiempo, es enérgica pero muy suave. Tiene verdaderos momentos de delicadeza, y es una canción en la que todos pensamos mucho cuando la estábamos componiendo.
Cuando te limitas a esa secuencia de un solo acorde, quieres que parezca que va hacia algún sitio y que progresa, así que hay que tener en cuenta los picos y los altibajos".
‘Concorde’ es sutil, desde luego. Y enérgica, claro. Cumple bien. Y su idea central aparece tantas veces que podría haber titulado el disco. Lo discutieron, brevemente, pero a nadie le gustó. Tyler Hyde cree que hacerlo habría puesto “demasiado foco sobre ella y no tendría sentido, especialmente si piensas en que este es un disco conceptual: uno con una sola narrativa que tiene lugar en un sólo espacio”.
Aún así, hay que hacer foco sobre ella, porque ‘Concorde’ es, también, muy simple: una estructura básica, estrofa/estribillo/estrofa. Y les gustaba muchísimo a casi todos. Pero, y he aquí la gracia de Black Country, New Road como grupo, no a todos: Georgia estaba convencida de que ‘Concorde’ no funcionaba. La tocaban y la tocaban y había algo demasiado simple que le aburría.