Liner Notes #7: Wednesday - Rat Saw God
Nada será jamás tan perenne y recordable cómo la época más oscura de nuestras vidas
Asegura Karly Hartzman en una entrevista para Mojo que cuando empezó en esto de la música tenía un objetivo claro: "mi principal meta era hacer shoegaze con letras que fuesen discernibles, que mereciese la pena escuchar".
Escuchando Rat Saw God es obvio que hay una parte que ha desaparecido, o se ha minimizado casi por completo -la del shoegaze-, pero la otra permanece: sus canciones hablan de lo mundano con una facilidad increíble para retratarlo en modo autoficción.
Gente muriendo en un aparcamiento a la salida de un centro de fitness, sexo en un SUV en un camino sin salida, oscuro; grillos saltando detrás del frigo, quedarse dormida con las luces encendidas mientras ves la Fórmula 1 al lado... Rat Saw God es un disco de magdalenas proustianas extrañisimas: objetos como ese abrelatas oxidado al que nadie hace caso en el armario de cocina activan reflexiones inesperadas ("el amor no es una buena manera de tratar a un amigo").
La principal magdalena sería Asheville, la localidad de Carolina del Norte en la que Karly Hartzman lleva tiempo viviendo. Una zona especial, como todas en cuanto aplicas la lupa. A distancia, no es más relevante que, yo qué sé, Villamediana de Iregua. Puesta en el microscopio, es tan relevante como la propia Villamediana.
Explicaba para Vulture que parte de esas magdalenas está buscadas: siempre trata de coleccionar y reconectar ideas, anotadas a trompicones en las notas del móvil, dejando que luego fluyan como un collage.
Pronto se desparraman por todo Rat Saw God1, desde el inicio incluso. Si los discos parece que debieran empezarse con una rampa de lanzamiento, el quinto de Wednesday lo hace con una inmersión fría.
'Hot Rotten Grass Smell' es un minuto y medio de azotes y tormentas eléctricas, y añade además la cualidad de asentar el tono lírico: olor a hierba podrida, armarios que nadie toca desde que te fuiste (salvo quienes se ponen tus camisas; caras indistinguibles, no son relevantes) y referencias a Smog. "“Fuck all y’all” down the wishing well", dice el segundo verso;"“a coupla hoots, a hello, and a fuck all y'all.” cantaba Bill Callahan en 'The Well', una de las canciones de A River Ain't Too Much To Love.
La canción no se escribió para que fuese la apertura del disco, pero una vez que existió tenía que serlo: "es una tesis de donde he estado en este último año, desde luego. Y también sirve para colocar el escenario: Asheville y el sur, obviamente".
En su libreta de notas, la hierba reciente cortada es la de su vecino, y sus vecinos acudirán una y otra vez a sus canciones. Amanda lo hace aquí y allá ("está puto loca"). También lo hacen sus héroes musicales: el mejor ejercicio indie-rock 90s está en 2023.
'Bull Believer' es una de las muchas cartas que el grupo lleva en la mano. Con las guitarras afilándose desde los Pixies hacia el noise, con el bajón de ritmo cuando la canción ya ha avanzado dos minutos y medio y ese lamento alargado, "Believe me, believer", en el que la canción juega primero a disolverse, luego a estallar y finalmente a avanzar hacia un terreno completamente ignoto para ella hasta ese momento que, finalmente, la hará caminar por 4 minutos más. Cuatro minutos donde el tamaño importa y la visceralidad también. Karly Hartzman, diosa.
"Me desmayé en un sofá en la fiesta de Año Nuevo, me senté en las escaleras y mi nariz no dejaba de sangrar. Y tú estabas jugando a Mortal Kombat; oh, Dios, hazme buena pero no mucho todavía"
La fiesta de Año Nuevo existió: fue la misma en la que Karly vio por última vez a un amigo que murió poco después. Cada vez que toca esa canción, esa recuerdo se le viene a la mente. Porque, tal y como cantan un poco más adelante, la memoria siempre retuerce el cuchillo.
Quizás por eso la pausa en 'Bull Believer' es necesaria: es la manera de afrontar lo escrito. Es el trampolín sobre el que la canción acaba yendo a ese terreno desconocido, visceral. Es también la manera en la que, en directo, Karly Hartzman se recompone antes del grito final. Y es un momento tan, tan empático que es fácil, como oyente, ver ahí reflejados nuestros propios dolores, lamentos. La memoria de otros también retuerce nuestros propios cuchillos, clavados tiempo atrás por magdalenas que, seguramente, no tengan nada que ver con las de Wednesday.
Ok, hagamos una pequeña pausa nosotros también.
'Got Shocked' y 'Formula One' asientan las dos caras sobre las que Wednesday construyen esta catedral de indie-rock sureño. La eléctrica retorcida de la primera y la adormecida, country de bajona de la segunda. Son las dos hermosas, pero la transición entre una y otra es tan fluida y natural que es fácil no reparar en que no siempre estuvieron pegadas. Del mismo modo en que ‘Hot Rotten Grass’ no se pensó para abrir el disco, estas dos quizás tendrían que haber servido para mejorar otras zonas. Para que, por ejemplo, la antepenúltima canción no parezca tan aburrida. Pero ya hablaremos más adelante de eso. Antes… hablemos de lo que nos toca: aburrimiento.
En ‘Chosen to Deserve’, Wednesday retratan un mundo de profundo aburrimiento. Lo hacen en medio de steel guitars country y arreones casi épicos, tras haber escuchado 'Let There Be Rock' de Drive-by Truckers e intentar replicarla. Encaja mejor que nunca en ella la definición que mi compañero Chou dio sobre el grupo, el disco: “Big Thief pasados por MDMA, con anís del mono, con un toque de hielo y un pizquín de Coca-Cola Zero; rollo indie“.
Chosen to Deserve es sencilla de tocar, porque Wednesday lo quisieron así ("quiero que la gente pueda tocarlas de manera mucho más sencilla, por eso sólo hay tres acordes ahí") y es sencilla de vivir también: todos hemos estado en Chosen to Deserve de una manera u otra.
Porque en esta canción, Hartzman recuerda follar, saltarse las clases, vivir sin medida del tiempo, asombrarse un poco de cómo las drogas se iban haciendo cada vez más aburridas y cómo todo eso, lo que estábamos escogidos a merecer, lo acabó inundando todo de soledad. It's everywhere but no one seems to be worried or care.
Seamos sinceros, o expresémoslo como Kiko Amat lo contaba en Rompepistas: "*Qué asco, la adolescencia. La adolescencia es un puto asco y, además, hay demasiada. No puedo esperar a que todo esto termine, pero esto no termina nunca*". Y un poco más adelante: "*La adolescencia, desde luego, vaya asunto. No se acaba nunca, pero también pasa demasiado rápido*".
Sí, la adolescencia es ese momento que tomas, quizás, un "poco demasiado". Porque para saber cuál es el límite tienes que traspasarlo alguna vez, y sólo eres capaz de hacerlo cuando no tienes miedo: cuando el mundo no parece acabarse nunca, cuando transcurre demasiado lento.
Luego ya te darás cuenta de que todo aquello se ha ido echando hostias. Y de que la mejor canción de Band of Horses y (puede) de Jim James habita en otros grupos y no en los que tú militabas como semi-fan2.
Ojo, la mejor canción de Drive-By Truckers sí que habita en ellos mismos.
Luego ya te darás cuenta que el aburrimiento, el creer que no hay nada más que descubrir, es tu único motor en otros momentos de tu vida, pero que va tomando formas distintas. Por ejemplo, la del contemplar lo que no suele pasar por el simple hecho de poder mirarlo. En Wednesday, como en Los Punsetes, hay gente que mira en los accidentes.
Los mirones de la desgracia. Los tipos alrededor de quien se muere en el parking del gimnasio. Los que vieron al chaval montar la maqueta de un cohete que acabó quemando acres enteros de algodón (no era algodón, era hierba, los recuerdos los modelamos para que acaben entrando en lo que necesitamos contar). Los que contemplaron cómo la policía entraba en casa de Mandy (Amanda, "está puto loca", ¿recordáis?) porque se pensaban que eran de la mafia.
No sabemos, no se especifica, quién vio el mejor de los accidentes que habitan en Rat Saw God. Es el que Wednesday nos cuentan dos minutos después de que haya comenzado a sonar 'Turkey Vultures'. Es también el que parte el crescendo huracanado que se va formando en la canción, el que retomarán después de esta breve pausa:
There's a sex shop off the highway
With a biblical name
Nana crashed the carpool
On the way to my mom's birthday
Quizás seamos todos nosotros los que miramos ese accidente; a mí me divierte especialmente: por cómo está narrado, por dónde está situado. Y porque, insisto, no suele pasar.
También es divertido ver a Hartzman contar los dramas de la zona que tan presente está en Rat Saw God.
Asheville y alrededores tienen su propio Succession y todo, su historia de un imperio familiar cuyo legado consume a quien se le acerca. Sólo que no es un emporio de los Mass Media, sino un imperio de salchichas en Greensboro, Neese's Sausage, con una familia propietaria cuyo "drama loco lo veías todo el tiempo por ahí".
Una ciudad plagada de suicidios de adolescentes ricos cuyos huecos iban quedándose libres en el instituto, a la vez "todo muy oscuro y centrado en la fiesta, una mezcla realmente salvaje de cosas" de las que Hartzman ha intentado hablar "muchas veces": "creo que este disco es lo más cerca que he estado nunca de hacerlo".
Esa "loca cultura de gente que no intenta aburrirse" es la que hay detrás de un disco que, en 37 minutos, llena por completo pero deja los suficientes vacíos (sonoros, emocionales, líricos) como para querer volver muchas, muchas veces. A veces pienso que lo único que me sobra es 'What's So Funny', pero luego suenan aquellos dos versos de nuevo:
Memory always twists the knife
Nothing will ever be as vivid as the darkest time of my life
Es curioso cómo algunas de las partes más importantes de la música que me gusta están en las zonas que menos me convencieron a primera vista, como si estuviera destinado a merecerlas para aprender a apreciarlas, para enfrentarme a mi propia estupidez3.
Liner Notes es una sección de Hipersónica que intenta entender mejor el por qué, cómo, quién y dónde de los discos. Homenajea a los antiguos libretos, perdidos o arrinconados en la era digital. Si quieres ayudarnos a hacer más y aún no eres suscriptor, puedes apoyarnos por muy poco pulsando EL BOTÓN DE LAS PERRAS:
La serie consta de:
Big Thief - Dragon New Warm Mountain I Believe In You: El castillo en Italia que nunca fue
Betacam - La noche interior: Mejor no hablar de amor, mejor hablar del tiempo
Black Country, New Road - Ants From Up There: el disco de las últimas cosas
El título está extraido de un momento de Veronica Mars, la serie.
Es difícil que después de todo lo que ha habido que tragar uno pueda seguir pensando que es fan de My Morning Jacket.
Y menos mal también que 'TV In The Gas Pump' es el cierre perfecto para un disco así.