Los mejores discos internacionales de 2023 (2/5)
El año, ordenado en cómodo ranking para que ni lo tengas que escuchar
39. Colin Stetson - When We Were That What Wept for the Sea
Género: Saxos de otro planeta
Dice Colin Stetson que no hay capas sobre capas ni loops en este álbum. Todo grabado en directo. Sin trampa ni cartón. Lo que ejemplifica bien su exultante talento. Lleva diez años facturando álbumes a un nivel bastante alto desde los New History Warfare. Para nuestra mala suerte, últimamente anda bastante metido en las bandas sonoras (claro, algunas con resultados muy notables), pero que le sigan llamando para colaborar desde Cult of Luna hasta Tim Hecker es que algo hay. El compositor estadounidense, un auténtico virtuoso del saxo, lleva años confundiendo. ¿Está en los límites del jazz? ¿Está más cerca de la electrónica? ¿Del avantgarde? Dudas que suelen surgir después de ejercicios como este When We Were That What Wept for the Sea, que es simple y llanamente lo mejor que ha hecho en años.
Lleva años estirando los límites del minimalismo, llevando su saxo a una expansión tan apabullante como la del segundo corte, que da nombre al disco, y cuyo sonido ocupa todo el espacio. Unos primeros y maravillosos segundos con Stetson casi en trance para después reducir el tono y jugar en un escalón más bajo, de nuevo hasta que el muelle se vuelve a estirar hacia el final de la pieza. Una sensación que es en general la que sobrevuela todo el LP, con subidas, bajadas y un saxo salvaje que se intensifica junto a las partes vocales en 'Long Before the sky would open'. Pequeñas epopeyas construidas desde las unidades más 'simples', pero que a su vez revisten complejidad; es esa paradoja que mencionábamos antes. Lo ocupa todo con poco, como esa endemoniada velocidad de 'Fireflies', con el talento derramándose entre los interruptores. La versatilidad del propio instrumento dando todo de sí.
Pero en medio de este onanismo solista también hay espacios para términos medios como la delicadeza de 'One day in the sun' y otras cosas que no son el saxo, como esa suerte de drones con las gaitas de 'The Lighthouse II' y 'V' (su parte, la única, que sale del post-minimalismo para hacer algo más clásico). Aunque pasará desapercibido, porque la destreza y las diferentes tonalidades de piezas como 'Wrathful seas quiesce' lo absorben todo, generan un agujero negro alrededor de todo lo que no protagonice ese saxo. Un auténtico prodigio, Stetson. Puro magnetismo. (Ferraia en la tier del 23 de mayo).
38. Asia Menor – Enola Gay
Género: Todo el mundo quiere ser art-punk (no solo), versión Chile
Un ruido al fondo, alguna referencia estos tiempos, una posición alta en el siempre hypero top de Rate Your Music... ¿Qué tienen Asia Menor? No hay más que escuchar 'Patio' y ver cómo entra. Pura electricidad. Desde Temuco (Chile), Asia Menor debutan en largo con un trabajo denso, de muchas capas, que oscila entre el indie rock y las derivadas del post-punk o el art-punk al que tanto amor profesamos estos días. Sin evadir esa difícil misión de conseguir estribillos redondos que huelen a pop. La propia 'Patio' es un ejemplo de todo ello. Al tiempo que luchan por intentar no sobrecargar más una canción que tiene dentro muchas canciones. Pero disculparemos eso por el ímpetu del debutante.
Hay un aura en Asia Menor muy diferente a la de otros grupos al otro lado del Atlántico a los que tan poca atención solemos atender, y que están a años luz del indietex patrio —lógico, es otro mundo, la única similitud es el idioma—. La de un talento y descaro desbordante que se desparrama y que sigue con esa intensidad, con esos ritmos que frenan, vuelven y entran con una marejada de guitarras en 'Defensa/Cortar'. Juegan todo el tiempo al despiste, ¿es 'Tesela' al principio la misma canción que acabará siendo en su segunda mitad? De nuevo los cambios, la ruptura, el querer introducir mucho en cápsulas de pocos minutos. Algo que puede evocar, por concepto, no tanto por resultado final obviamente (un sonido mucho más limpio y menos pesado), al debut de black midi.
Entre todos esos devaneos, a veces siguen consiguiendo ese clímax coral del pop en el no-estribillo de 'Flores del naranjo' con el constante fuera de control, fuera de control. Para después meterse en esos interludios y punteos art-punk. Unas descargas en 'Lento', un ambiente onírico, surrealista, prendado de profundidad (como la que produce la parálisis del sueño) en 'Buenas Noches'... Un muy notable debut que quizá en momentos peca demasiado de esa densidad, de querer demostrar todo lo que pueden hacer, con unos gramos de sobrecarga que podrían sobrar. Pero solo unos gramos. Quién sabe si en no mucho tiempo estaremos en algún festival, en un pogo cantando ese Acá afuera está borroso/Allá dentro hace calor. Pero que no se confíen, que se trabajen el Excel. (Ferraia, tier 31 de octubre)
37. Sufjan Stevens - Javelin
Género: Kriptonita para muertos por dentro
Nadie podría acusar a Sufjan Stevens de conformista. Hemos conocido, a lo largo de las dos últimas décadas, infinidad de caras y propuestas del de Detroit. Y no nos duelen prendas al decir que el Sufjan que se pone a hacer canciones bonicas de simple pop de cantautor es el que más nos gusta. De nuevo, el Sufjan de discos tan maravillosos como 'Javelin', su décimo trabajo de estudio en solitario.
Si la vida de Stevens ya venía estando plagada de buenos dramas, un par de semanas antes del lanzamiento del álbum Sufjan contaba que estaba atravesando el proceso de rehabilitación de un Guillain Barré que lo había dejado sin capacidad de deambulación. Además, el viernes, justo el día del lanzamiento de 'Javelin', su autor dedicaba el álbum a Evans Richardson, su amado compañero vital, fallecido hace unos meses.
Nos encantaría decir que a nosotros nada de esta aura trágica nos va a influir a la hora de dotar de todavía más épica a una escucha de 'Javelin' ya inmensamente disfrutable sin más. Nos encantaría, sí. Porque además podríamos escudarnos en que todos sus adelantos nos hicieron la boca agua y que otras canciones como 'Everything That Rises', 'Genuflecting Ghost' o la hiperbólica 'Shit Talk' son argumentos más que suficientes para volver a elevar a Stevens al más alto de los altares. Pero vaya, que si a eso le sumas el marco vital poético (de mierda), pues todo se hace todavía más acongojante.
'Javelin' ha rozado el Excel con los dedos. No lo ha tocado por algo probablemente injusto: no consigue del todo honrar la memoria de 'Carrie and Lowell'. Porque estar a la altura de uno de los mejores discos pop de las últimas décadas (frase que suelto sin rubor alguno) no es algo fácil. Y no sería justo pedírselo a nadie. Ni siquiera a él mismo. Y, sin embargo, ahí estamos internamente, exigiéndole siempre un listón que los demás ni sueñan alcanzar un momento.
Van pasando los años, veinticuatro desde que lo conocemos, y la emotividad de su obra, su capacidad para apretarnos el pecho, quitarnos el aire y arrancarnos alguna lágrima, sigue intacta. Un artista superlativo. (Chou, crítica en la tier del 10 de octubre)
36. Dollar Signs - Legend Tripping
Género: the enemy was really everywhere
Nombrar a The Monitor como el mejor y más esencial disco de la pasada década no era una mera boutade por nuestra parte, aunque podría haberlo sido perfectamente. Además de hacer un disco vital, el tiempo ha ido mostrando cómo los tentáculos de Titus Andronicus estaban destinados a extenderse y establecer una nueva manera de entender el punk y el indie. Una continuada por Jeff Rosenstock en los últimos años, y que Dollar Signs podrían ser los próximos alumnos aventajados de la escuela.
Legend Tripping es el quinto disco de esta banda de Charlotte, y se palpa en el ambiente que es el que les va a dar el salto. Tanto Titus como Jeff pululan por las venas de este grupo, al igual que todas esas cosas que les inspiraron: punk de taberna, punk de skaters, los himnos de Thin Lizzy, el ska, el lo-fi. Erik Button, motor creativo del grupo, busca explorar fantasmas pasados y el regreso al hogar en un disco fantástico, que suena a la vez a sótano a estadio, a vulnerabilidad y a euforia, a estallidos y a sinceridad. El disco va dejando varios himnos hechos con dinamita casera como 'C.V.S.M.', donde el emotional breakdown se transfiere al oyente como un huracán divertido y lleno de subidón. El punk que suena verdaderamente esencial. (Black Gallego en la tier del 7 de noviembre)
35. Red Pants - Not Quite There Yet
Género: gimme more noise pop
Sí, el pop bañado en ruido dulcificado ha sido explorado en exceso, hasta la nausea, en los aledaños del indie, especialmente desde que las sucesivas generaciones se fueron enamorando del shoegaze. Antes de eso, mientras Yo La Tengo y Sonic Youth firmaban sus obras maestras del ruido poppie, otra generación se miró en ellos para intentar explorar aquellos caminos, siempre de forma más irregular.
Quizás la gran exploración pendiente no sea la de la melancolía y las voces acogedoras bañadas de chorros eléctricos, sino la más rugosa, de estructuras más abruptas, de los Sonic Youth de Dirty/Goo. Y, quizás, nadie se atreva a mirar del todo el reflejo de aquellos discos porque la perfección ciega.
Red Pants no tienen ningún miedo a revisar algunas de esas cuestiones noventeras pendientes, escribir nuevas líneas, brillantísimas, en ese libro de oro y demostrar, con muchísimo tino, que no es el qué coges, sino el cómo.
Un disco excelente. (probertoj en la tier del 7 de noviembre)
34. Wacław Zimpel - Train Spotter
Género: James Holden en el caleidoscopio
El polaco sigue en un estado de forma muy notable, como así lo atestiguan sus últimos lanzamientos. Massive Oscillations en 2020, ese mismo año Primal Forms con Shackleton, o a finales de 2022 Breath of Brahma & Sri Crickets con Hans Kulk; una trayectoria de 15 años comprimida en un pequeño lapso. Train Spotter (The State51 Conspiracy, 2023) es un trabajo aparentemente experimental, pero tamizado principalmente por la electrónica progresiva, con unas coordenadas obligatorias para cualquier acérrimo de los loops que lejos de ser monolíticos, están aderezados de unos detalles que hacen de la melodía algo bastante dinámico dentro de ese corsé progresivo. La propia y fantástica 'Train Spotter', primer corte del álbum, es el claro ejemplo de lo que trae ahora el bueno de Wacław. Un álbum de seis temas repletos de ondulaciones, de un sonido que va variando su frecuencia acorde a esa elasticidad. Un pozo sin fondo de secuencias que además de apostar por esos detalles más agudos también se pasea por arreglos jazz como 'Infinite Gray', como si hubiera cortado y texturizado el sonido de Colin Stetson; una base de saxo sobre la que ir imprimiendo otros instrumentos.
Un conjunto de seis temas que exudan talento, trabajado de forma minuciosa, que tan solo será disfrutado al máximo con una escucha atenta, con los auriculares bien embutidos, para degustar cómo esos sampleos de 'Broken Souls Whistle' se camuflan en su aportación productora para ofrecer un sonido orgánico muy vivo. Muestras captadas en Varsovia y que combinadas durante todo el largo con su raíz cada vez más electrónica y menos jazzística, muestran la tremenda evolución de Zimpel. Un ejemplo perfecto de cómo transformar algo que podría ser plano, ramplón y repleto de puntos comunes como una simple expansión progresiva se convierte en algo muy dinámico y con muchas aristas. Muy disfrutable. (Ferraia en la tier del 4 de abril)
33. Cory Hanson - Western Cum
Género: Alimentándose de la madre de todas las guitarras
No, nada hacia presagiar lo que iba a ocurrir en el nuevo disco de Cory Hanson. Podemos pensar que siendo acompañante habitual de Ty Segall o habiendo formado parte de Wand, sí se veía que llegaría aquí, pero sus discos anteriores caminan por territorios muy distintos. Pale Horse Rider, de hace sólo dos años, le muestra buscando la intersección entre Woods y Wilco. Y el más lejano The Unborn Capitalist From Limbo, además de tener uno de los mejores títulos recientes, explora todavía más el territorio del folk umbrío.
Western Cum, de equívoca portada Tame Impalesca, va de otra cosa: de enchufar las guitarras, subir el fuzz y llenar el cuarto de electricidad. De hacer que las canciones se retuerzan por un lado y crepiten por otro, lo que sea con tal de conseguir que no descansen. Cory Hanson cabalga aquí el Caballo Loco, entonando con voz hermosa y sentimental en canciones tan bien acabadas como 'Wings'. Western Cum es un disco enfrentado a la realidad (quién va a querer algo así hoy; si acaso, se asumirán mejor locuras guitarreras y college-rockeras como las de 'Persuasion Architecture' que el rock clasicote de 'Housefly') y por eso mismo más necesario que nunca al demostrar la valía de sus resultados.
Pero tampoco caigamos un beatus ille rojopardista del rock 70s. Por supuesto, en un ejercicio de amor así, cuando aparece el espíritu de Neil Young la cosa se sublima: 'Ghost Ship' es una canción tan estupenda que sirve de ancla a todo el disco; vas a querer volver aquí para volvertela a encontrar. Y cuando retoma las formas Americana de discos pasados, se concretan más y mejor: ahí está toda 'Twins', pero especialmente su brillante, emotivo y familiar solo. Y aún con todo, hay mucho más.
Mirad, me estaba conteniendo y dudando si meter al excel este disco de formas familiares y fenomenales resultados, pero la unión de la citada 'Twins' con 'Driving Through Heaven' me ha convencido finalmente: todo fluye. Ya cuando llega 'Motion Sickness', todas las veces que lo hace, la decisión está tomada: este cielo eléctrico siempre será para mí. (probertoj en la tier del 29 de agosto).
32. Gravesend - Gowanus Death Stomp
Género: deathgrind a hostia limpia
A veces el Volquete del metal ha pecado en apreciar más la sofisticación y el refinamiento como métodos para llegar al avance del género, a su excelencia. Los discos más abrasivos y directos, por su carácter más de café para cafeteros, igual caen más en la categoría de diversión para gente que tiene esa clase de sonidos en su dieta, como un servidor. Pero tienen que llegar a veces unos Gravesend para demostrar que a base de hostias también se progresa.
Su debut ya era notable, una increíble lección de implementar en la actualidad los sonidos del grind y el death metal que suena más a tumba con portadas que destilan pura violencia. Gowanus Death Stomp coge todo eso y lo propulsa aún más lejos, a la estratosfera, pero sonando en todo momento muy terrenal y contundente, como si una especie de fuerza o entidad brotase de la tierra y te atrapase. Y luego te azotase sin piedad.
Es un disco que ofrece muy pocas concesiones al oyente, pero al mismo tiempo resulta innegable. Gravesend se convierten en un perfecto vehículo de frustración, nihilismo e incertidumbre angustiosa cargada contra un desnortado sistema de anarcocapitalismo. Su rabia no brota de la nada, tiene un objetivo muy claro, y por eso Gowanus Death Stomp se siente especialmente visceral, más allá de la evidencia en su producción que golpea como puñetazos y en esos riffs que esconden maravillas en su velocidad de vértigo. Una animalada que se siente urgente, poderosa, y marca caminos en una vertiente de metal que puede todavía reivindicarse como necesaria. (Black Gallego)
31. Fixtures - Hollywood Dog
Género: gimme more indie-(horn)-rock
Seamos sinceros, una de las discusiones menos atractivas desde hace décadas es la de si el indie-rock es un género, si puedes identificar la música de alguien usando esa etiqueta. 30 años después, hay gente que sigue estancada en el absurdo sofista, en si qué es independencia y que si por qué grupos tan distintos deberían estar ubicados en una misma zona sonora. Y aquí vengo yo, a deciros que hay puro sonido indie-rock 90s corriendo por el sistema sanguineo de Fixtures y su excelente Hollywood Dog. Hay guitarras que te recuerdan a los grupos adecuados, que construyen canciones de forma familiar pero fondo nuevo y de eso va esto: de poder renovar los votos de amor por algo que es importante.
Fixtures vienen de Brooklyn, y llevan tiempo instalados en la autogestión, o en ese tejido pequeño de sellos internacionales, mínimos, al que, una vez más, casi nadie parece querer hacer caso. Lo suyo viene de esa delgada línea musical que es capaz de aunar power pop, new wave, garage, punk y psicodelia. Un universo en el que conviven Buffalo Tom, los Dinosaur Jr menos guitar hero, los arranque emo, las guitarras tensadas y afinadas raro que hacen arder el corazón, los estribillos clarísimos y las marejadas… y los vientos que todo lo soplan, trompetas y saxos haciendo de la suya una apuesta especial, brillante, que no se merece pasar desapercibida.
Sí, sus canciones se sitúan en las coordenadas de lo que yo, y otros tantos, reconoceréis inmediatamente como indie-rock. Y que haya existido una línea genealógica que nos haya traído hasta aquí y que siga siendo capaz de (re)vivir de nuevo al margen de lo que está de moda es un acto emocionante. Como la mayoría de las canciones de un disco adictivo: ni muy enérgico, ni muy de bajona, ni muy colorido, ni muy tristón. Bravo por ellos: hay un espacio que se sigue llenando a la izquierda del dial (del algoritmo). (probertoj en la tier del 14 de marzo)