Mozo dominguero #28: Vàli - Forlatt
Cuando Alemania o los países escandinavos decidieron mirar a su folclore, lo hicieron con una idea muy clara: Roma debía morir
Autor: Vàli
Título: Forlatt
Año: 2004
Género: Dark folk
País: Noruega
Discográfica: Foreshadow
Uno de los "what if" más sugerentes de la Historia europea es la supervivencia del Imperio Romano de Occidente. ¿Qué hubiera sucedido si las estructuras sociales, económicas y políticas de Roma hubieran pervivido a lo largo de los siglos? La Caída, como todo el mundo sabe, abrió las compuertas de la "edad oscura", un retroceso metafórico y literal que fragmentó la unidad cultural de Europa y cambió su devenir para siempre. Podría haber sido de otro modo. Roma podría haber sido China.
Podría, podría, podría. En la práctica, la legitimidad de Roma siguió marcando el progreso político de Europa hasta bien entrada la Edad Moderna. Cuando Carlomagno se entronó en Aquisgrán lo hizo con el explícito propósito de recuperar el esplendor —y el propósito expansionista— de Roma. El Sacro Imperio Románico solo pereció nominalmente cuando la modernidad revolucionaria de Napoleón se lo llevó por delante. Los zares siempre consideraron a Moscú "la tercera Roma".
Roma como símbolo ha operado a lo largo de la historia en el plano político. No tanto en el cultural, al menos no en toda Europa. Cuando las múltiples naciones del continente abrazaron el romanticismo y el nacionalismo se fijaron en su "folclore", en las expresiones artísticas populares, carentes de dirección elitista. Y allí cada una encontró distintas explicaciones a su ser y sentir nacional, en muchas ocasiones desatadas del Imperio Romano y su legado cultural. El "folclore", así, se tradujo en músicas y sensibilidades prerromanas.
Esto es especialmente evidente en los territorios "bárbaros", Alemania, Escandinavia y las naciones eslavas. La esencia del volk precedía al legado romano, interpretado como una imposición exógena a las nobles tradiciones germanas. Cuando Wagner escribió su gran obra maestra, El Anillo de los Nibelungos, pasó por encima de Roma y de la modernidad occidental: el cristianismo no codificaba el sentir épico y ancestral del pueblo alemán, por lo que había que recuperar las mitologías paganas, dioses incluidos, de su pasado prerromano.
Todo este proceso también ha tenido traslación a la música contemporánea, especialmente en los países nórdicos. No por casualidad Burzum y sus alegres compañeros decidieron quemar iglesias cristianas: el cristianismo se interpretaba de nuevo como una influencia extranjera y colonizadora, y solo mediante el fuego purificador el pueblo nórdico podía recuperar el odinismo, su verdadera fe. Si todo lo que trajo Roma fue modernidad cosmopolita —y el cristianismo fue modernidad—, la esencia popular, folclórica, se encontraba en el pasado remoto.
Esta pre-modernidad ha dibujado un folclore muy particular en los países germanos y eslavos, difícilmente importable por las naciones mediterráneas. Las expresiones folclóricas de España también trazan una gruesa línea respecto a Roma, llámense flamenco o bertsolaritza, y allá donde no existe ese sustrato prerromano, se busca: los contorsionismos del nacionalismo gallego para encuadrar a Galicia en las "naciones celtas" van en esa dirección, así como el revival de carnavales populares en Cantabria o el Pirineo aragonés.
Por lo demás, España, Italia o Francia, que durante tanto tiempo han definido su identidad nacional en torno a la herencia romance, tienen complicado explotar un folclore arcano y esencialista del mismo modo que Alemania o Noruega. Nadie parece muy interesado en producir "música íbera" o "poesía etrusca". El norte de Europa no tiene este problema. La fragmentación de Roma, su no continuidad, les permite escarbar en un pasado prístino y puro ausente de influencias y contaminaciones mediterráneas.