Mozo dominguero #36: Amon Düül II - Yeti
Alemania se nos ha presentado siempre como un país industrioso, gris y sin imaginación. Es un cliché profundamente equivocado
Autor: Amon Düül II
Título: Yeti
Año: 1970
Género: Rock psicodélico
País: Alemania
Discográfica: Liberty
¿Tienen los alemanes sentido del humor?
En 2011, un capítulo de la decimoquinta temporada de South Park trató de responder a la pregunta. El episodio comienza con una entrega de premios cómicos donde Alemania es declarado "el país menos divertido [unfunny] del mundo". Cuando Angela Merkel y el resto de políticos alemanes lo descubren, se empeñan demostrar que sí tienen sentido del humor, ilustrando en el camino la conveniencia del premio. Viajan al pueblo, toman el colegio y presentan a un robot alemán que solo cuenta chistes —todos sin gracia—.
El robot se convierte en una amenaza para la seguridad global. Su objetivo es destruir el mundo a modo de broma final. Alemania ha escuchado un chiste sobre su sentido del humor, se lo ha tomado a pecho, ha intentado ser graciosa y casi ha vuelto provocar el fin de la civilización. No hace falta decir nada más.
No hay muchos países célebres por su sentido del humor, pero aún hay menos famosos por su escaso sentido del humor. Alemania sirve al resto de la humanidad de cómodo estereotipo. Cuando imaginamos al alemán promedio pensamos en un funcionario gris, eficiente, sin capacidad para la abstracción, ejecutor de órdenes, fabril e industrial, responsable y… aburrido. No es imaginativo, y nadie puede producir humor, buen humor, sin imaginación.
Cualquier aproximación a la historia cultural de Alemania, se aborde desde la disciplina que se aborde, niega la mayor: Alemania no sólo ha sido capaz de producir arte heterodoxo a raudales, sino que ha estado a la vanguardia de infinidad de movimientos y corrientes de pensamiento. Es el arte alemán un prodigio del extremismo, la creatividad y la radicalidad. Atributos inevitablemente imaginativos, divertidos. Aunque no necesariamente psicodélicos.
Aplicado todo este marco a la música, nos topamos con dos grandes verdades: el krautrock fue quizá uno de los mayores estallidos de imaginación y disrupción de la historia del rock y pocos grupos alemanes decidieron abordarlo desde la psicodelia. No la había, desde luego, en las exégesis electrónicas y vaporosas de Kraftwerk, Tangerine Dream o Popol Vuh; tampoco era el asunto central de Faust, CAN o Neu!, aunque a través de sus lenguajes e ideas sí se pudiera llegar a ella.
El género más deliberadamente imaginativo del rock, la psicodelia, no tuvo un peso desproporcionado en el gran movimiento rock de la historia de Alemania. Si pensamos en los tiempos, es paradójico: cuando la génesis del krautrock brota del subsuelo los sonidos psicodélicos dominan buena parte de la cultura y de la contracultura anglosajona, si bien afrontan ya su inevitable decadencia. Es cierto que 1968 fue un año eminentemente serio, político, muy marxista en Europa, y que tuvo poco que ver con lo sucedido en Estados Unidos.
Pero también lo es que en Alemania, como en todos los demás países, hubo excepciones. Hubo psicodelia. Hubo Amon Düül II.