Mozo dominguero #49: Wilco - Kicking Television: Live in Chicago
¿Puede un grupo decidir congelarse en formol en su mejor versión y además hacerlo en directo? Al parecer sí. ¿Puede eso reconciliarme a mí con los conciertos?
Autor: Wilco
Título: Kicking Television: Live in Chicago
Año: 2005
Género: Rock
País: Estados Unidos
Discográfica: Nonesuch
Debo admitir algo: la música en directo ya no me interesa.
El adverbio aquí es importante porque implica un cambio, una progresión hacia el desapego y el hartazgo. Hubo un día en el que los conciertos vertebraron mi agenda cultural. En cierto modo, mi calendario de ocio se ajustaba a las demandas de mi escena —en Zaragoza— y de determinados eventos especiales escamoteados a lo largo del año en otras ciudades —Primavera Sound, BBK, otros acontecimientos—. Ir a conciertos era parte de mi personalidad.
Al cabo de un tiempo me hice mayor. Crecí, sin que esto último tenga connotación positiva. Me instalé en una paradoja: mudado a Madrid, la ciudad a la que tantos años había peregrinado en busca de conciertos, su agenda cultural me resultaba ajena, complicada, agobiante. Tenía a mi disposición más eventos en directo que nunca y pocos o muy pocos despertaban mi atención. Una pandemia, un largo duelo social y los rigores de la vida adulta hicieron el resto —o esa es la versión oficial que me he contado a mí mismo—.
En mi desapego operan factores vitales, pero también creo que existe cierta convicción estética. La mayoría de los conciertos son… decepcionantes. Allá donde un grupo se engrandece y colma de recursos, sus espectáculos tienden a la grandilocuencia y a la producción industrial. Esos clímax pre-cocinados, esas multitudes, esas lejanías físicas, esos coros del público. Allá donde hay autogestión, duro trabajo y sacrificio, sin embargo, me encuentro con versiones peores de las canciones que me enamoraron en mi habitación.
Todo esto es un problema porque me encantaría que me entusiasmaran los conciertos tal y como lo hacían hace diez años. Pero apagada la llama de la socialización, del concierto como punto de reunión para tus amigos, me arrastro a ellos con resignación. ¿Cuál fue el último concierto del que salí entusiasmado, entusiasmado de verdad, emocionado hasta la médula, flotando sobre una nube? No lo sé. ¿Ante qué grupo me rendí por última vez, qué canciones lograron transfigurarse ante mis ojos y convertirse en otra cosa, algo distinto, a lo que fueron en estudio?
Le exijo demasiado a un concierto, pienso, y quizá peque aquí de cinismo y aplatanamiento adulto, de haber asistido a muchos, de creer que ya he visto todo lo que tenía que ver en esta vida. Esta no es una arenga contra la música en directo: en el mejor de los casos es una arenga contra mí mismo. Debe haber algo más. En algún lugar, supongo, me espera una redención y un punto de inflexión que me recupere para la causa. Algo parecido a Kicking Television.