Mozo dominguero #50: Deerhunter - Microcastle
¿Debería un Núremberg Musical descontarle a Vetusta Morla la responsabilidad sobre Viva Suecia o Izal? Fritz Bauer opinaría que no y tendría razón
Autor: Deerhunter
Título: Microcastle
Año: 2008
Género: Neo-psicodelia
País: Estados Unidos
Discográfica: 4AD
Dos aspectos han llamado poderosamente la atención sobre The Brutalist: el primero, el más evidente, su interludio de quince minutos; el segundo, menos intervencionista, su sionismo. La segunda parte de la película sugiere un único camino para la diáspora judía desperdigada por el mundo a mediados del siglo XX: Israel. A Europa no se podía regresar, consumada su bancarrota moral e histórica, y el sueño americano tan sólo se había revelado como un fraude, un crimen o una mezcla de ambas.
Incluso un arquitecto atormentado que durante buena parte de su vida se niega a aceptar los postulados del sionismo no tiene más remedio que asimilarlos toda vez comprende la magnitud del problema. Ante el sufrimiento eterno e Israel, Israel. ¿Quién podría culparle? Al fin y al cabo el nacimiento de Israel se produce apenas tres años después de que el Ejército Rojo entre en Auschwitz y revele al mundo los horrores de los nazis. El germen de aquella idea, de Israel, provenía de buenas, legítimas y justas intenciones.
Difícilmente Laszlo Toth podía imaginar los otros horrores a los que Israel se conduciría apenas un puñado de décadas después, culminados en 2024 en una campaña sanguinaria y criminal contra el pueblo palestino y aderezados en las primeras semanas de 2025 por los extravagantes comentarios de Donald Trump. Comentarios, por lo demás, que tan solo dirigen a la única conclusión posible de las políticas israelíes desde 1967 hasta nuestros días: la eliminación total o parcial de Palestina. Una limpieza étnica.
¿Cuándo se torció todo? ¿El sionismo solo podía terminar en No Other Land o en sus albores tan solo proyectaba un futuro mejor para otro pueblo igualmente perseguido y atormentado? La responsabilidad de una idea buena o neutra sobre las catástrofes del futuro ha sido estudiada largamente por la historia. Es un dilema moral que no ofrece conclusiones rotundas. Uno puede ver La Cinta Blanca y pensar que Alemania, como sugiere la teoría del Sonderweg, estaba ungida del pecado original. Que su "camino especial" siempre conduciría al Holocausto.
¿Deberíamos pasarle la factura a Goethe, a los románticos de Hambach, a los parlamentarios de Frankfurt? La tentación es poderosa. El ejemplo más paradigmático de esto sería Marx: la primera piedra sobre la que se construyó el Gulag se habría plantado así en las primeras líneas del Manifiesto Comunista. Por lo general, la adjudicación de responsabilidades varía en función de la ideología de cada persona. Pero el dilema persiste. ¿Cómo de responsables son los pensadores sobre cuyas ideas se desarrollan más tarde toda clase de terrores?
Es aquí donde podemos posar nuestras miradas sobre la música. Manu Chao puede ser un artista muy divertido y muy respetable con obras defendibles, pero sus obras abrieron las compuertas de infinidad de crímenes auditivos contra la sociedad. Vetusta Morla publicaron un disco aún hoy reivindicable, Un día en el mundo, ¿pero debería un Núremberg Musical descontarles responsabilidad sobre Viva Suecia o Izal? Fritz Bauer opinaría que no y tendría buenos argumentos para ello. Al fin y al cabo, ya cometimos aquel error en la posguerra.
El germen de una idea puede nacer de intenciones honestas y bienaventuradas, pero uno nunca sabe las compuertas que abre pensando según qué cosas. Es un conflicto que tiñe la historia y la memoria de infinidad de problemas, uno que invita a lecturas conflictivas y en ocasiones contradictorias. Incluso en el caso de Deerhunter.