El regreso de Crippled Black Phoenix con Banefyre a la primera plana (la nuestra al menos) es sin duda una de las sorpresas más agradables de este 2022. Una de las que te lleva al clásico bucle alrededor de su discografía, de sus grandes momentos que hemos aupado por aquí, y finalmente a mí me ha llevado a darme cuenta de que, igual, estamos dando por sentado que la gente conoce este grupo.
Porque los ingleses son clásico ejemplo de banda de culto-culto, muy relevantes si estás metido en la esfera del rock progresivo y parcelas colindantes. Y digo progresivo porque es realmente el nicho más propenso a aceptarles y porque su influencia más clara va por ahí, pero realmente son un increíble verso libre que los hacen una de las bandas más llamativas de estas última década y media. Valga este repaso para motivarte de una vez a sus fascinantes sonidos que son menos de nicho de lo que cabría pensar.
Una biografía breve
Justin Greaves se había ganado el pan como batería de bandas de diferente estatura, como Iron Monkey, Electric Wizard o Teeth of Lions Rule the Divine, pero sus habilidades iban mucho más allá de eso. Entre dichos proyecto iba experimentando con guitarras acústicas, sonidos primitivos de folk inglés y otros elementos que daban lo que el llamaba como "baladas del fin del mundo".
No fue hasta que su amigo Dominic Aitchison, de Mogwai, le hizo ver que aquí había potencial para un grupo de verdad que se lanzó a la aventura. Contó con diferentes músicos de diferentes procedencias que iban rotando constantemente, tanto en estudio como en directo. Greaves ha sido realmente el hilo conductor principal, aunque los cambios de músicos es justo una de las cosas que les han vuelto unos de los grupos más ricos e interesantes en su estilo.
¿Y esto a qué suena?
Sí, rock progresivo. De hecho, la marmita del grupo se puede situar en el disco Echoes de Pink Floyd, del que el grupo ha realizado diversos homenajes, especialmente de la pieza homónima. Ese sonido contemporizado, espacial en puntos, muy meticuloso y deliciosamente construido que encuentra grandes puntos altos a través de guitarras, puntos de euforia rabiosa en forma de falsos estribillos y también urgencia política en las letras.
Pero hay mucho más que cabe en su abanico. Las influencias de psicodelia espacial, también bastante pinkfloydiana, los vuelven especialmente accesibles para gente poco interesada en lo prog. El dark folk de raíces inglesas los vuelven totalmente distinguibles de otros grupos en el género, y los puntos de post-rock (muy ligero) crean fabulosos momentos de explosión que los vuelven deslumbrantes.
Puerta de entrada: I, Vigilante (2010)
A riesgo de ser obvio, el disco que más potencial tiene para causar el flechazo es su mejor trabajo. Después de un par de discos notables (o casi tres si tenemos en cuenta que The Resurrectionists & Night Raider: 2007-2009 A.D. es doble) donde dejaban detalles de maestría pero todavía camino por recorrer en desarrollo de sonido y en parir canciones de gran nivel (un arte en el que destacan con respecto a otros grupos prog), finalmente I, Vigilante les dio el salto que necesitaban.