Tier list cine y series de febrero: la loca historia del mundo, un yate lleno de ricos, la cabaña de Shyamalan, la infancia de Spielberg...
Las series y películas del mes, ordenados en ranking para que no tengas que pensar.
Hi, personicas.
Nuevo momento para evaluar lo que hemos ido viendo, incluyendo algunos nombres grandes como Shyamalan, Spielberg o Marvel, alguna Palma de oro pasada de rosca y varias series pacomé muy muy agradecidas. Al lío
.
EXCEL
La Tierra según Philomena Cunk
Que Charlie Brooker sea creador resulta casi circunstancial, aunque puede ser lo mejor que ha entregado desde que se dejó bañar por los billetes de Netflix. Alejado del impactante neoludismo de Black Mirror y más cerca de sus especiales del año de José Mota (A la mierda el 2020/2021) aunque con más acierto, hace un Érase la vez la Tierra a través de un personaje iletrado plenamente convencido de estar en lo cierto (un poco la cuenta de Twitter del tío de las pinzas en mujer presentadora) bien llevado por Diane Morgan.
Se puede decir que sus cinco episodios gastan un poco la misma carta, pero resulta siempre divertida porque mira la historia con un revisionismo bien redirigido hacia la coña mordaz, parodiando con mucho éxito las docuseries históricas. Y si eso falla, siempre está lo chorra, como el chiste recurrente con Technotronic que siempre sorprende y siempre funciona. Como buena comedia british, es efímera y probablemente no volvamos a oír algo nuevo de ella en un par de años, pero entra estupendamente.
Pobre diablo
La propuesta animada de los chanantes está lejos de ser un intento de rescatar las mismas gracietas en un formato de sitcom (ay, qué decepción la serie del museo). En su lugar, Joaquín Reyes, Ernesto Sevilla y Miguel Esteban hacen una más que simpática pieza de animación para adultos, que emplea bien referentes mitológicos y cinéfilos para hacer desternillantes gracias en torno a muchos de los problemas del mundo. Desde los incels hasta el capitalismo salvaje, todo cabe para cuestionar si la humanidad merece salvada. Aunque tiene también sus puntos esperanzadores, como un precioso episodio 7. Una magnífica sorpresa.
Reservation Dogs
Otro estreno tardío por extrañas ventanas de distribución inexplicables, la segunda temporada de esta fantástica serie juvenil en una reserva nativa de Oklahoma muestra que es una de las mejores sorpresas de los últimos años. Hábilmente reflexiva sin dejar de lado a sus personajes, sabiendo dar las dosis de surrealismo necesarias que están bien integradas a través del linaje y la cultura nativas, y también completamente divertida. Se nota un mimo y una frescura en cada episodio al alcance de muy pocas series actuales. Una experiencia realmente encantadora y bonita. Qué narices, es una imprescindible y el final te destroza.
The Quiet Girl
La riqueza dentro de la sencillez extrema. Esta película irlandesa, pequeñísima hasta lo indecible, es una de esas sorpresas que te desarma completamente con una mirada a la infancia realmente conmovedora sin escatimar en las dificultades. Una niña de un pueblo rural es llevada a pasar el verano con unos parientes lejanos, una experiencia marcada por la extrañeza que va acercando posturas y revelando motivos de manera cuidadosa. Colm Bairéad sigue de manera espléndida la perspectiva de su protagonista y crea una preciosa joya sobre vínculos, sobre cosas que los adultos no te cuentan pero notas flotar en el ambiente, que te tiene con el corazón en un puño y al final te destroza.
En cines.
SÍ
Extraordinary
Una simpática propuesta británica pa comer, con elementos clásicos de la sitcom de compañeros de piso refrescados por un componente de superpoderes. Todos tienen algún poder salvo la protagonista, lo que causa diversas frustraciones y hasta comportamientos tóxicos. Como poco es entrañable y hasta hilarante cuando se desata un poco, incluso aunque todo el tema de los poderes casi parece más excusa para probar sketches que otra cosa.
Irati
Menos mal que está Paul Urkijo Alijo para mostrarnos que aquí hay espacio para hacer fantasía medieval sin nada que envidiar a producciones internacionales. Su nueva exploración del folklore de Euskadi nos lleva a las capas y las espadas, nos trae relato de defensa de la naturaleza y tímidamente señala el papel de la religión católica a la hora de neutralizar a los paganos y su relación con el poder.
Esquiva el mito artúrico convencional y resulta realmente impresionante en lo visual (los diseños, los efectos especiales, la acción brutal que logra chocarte), así que se perdonan ciertos momentos donde parece que se apresura un poco. Su mera existencia en nuestra industria es todo un milagro que hay que celebrar.
En cines.
Llaman a la puerta
Habituados a sus episodios de Dimensión desconocida, con sus característicos giros de guion y finales impactantes, resulta completamente chocante que M. Night Shyamalan adapte una novela y decida desprenderse de todos los giros de esta. Aquí nos ofrece una película más directa y elemental, sostenida por la tensión del home invasión y manteniendo la inquietud sobre si la promesa del apocalipsis es real o no.
Se apresura un poco de más en el clímax, pero consigue ese momento final impactante, y un viaje realmente entretenido con una dirección que sigue siendo de primer nivel (ese uso de los primerísimos primeros planos) y una historia familiar efectiva. A estas alturas tiene tan clarísimo qué películas tiene que hacer y cómo hacerlas que sólo queda disfrutar de esta etapa.
En cines.
Una casa hecha de astillas
El documental ofrece la vía más sencilla para que la crisis en Ucrania esté presente en los Oscar, haciendo retratos desde diferentes ángulos que remuevan conciencias. Aparte del documental de Aleksei Navalny (en HBO Max), tenemos esta pequeña película danesa que pasó por Sundance antes del comienzo de la invasión, aunque los efectos de las tensiones entre países se notan aunque sean de fondo.
Centrada en una institución especial en el este del país para niños que han sido retirados de sus hogares mientras esperan las decisiones judiciales sobre la custodia parental, donde los trabajadores sociales hacen lo posible por dar un hogar medianamente cuidado y afectuoso a estos niños. Simon Lereng Wilmont opta por el enfoque puramente observacional, no tan alejado de lo que prueba a hacer una película de ficción como La maternal mostrando un pequeño oasis institucional para que no haya menores completamente dejados a su (mala suerte).
Con esa decisión es fácil a veces verle la costuras, como no tener completamente claro el foco al ir moviéndose entre diferentes niños y el aparente descuido en lo visual (aunque tiene algunos momentos donde saber ubicar la cámara). Pero es realmente emocionante porque no esconde la dureza y la desolación que se vive en estas situaciones, y le perdonas hasta el enésimo uso de La Canción de Max Richter de la que se está abusando demasiado.
OK
El piloto
Gerard Butler continua su reinado imbatible de OKs muy agradecidos con otro thriller de acción de presupuesto moderado (probablemente sacado de algún blanqueo de dinero) que nunca se complica más de lo necesario. Aquí pilota un avión destinado a estrellarse y dispara a una serie de terroristas separatistas para sobrevivir. Ochentera a más no poder.
En cines.
Ellas hablan
Algunos de los takes más fervientes de FilmTwitter en "defensa" de esta película esgrimían que lo que cuenta es tan importante que daba igual su estética tan gris, que la fotografía podría incluso ser todo fucsia (al menos habría sido una decisión a considerar). Quizá ahí late la cuestión con lo que intenta Sarah Polley, tan decidida es mostrar las posturas de la experiencia femenina ante el abuso sistémico que descuida casi todo lo demás, desde lo visual hasta la historia y sus personajes.
Suena a pecado capital para una película que no importe casi nada de lo que se ve (la fotografía gris es tan indistinguible que resulta distracción) o que muy pocos personajes se sientan realmente vivos. Con todo, poco a poco va dándole pulso dramático para que su acto final sea vibrante y el mensaje cale de manera orgánica. Incluso en su peli más decepcionante, Polley deja detalles de interesante exploración psicológica.
En cines.
The Last of Us
No cabe duda de que la adaptación del queridísimo videojuego de Neil Druckmann quiere hacer de la fidelidad su principal baza, algo que viene realmente fácil dada la naturaleza cinemática que ya tiene el original. Claro, cuando el resultado final lleva esa fidelidad hasta el paroxismo uno no puede evitar ver las fracturas que era más fácil perdonar en el videojuego, empezando por un enfoque bastante derivativo de otras producciones post-apocalípticas o zombies (lo del drama humano como lo realmente importante ya lo vendía The Walking Dead en 2008, tetes).
La factura es notable, pero también a ratos, muy cercana al algoritmo de HBO (lucir prestigiosa básicamente por defecto, no porque lo trabaje). Cuando quiere ponerse burra con acción se le han notado las costuras. El exceso de cámara en mano dejan más sensación de producción de andar por casa, en lugar de replicar el toque visual del videojuego que trata de evocar casi todo el rato (realmente no hace falta un plano de ver cómo mueven un armario, gracias). Su insistencia de hacer escenas completamente idénticas a las originales expone también ciertas limitaciones, volviéndose parodia involuntaria.
Los mejores momentos, que no son pocos, vienen cuando sabe manejar la intimidad. Los momentos donde trata de plasmar el choque emocional de estar expuestos a la violencia brutal son un magnífico desarrollo de la idea que vertebra la obra original, y los desarrollos de personajes secundarios que eran originalmente puntos de paso (especialmente el episodio con los personajes de Nick Offerman y Murray Bartlett donde la serie toca techo) justifican en parte esta empresa.
También, sin quererlo, eclipsan la relación entre los protagonistas, que irónicamente se vuelve la parte que menos interés despierta en la serie. O quizá es que su relación ya la conozco, y que lo que va mostrando no ofrece nada especialmente llamativo. Y claro, pone en jaque la misma necesidad de todo el proyecto.
MEH
Ant-Man y la Avispa: Quantumanía
A pesar de las intenciones de hacer una simpática aventura de ciencia ficción bastante pulp y clásica, tan comiquera como evocadora de la fantasía de Julio Verne, a esta tercera Ant-Man se le abren las costuras cuando tiene que cargar pesos pesados. Esto es abrir una nueva fase de la historia del multiverso, con una presentación en condiciones de la gran amenaza de Kang con toques muy afectados y muy serios que trastocan en demasía el arranque fantástico de la película, volviéndola un poco agotadora. Realmente las Ant-Man se beneficiaban muchísimo de ser cosas menores en los márgenes, así que la decisión de convertirla en lo contrario se siente como un error evitable.
En cines.
Los Fabelmans
Steven Spielberg suma su particular visión al nuevo género recurrente en el cine de autor sobre "directores veteranos miran a su infancia y su amor por las pelis buscando que todo encaje". Como Armageddon Time, tiene su principal losa en intentar encontrar todas las respuestas en esos momentos concretos de la infancia que no van necesariamente interconectados (y es irónico, siendo una peli que va de cómo el cine ha sido para Spielberg la pieza que le faltaba para encajar el puzzle de su mente). En su caso, la división familiar, la religión judía, el amor por el cine, el salir un poco de uno mismo.
No todo lo aborda de manera efectiva, y por eso su visión termina desencajada y no resulta creíble que todos estos temas confluyan, aunque sin duda los vivió. Resulta más cercano a lo conmovedor cuando se aproxima a ese momento donde empiezas a ver a tus padres como las personas complejas que realmente son, aunque aun así sus ansias por hacer una historia emocionalmente clara hace que se pierdan esa complejidad que haría más auténtico lo que vemos. El resto resulta fallido, especialmente cuando nos introduce en el instituto. Pero eh, cameito de David Lynch para un momento muy especial para los cafeteros de Spielberg.
En cines.
Terapia sin filtro
Cierto que el enfoque libre de cinismo y autoconsciencia de la comedia de Ted Lasso se siente muy confortable en estos momentos, pero eso no quiere decir que se deba aplicar igual en todos los ámbitos. Un entrenador de fútbol estadounidense tratando de pensar fuera de la caja como huida hacia adelante es un concepto simpático, pero es algo peligrosamente inconsciente intentar usarlo en el ámbito de la psicología y la salud mental.
Más allá de ese aspecto, que sin duda Terapia sin filtro no sabe navegar, la serie de Bill Lawrence y Brett Goldstein tiene otros problemas más estructurales, propios de una sitcom que igual está producida de más. Capítulos de más de treinta minutos, que va saltando entre personajes y situaciones a medio cocer, con improvisaciones no demasiado lucidas y resoluciones muy simplonas sobre abordar el duelo o el arrepentimiento. Aunque ver a Harrison Ford haciendo el cascarrabias nunca está de más, tiene su gracia.
Till, el crimen que lo cambió todo
Es más o menos la película que te puedes esperar cuando te anuncian un biopic sobre uno de los crímenes raciales más desgarradores de la década de los cincuenta (y es decir) que tiene madera de anzuelo de Oscar (en teoría al menos, porque han pasado total de ella). Un poco Selma donde se toma todo lo serio que debe sus personajes y sus dificultades, pero al mismo tiempo no es capaz de ofrecer nada que se salga de las casillas a rellenar en su tipo de película. El mayor legado de la otra película fue dejarnos a Ava Duvernay, y la directora ya deja ticks muy similares a ella. Cuidadito.
En cines.
NO
All That Breathes
Uno de los documentales que optan por un enfoque poético, dejando que las imágenes vayan calando en el espectador de manera que evoque lo buscado. En este caso, cómo dos hermanos dedicados a curar mirlos negros que enferman y se lesionan a causa de la polución en la ciudad de Nueva Delhi va dejando que sobrecoja la sensación oscura relativa al cambio climático y la creciente violencia en la ciudad.
Es difícil que ello emocione en imágenes extendidas sin más que contar que lo ya establecido al comienzo, y sin duda es difícil que cale si luego se defiende una capacidad de adaptación en la adversidad. Da la sensación de que incluso en 90 minutos está pasando demasiado tiempo para decir muy poco.
El triángulo de la tristeza
Sintiéndose validado tras el aplauso casi universal a The Square, el sueco Ruben Östlund vuelve con una de sus sátiras venenosas que, para su desgracia, se queda en una entrada más en el reciente canon de sátiras sobre "ricos asquerosos en lugares de lujo". Y no es de las mejores.
A su mala baba contaminada por cierto aire de cretino que ha desarrollado así por las buenas se le junta falta de inspiración en el humor, tanto para hacerlo interesante en su crítica social como en la parte más escatológica. Suma uno de los peores usos recientes del 'New Noise' de Refused y tienes un petardo sin gracia que, de nuevo, ha sido validado en prestigio, así que no esperemos una corrección de rumbo por su parte.
En cines.
Infiesto + La chica de Nieve
Lo de convencernos de que hacemos muy buenos thrillers en España está siendo todo un tiro por la culata. Sumas el algoritmo de Netflix y ya tienes la combinación para que se te caiga el alma al suelo. Uno una peli de estética diferente pero que va a todo trapo sin cabeza y tirando a la basura su concepto pandémico (no hay por donde coger nada en ese aspecto). La otra una serie de carisma elevado a 0 que nunca se termina. Infumables.
Terrifier 2
De una saga de payaso loco asesino esperas fiesta, y desde luego muchos la han montado en torno a la propuesta gore ultrasangrienta de Damien Leone. Pero ya la primera era bastante limitada, y no por el presupuesto sino por un ritmo que se arrastra y mata parte de la tensión además de la actuaciones cuestionables de todos los personajes que no son el payaso. La secuela mantiene eso y lo alarga hasta las... ¡casi dos horas y media! En qué cabeza cabe estirar tanto un chicle como este.
En cines.