Septiembre de 2012. Después de reunirse con Artur Mas en La Moncloa, el presidente Mariano Rajoy rechaza su propuesta de pacto fiscal, argumentando que ni cree que es la opción correcta ni tiene margen político o legislativo para llevarlo a cabo. Mas responde que estudiará su respuesta, que todas las opciones están sobre la mesa, pero no una ruptura total con el Estado porque “esto en Europa no se entendería”.
A partir de ahí vendría el pacto de gobernabilidad con Junqueras comprometiéndose a la celebración de una consulta de autodeterminación y unos meses más tarde la solicitud por parte del Parlament al Congreso de la cesión de competencias, que sería rechazada. Empezaba la huida hacia adelante, pero todos decían que dentro de unos límites, que tranquilos. Ok, ya habéis visto la fotico y el titular, así que ya habéis pillado la metáfora: Separación está ya metido en su propio procés.
Empecemos destacando lo obvio: a nivel de producción, Separación está en otra liga respecto a todo lo que se está haciendo en televisión en este momento. Me muero de ganas de ver una película adulta de Ben Stiller y quizá todavía más de su directora de fotografía Jessica Lee Gagné, que dirige el preciosísimo 2x07. Por seguir con lo obvio: esta segunda temporada no es ni de lejos un desastre y por supuesto que siguen muy presentes muchos de los aspectos, y los temas, que la convirtieron en un objeto tan único y fascinante hace tres años.
Y por rematar: es sobresaliente la inteligencia de unos creadores que han sabido convertir un producto sci-fi de concepto árido y ritmo lento en un fenómeno de público: al margen de los números inventados de Apple, puedo confirmar (y seguramente tú has vivido algo parecido) que en cada cena en la que he estado este último mes, cuando sale el temita de “y qué estáis viendo”, todo el mundo, cinéfilo y no, menciona Severance, y eso significa algo.