La fábula del "artista torturado", del genio en sufrimiento, es uno de los grandes errores de la mitología pop. Valida actitudes a las que no daríamos nuestro OK en la vida real. Consolida estructuras empresariales casi esclavistas, donde importa más el rendimiento económico que el modo de lograrlo. Y, sobre todo, como oyentes nos despoja de una empatía que nunca debería faltarnos cuando escuchamos música: claro que es relevante si alguien está mal sobre un escenario, o grabando un disco; claro que podemos decir "me da igual no haber visto a Daniel Johnston si las condiciones en las que sale a tocar son las que son".
Cuando Brian Wilson comenzó a subirse de manera habitual a los escenarios de festivales en la década de los 2000, mi primer pensamiento fue "qué bien". Qué bien poder ver al que había sido responsable de muchísimas canciones importantes de mi vida (hay tres años concretos, los que van de 1999 a 2002 en los que escudriñé su discografía y la de Beach Boys hasta el punto de saber tararear fragmentos de las muchas sesiones de grabación perdidas que no acabaron en discos oficiales). Qué bien ver a Brian liberado de sus muchos problemas personales, disfrutando de nuevo. Qué bien que los macrofestivales pudieran darnos la oportunidad de ver tanto en tan poco.
Y, sin embargo, verle tan frágil sobre el escenario me hizo crack. Al contrario que muchos, pienso que el estado natural de la música pop es el disco, la grabación. Y Brian Wilson, que ya en la fase dorada de los Beach Boys como grupo de masas jóvenes sufría al salir de gira, posiblemente nunca necesitó que los demás hiciésemos doble check, casilla marcada, en sus conciertos. Aunque sí quiso, desde luego, que le escuchásemos en disco.
En sus obituarios veréis numerosas citas a sus problemas. La vida de Brian Wilson es un problema en general, uno del que huyó y se aisló gracias a la música. Pero ese "gracias" no debería servir para que, como oyentes, desestimemos el dolor. Preferiría que nunca hubiese tenido esos padres, esos managers, esos "terapeutas", ESE primo en concreto. No necesitaba nada de eso para escribir la música pop más hermosa del mundo y alguien capaz de crearla se merecía otro tipo de panegírico.
El canon ha dejado Pet Sounds como "la obra que hay que escuchar", pero, lo hablamos constantemente en Hipersónica, el canon es una herramienta imperfecta para acercarse a la música y terrible para evaluar realmente la relevancia de determinadas obras. Ese canon, por ejemplo, obvia que Today! es tan revolucionario, o más. O pasa de puntillas por All Summer Long, fácil candidato a mejor disco de pop de la década, de la Historia. O decide desdeñar de un plumazo la perfección para capturar, en una sucesión de años locos, el sueño de la adolescencia dominando el mundo: los coches, las playas, las chicas, los amores difíciles, el descubrimiento del dolor, la idea de poder vivir siempre ocioso, la imposibilidad de aceptar el mundo adulto (ABAJO EL TRABAJO), el refugio de una habitación o de una canción, la creencia de ser invencible, la nostalgia por lo aún no vivido.
Diez discos en tres años, los que van de Surfin' Safari a Beach Boy Party!, y sólo uno podría irse al OK. Qué grupo aquel, qué compositor. El Brian Wilson pre-Pet Sounds ya era eterno.
Escucha, vibra, sonríe: la historia de ‘Smile’, el disco que nunca fue
En el mundo de la música han existido y existirán siempre disco míticos por su razón de no ser, por quedarse para siempre en el limbo de los cajones. Discos de puro riesgo interno o externo que, por distintas razones, no lograron publicarse. Smile, de los Beach Boys...
Cuando, tras la debacle Smile Brian Wilson se rompe, su vida comienza a importar más que su música. El mito del artista torturado se lo come, y el mundo está a gusto viéndolo disolverse y sabiendo que, aún así, seguirá sacando canciones eternas. El resto de los Beach Boys bascula todo el rato entre no dejarle atrás o aprender a vivir sin él. De esa tensión surgen discos hermosísimos como Sunflower, Holland, Surf's Up... Obsesionado con lo que había dejado a medias, como si todos nosotros no dejásemos cada día cosas sin terminar (¡como si eso no fuese la vida, en realidad: una obra que nunca completas!), Brian Wilson aprovecha los escasos momentos en los que no se está rompiendo para intentar completar tareas.
Nada es tan relevador en esta zona como las dos últimas canciones de Surf's Up. En ''Til I Die', dos minutos y medio de melancolía etérea, él mismo escribe una letra asombrosa (y Brian había sido muchas cosas, pero no un gran letrista; cuando Van Dyke Parks, Mike Love, Roger Christian, Gary Usher y otros le ayudaban en eso, sus canciones pegaban un salto):
"Soy un corcho en el oceáno, flotando en un mar rugiente, ¿cómo de profundo es el oceáno? He perdido mi camino"
Un corcho flotando, una roca en medio de un terremoto, una hoja en un día de ventolera... Y cuánto de bajo se puede caer, cuándo se termina de rodar, cuánto más soplará este viento.
Esas preguntas que él no resolvía entonces, y posiblemente nunca, muchos de nosotros sí las contestamos en su momento gracias a cosas como lo que viene justo después. Las versiones extendidas de 'Surf's Up' recogen una bellísima toma inicial de la canción, donde sólo estaban Brian al piano y… Brian a la voz. La del disco mete a Carl y construye un monumento psicodélico que sube y baja. Cada vez que Brian primero (y Carl después) entona esa parte que es el "columnated ruins domino" me descubro de nuevo sintiéndome bien, y deseando que él lo estuviese también. La portentosa voz de Brian Wilson (que tan bien había engarzado siempre con la de su primo y sus hermanos) aquí es directamente sanadora. La de Carl es tan hermosa que es imposible no descubrir en ella la belleza del mundo.
Siempre que te encuentres mal, ponte 'Surf's Up'.
En 1988, tras casi dos décadas de que se le negase la condición de persona y de casi quince años sin un buen disco de Beach Boys, Brian Wilson regresa firmando un album muy celebrado. Uno infame también: el mismo terapeuta que le mantuvo cautivo, Eugene Landy, aparece firmando como "writer" algunas de esas canciones que la crítica celebra.
Canciones bonitas, sí, porque Brian no sabía hacerlas feas. Algunas tan emotivas como 'Melt Away', donde intenta hacernos entender en un puente del que deberíamos haber tomado nota: "no te dejaré verme sufrir, no, no a mí; no te dejaré oírme llorar; no, no a mí". Un puñado que intenta revivir todo lo que fuiste, incluso la parte que tus compañeros no aceptaban ('Rio Grande' es ese vodevil cómico que gran parte de Smile pretendía). Y otras, tan significativas como 'One for The Boys': una melodía vocal que Brian quisiera cantar con los Beach Boys, y que no lo hará. Dennis ya ha muerto, Mike no quiere ni verte, Carl intenta mantener viva la idea de BBs.
Este retorno de 1988 está repletísimo también de excesos de estudio de grabación: los Ochenta haciendo mella en forma de producción con esos tics tan de la época en la que todo lo que había sido pop clásico se adornaba de forma inconscientemente kitsch. Por tanto, canciones bonitas y feas a la vez. Es justo que sea el disco homónimo de Brian, el resumen de sus años feos, pero también es justo decir que el mejor disco de un Beach Boy en solitario nunca sería éste. Ni tampoco uno de Brian. Es el de Dennis Wilson.
Perdón, LOS DOS de Dennis, aunque uno tuviésemos que esperar 30 años para escucharlo.
La del Pacific Ocean Blue de Dennis Wilson es también la portada definitiva de un disco de los Beach Boys. La biografía perfecta del grupo:
Hay un tipo de fan que da muchísimo asco. Damos, me incluyo. Es esa persona que está dispuesta a enmendar la plana a su propio artista favorito. No me gustó nada el Smile de 2004. Me alegré de que lo sacase por fin, pero habíamos impreso la leyenda tantas veces que nos lo habíamos imaginado muy distinto.
Y posiblemente lo era: el Brian Wilson de 2004, casi el mismo que aparecerá en los escenarios festivaleros con la mirada perdida y más allá que aquí, no era el de 1967. La música de su cabeza sonaba distinta: más desnuda, menos consciente de lo revolucionaria que pretendía ser y mucho más de "acabemos esto por fin".
No me gusta, y lo escucho a menudo. Lo escucho y lo comparo a las distintas versiones apócrifas de Smile, para intentar entender lo que perdimos entre un Brian y otro. Los años de mierda en los que su tortura privada nos privó de sus canciones. Porque lo que tenía que haber ocurrido más veces, en vez de darle vueltas a lo que no pudo hacer, es un Orange Crate Art (notable disco de reencuentro con Van Dyke Parks). O un That Lucky Old Sun, agradable obra de melancolía anciana sobre la California que perdió.
Mucho mejor todo eso que volver sobre sus pasos una y otra vez.
Neil Young decía que era mejor arder que desvanecerse. Pero el propio Neil Young se ha pasado una vida entera aprendiendo a desvanecerse, disco tras disco entendiendo que la llama a veces aún brilla con fuerza antes de desvanecerse. Hoy desearía tener la posibilidad de volver a más discos malos de Brian Wilson. Como cuando murió Prince. O Bowie. O Lou Reed1.
Vuelvo al inicio. Antes del canon estuvo Summer Days & Summer Nights, y las castañuelas plagiando a Phil Spector. O la radical estructura melódica de 'Girl Don't Tell Me'.
Las guitarras que arrancaban el motor de 'Little Honda'.
El uso de los silencios en 'Wendy'.
El robo a Chuck Berry para construir el camino de salida a la autobahn de Kraftwerk. E inmediatamente después la melancolía perfecta: no te preocupes, beibi, todo estará bien esta noche.
El puente instrumental PERFECTO de ‘Please Let Me Wonder’.
La conjunción de voces perfecta y el organillo de 'Catch a Wave', que repitieron allí y allá otra vez.
El rocanrol sublimado para bailar, bailar, bailar.
Los cambios dinámicos y los choques entre estribillo y estrofa en 'Let Him Run Wild'.
Antes de todo lo que nos han dicho que fue Brian Wilson estuvo Brian Wilson. Alguien que firmó la perfecta 'Be True To Your School', ra-ra-ra-zis-boom-bam, y que se merecía la vida que nos hizo soñar. Y si, para que pudiera tenerla, yo tuviese que renunciar a conocer, y amar, sus canciones, lo haría. A la mierda la música.
Aunque su Berlín sea también co-responsable de consolidar el mismo mito que me niego a validar hoy aquí.
💔
Gran artículo para profundizar e indagar.
Soy prácticamente un iletrado en el grupo y no he escuchado más allá del Pet Sounds y lo más popular que tienen fuera de él. Bueno y el tema 'Meant for You' que lleva décadas abriendo popcasting (podcast enorme, por cierto).
Es una pena lo que comentas de los festivales de 2000's. Todo el mundo decía lo delicado que estaba para defender las canciones.