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Alberto Andrés's avatar

Aquí otro que volvió a disfrutar de verdad de la música al quitarse Spotify. Me compré un disco duro y volví a Soulseek y Rutracker. Escucho menos discos, pero presto más atención a lo que escucho y doy más oportunidades a cosas que no me atrapan a la primera, simplemente porque he hecho el esfuerzo* de descargármelas, pasarlas a Musicbee y al mp3, etc. Y si pasan 3 meses hasta que pueda escuchar el último disco hypeadísimo por la prensa musical, pues pasan 3 meses. Básicamente, estoy menos pendiente de El Discurso y más de la música en sí.

Me sumo también a la recomendación del libro de Krukowski (y de su newsletter) y aprovecho para mencionar "Streaming Music, Streaming Capital" de Eric Drott. Tiene un enfoque algo más académico (es un libro de Duke University Press), pero por eso mismo evita el sentimentalismo en el que cae a veces Krukowski (esas elegías a los metadatos…).

*Lol, lo sé, pero es una tarea hercúlea comparada con el modelo de degustaciones de productos de Spotify.

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Juan M.'s avatar

Pero es que la música, por su capacidad incontenible de adueñarse de un espacio puede ser algo utilitario, su forma de calmarnos o exaltarnos a la distancia de una forma subconsciente debe ser uno de los puntos recurrentes en el deck que Ek le presenta cada cuatrimestre a sus inversionistas.

Nosotros somos unos románticos, y es que, a diferencia de los niños de hoy en día, invertimos un esfuerzo importante para descubrir, localizar, transferir y reproducir obras de arte que viven para siempre conectadas a momentos de nuestra existencia pero es muy inocente pensar que es la única forma de relacionarse con la música. No veo por qué no habría gente que tenga experiencias trascendentales con lo que una playlist les puso enfrente. Y eso es un logro de la música no del algoritmo.

Spotify como software es malo e incluye todas las prácticas que silicon valley ha ido afilando en otros productos para perfilarnos a escuchar lo que mueve sus gráficas pero lo veo a la distancia y tener prácticamente toda la música grabada a mi disposición es mi sueño desde los quince años.

Yo uso Spotify sin remordimientos, Beth Gibbons me sacó lágrimas con su último disco porque pude sentarme a escucharlo con atención por 45 minutos, le agradeceré comprando su álbum, una camiseta carísima o viéndola en vivo si me es posible porque tengo claro que no hay forma de que las reproducciones sean suficientes.

Y claro que la solución es esforzarse, porque que la música sea o no contenido depende de nosotros, no de ese pedazo de software que como muchos otros hemos reemplazado sin problema a lo largo de estos años.

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