Hi, personicas. Venimos de la parte uno y ahora toca la parte final.
15. On Falling
Se podría decir algo más de su manera de retratar tan pura y tan adecuada en su observación la precariedad y la soledad a la que te aboga el capitalismo tardío que tiene Laura Carreira, increíblemente lucida en ideas para estar en su debut. Pero realmente sólo nos sale decir: ABAJO EL TRABAJO.
14. Mi única familia
Detrás de esa traducción de feel good de la temporada se esconde otra tragicomedia árida de Mike Leigh con la que sigue indagando en las verdades incómodas de la existencia. La convivencia diaria con la frustración y la depresión convertida en una serie de personajes reconocibles, sea porque estén en tu propia familia o porque te los has encontrado montando un pollo en el parking del supermercado. El deliberado y progresivo drenaje de energía de la película podría resultar una barera, pero es muestra de una película dispuesta a plegarse a sus personajes y no al revés.
13. Sorda
Nadie iba a cuestionar nunca las buenas intenciones de una película como Sorda, tan preocupada por la experiencia de esta comunidad y también por la maternidad, pero su mayor triunfo es no quedarse ahí. Eva Libertad nos va introduciendo progresivamente en una serie de cismas y miedos que van perfilando las aristas de un personaje nada cómodo aunque completamente entendible, llevado magníficamente por una Miriam Garlo que da una de esas interpretaciones que se te graban.
Un descuido sin mala intención por aquí, un dependiente que te jode el día por allá, el tener que pasar por las sensaciones más angustiosas para no sentirse muy atrás (grandísimo el diseño de sonido con un elemento clave). Hay una construcción muy meticulosa y específica que, preciosamente por su singularidad, entra en unas sensaciones muy grandes. Un acierto muy destacable, tanto por lo obvio como por lo que no.
12. La semilla de la higuera sagrada
Mohammad Rasoulof no será el primero ni el último de los directores iranís perseguidos y encarcelados por el régimen por el mero hecho de denunciar la horrible situación del país. Lejos de contenerse, el director de la increíble La vida de los demás se supera con una amplia y directa soflama con alma de thriller que señala sin pudor la injusticia del sistema judicial y la represión de las mujeres. Una obra de contundencia y ambición mayor que gana por completo por su rabia y por sus decisiones de cámara.
11. Pavements
Con Her Smell ya ofrecía una perspectiva diferente en torno a las historias de música en los márgenes y autodestrucción, pero Alex Ross Perry consigue algo incluso más especial en su película musical para acabar con todos los biopics musicales. Pavements se nutre de la fabulosa ironía de Pavement y de su categoría de culto para desmontar el tipo de película básica que cabría esperar sobre ellos, además de las obras musicales o las exposiciones de museo que crean gloria y legado de experiencias complejas. También se ríe un poco de su condición de falso documental para dar con algo especial y diferente que también logra estar en consonancia con el grupo al que homenajea.
10. Materialistas
Celine Song se ha enfrentado aquí a una mezcla de lidiar con las expectativas ajenas tan una obra tan soberbia y prácticamente magistral como Vidas pasadas, y también con lo que muchos esperan de lo que le promocionan como una comedia romántica. Materialistas es una película que busca escaparse de todo esto, aunque quiera mantener diálogo con la concepción del amor que vimos en su debut y los cánones de la romcom.
Lo hace a través de hacer enfasis puro en lo que la mayoría del género esquiva: hablar de dinero. De cómo el capitalismo es también un factor en cómo puede triunfar o fracasar una relación, cómo el matrimonio sigue siendo una transacción y nuestra incapacidad de vernos más allá de cómo valores y activos a la hora de buscar a alguien con quien compartir nuestra existencia. Song explora esto siguiendo estrictamente la perspectiva de una protagonista construida desde la gélidez y la calculación, lo que incrementa la sensación de una roncom fallida por ser rígida.
Sus limitaciones quedan evidentes en un reparto que causa demasiadas ambivalencias al espectador, especialmente una Dakota Johnson que siempre queda la duda de si sus clases de interpretación las da en Marte o algo así. Pero sus problemas son ampliamente superados por sus interesantes virtudes que dan pie a muchas conversaciones fascinantes, así como la expansión de una autora en una determinada temática como es el amor de la que tiene un punto de vista bien marcado y diferente.
En alquiler.
9. Las habitaciones rojas
Los últimos años nos están ofreciendo una interesante perspectiva sobre la obsesión por el true crime que han producido tanto documentales como podcasts. Esta elusiva pero inquietante película canadiense puede ser de las que mejor profundicen en sus extremos más malévolos, ofreciendo un estilo que traza puentes entre David Fincher y Michael Haneke, dos increíbles diseccionadores de la maldad humana desde enfoques casi opuestos.
Pero el ejercicio de Pascal Plante es capaz de evocar a ambos, al mismo tiempo que decide provocar al espectador desde lugares muy propios. Su manera muy intencionada de mantener a distancia a su espinosa protagonista, sus paneos fríos y analíticos por unas salas de juicios bien blancas, sus ideas para sugerir lo extremo de las dark webs en lugar de mostrarlo.
Las habitaciones rojas consigue ser una de esas películas que te llevan de la mano a los lugares más incómodos y perturbadores, y ni siquiera de una manera que es perversamente satisfactoria. En todo caso, de la forma que hace que imágenes y sonidos no se te despeguen de la piel ni con agua hirviendo.
8. Los domingos
El desarrollo de Alauda Ruíz de Azúa hasta convertirse en una de las mejores exploradoras de la incomodidad y las úlceras sin curar de la sociedad es encomiable. Su sequedad bergmaniana va de maravilla a una historia donde el catoliscismo es un vector como lo podría ser el abrazo del derechismo extremo, no siendo didáctica pero tampoco equívoca en el peso que la dinámicas familiares tienen en tomar según qué decisiones. Los domingos se vuelve así una obra refinada de artesanía muy medida para preñar cada escena e interacción de toneladas de grises que muy pocos observan con tanta precisión.
7. April
Muchas veces el cine social no tiene que regirse por la elaboración artística de la forma porque tiene otras maneras de ser destacado, empezando por un fondo que, frecuentemente, es colocado tan superficialmente que desafía su propio nombre. La georgiana Dea Kulumbegashvili cree profundamente no sólo en la coexistencia de ambas partes de la experiencia cinematográfica, sino que considera que el desafío de una a la otra es una manera más de que se retroalimenten.
Tras un primer largometraje, Beginning, que ya fue Concha de oro en San Sebastian, su segunda película explora problemas incluso más acuciantes de una manera que pocos han concebido antes. Un ejercicio de chantalakermanismo profundo con su toque de mirada clínica hanekiana para tocar la todavía latente represión del aborto, la libertad femenina y la actuación médica incluso aunque no haya estrictos límites legales para ello. Una película que no aborda el tema de la manera más líneal, pero desde lo sensorial la consigue hacer frontal y rotunda.
6. Flow, un mundo que salvar
Por supuesto que de entrada quieres apoyar la película animada letona que protagoniza un gato, son casi 3,5 estrellas de entrada para cualquier cinéfilo gafitas. Aun así, el viaje que propone Gints Zilbalodis es la clase de respuesta que necesitamos ante una animación mainstream más complaciente y manufactura con una perfección cada vez más estéril.
Las imperfecciones de Flow casi parecen más apropiada de una época primitiva para la animación por ordenador, pero consigue desde ahí unos comportamientos animales muy creíbles y naturales, haciendo que no resulte tan edulcorado y fácil su discurso de la fuerza de la colaboración, especialmente en tiempos urgentes y tormentosos. Incluso experiencias tan espectaculares como la de Robot salvaje llegan a parecer menos deslumbrantes que lo que esta pequeña pieza de presupuesto 10 veces menor es capaz de lograr.
5. Una batalla tras otra
Cineastas de la generación de Paul Thomas Anderson se habían refugiado en hacer historias del pasado para, incluso intentando explorar inquietudes atemporales, esquivar tener que lidiar con el presente, incluyendo tener que filmar teléfonos móviles o Internet y su impacto en el presente. Por suerte para Anderson, ha encontrado la clase de historia contemporánea que puede contar sin tener que filmar todo eso, y hacerla tan del momento como atemporal
Su película bélica es una poliédrica exploración de los revolucionarios no muy distante en cuanto a estructura y ambición de su magistral Magnolia, aunque con menos energía cocainómana y más de padre porrero. Su azote contra los abusos del sistema, especialmente contra la inmigración, tiene hechuras de cine épico, pero también arrollador en su autenticidad además de divertido. Una torsión de La batalla de Alger en clave muy personal que se erige como otra imprescindible en una de las filmografías más alucinantes de la historia.
4. Misericordia
El thriller más inusual del año lo entrega un Alain Guiraudie que retoma la inspiración que tanto nos cautivo en El desconocido del lago. Un retorno al pueblo que rápidamente se enrarece, con esa mezcla de malicia característica, personajes muy de terruño francés y unas ganas locas de remover límites humanos y morales mientras la sexualidad juega un papel. Es un juego que vas a tener que comprarle mucho, pero anda que no deja recompensas. Y también ganas de no tomarte un pastis en la vida.
3. La luz que imaginamos
Llegado a cierto punto has visto suficientes películas para no acordarte de la trama de ninguna, ni siquiera de las que más te gustan. Lejos de ser un problema (de las películas en cuestión o de uno mismo), muestra cómo es un elemento meramente accesorio frente a lo que realmente transpira del cine, que puede ir desde las imágenes extraordinarias hasta aproximarte a personajes que probablemente nunca te cruces, o incluso mantenerte en una poderosa gama de sensaciones.
Pocas películas recientes transpiran todas esas partes únicas del cine como esta. Una historia de mujeres mantenidas en una impermanencia que no debería proceder en su situación de independencia laboral y económica. Payal Kapadia se va moviendo con impresionante fluidez entre la ficción narrativa, el documental o el videoarte sin considerar cómo va a hacer progresar eventos, sino en cómo va a recrear esas sensaciones que viven sus personajes y la experimentemos sin tener sus vivencias.
Ese impulso por capturar con inmensa belleza lo más pequeño convierte en esto en una obra realmente mágica.
2. The Brutalist
Hablar en términos mayúsculos se vuelve imperativo en una película como esta que casi demanda canonización inmediata, o al menos ser discutida en relación a maestros que van desde Luchino Visconti hasta Paul Thomas Anderson. Su andamiaje claramente busca una majestuosidad que puede contraponerse demasiado a su voluntad en meterse en jardines, en abordar claroscuros muy complejos en torno al arte, su creación y su propiedad.
Pero Brady Corbet consigue salir bastante bien parado de su compleja empresa, especialmente por sus decisiones narrativas. La perspectiva que elige complica lo que vemos, la estructura con intermedio nos hace la experiencia bastante especial además de digerible, y sus formas para retratar personajes, paisajes y estructuras son increíbles. Estamos ante una obra que aparenta buscar la perfección, pero lo que la hace extraordinaria está en cómo indaga en lo aberrante, tanto a nivel de historia como interno.
1. Romería
Tanto en la entrega anterior como en esta habéis podido comprobar que el cine español ha tenido una presencia potente, además con variedad de aproximaciones y temas. Quizá no haya mejor año para reconocer una película de nuestra filmografía que este, incluso aunque escoger la ganadora pueda ser debatible porque todas han mostrado un nivel increíble. Pero en un instante donde hay que luchar todavía por preservar el recuerdo porque aquello que no están, y que algunos prefieren que sean cosa del pasado, la elección es clara.
Su brillantez a la hora de marcar punto de vista y explorar dinámicas familiares entre lo que se habla y lo que no se habla ya hacían de Carla Simón una cineasta imprescindible en nuestro país. Sin embargo, Romería logra ser aún más grande y desbloquear más cosas todavía en su propio cine, desde esa contundencia para hablar de temas deliberadamente escondidos como las muertes estigmatizadas por el SIDA y la droga hasta ese salto al vacío en material surreal y mágica.
La catalana aprovecha los enigmas del lenguaje cinemática para hacer un acto de reparación y justicia, además de uno profundamente emocionante. Ha conseguido hacer una de las secuencias del año a ritmo de Siniestro total y nos deja los dientes largos de cara a que un día haga un musical. Acojonante a muchísimos niveles, y título de referencia de aquí a varias generaciones. Por eso, es la película de este año.

















