Poseedores de una sensibilidad particular, forjada a partir de varios elementos que muchos considerarían contradictorios -de gran cine europeo clásico a dibujos animados, de la alta literatura a cine de terror serie B e incluso Z- pero que ellos sólo ven al mismo nivel, y algo de lo que pueden extraer algo valioso. Joel e Ethan Coen han estado juntos prácticamente toda su vida, haciendo películas totalmente suyas con ese brillante tono que mezcla sin pudor drama nihilista, humor negro, slapstick, cine noir y western. Y también ofreciendo un particular vistazo de la humanidad, de sus desconcertantes defectos y de sus tragedias que se vuelven hilarantes.
Son películas que no puedes confundir con las de cualquier otra persona, y hoy las conmemoramos todas (algunas más que otras).
19. Ladykillers (2004)
Los Coen realizaron aquí su primer remake, una traslación de la comedia criminal británica El quinteto de la muerte, cambiando la localización de Londres a un Mississippi todavía dividido por tensiones raciales y a un debidamente inquietante Alec Guiness por un algo fuera de lugar Tom Hanks. Por desgracia, su actor principal no es lo único que no funciona, con un tono cómico que no aterriza, un conjunto de personajes desequilibrado, un argumento desigual y un ritmo menos preciso de la habitual.
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18. ¡Ave, César! (2016)
Esta comedia de época busca abarcar más de lo que puede apretar. Tenemos una sátira del Hollywood de los años 50 cruzada con disquisición política y económica -sumado a cierto comentario de la paranoia anticomunista- y con existencialismo teológico. Ninguna de las partes parece cocinada todo lo debido. Aunque hagan esfuerzos porque todas las tramas queden entrelazadas al final, tenemos una película con chispazos muy fugaces y desarrollo desigual, pareciendo más troceada de lo habitual. Tampoco ayuda que no parecen tener cariño alguno por estos personajes y ni se esfuerzan en que nos importen -ni sus movidas ni cuando les hacen puñetas-. Uno de sus films más decepcionantes.
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17. Quemar después de leer (2008)
Esta intencionada sátira del thriller de espionaje popularizado a través de las películas de Jason Bourne, que juega con su habitual exploración de la paranoia post-Guerra fría, redobla esfuerzos en la misantropía que los hermanos suelen tener en la humanidad, mostrada en su trato de sus personajes como merluzos. Por desgracia, el tono nunca termina de estar equilibrado, con algunos momentos de risa pero a ratos no demasiado clarividente o interesante, y es difícil querer seguir a estos personajes a ratos demasiado caricaturescos. Y su no-final hace que nada aterrice y su conclusión supuestamente nihilista se queda en mera dejadez por su parte.
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16. Valor de ley (2010)
El segundo remake de los Coen consiguió aterrizar de manera bastante opuesta a su anterior intento, consiguiendo uno de sus mayores éxitos comerciales en lugar de uno de sus mayores desastres. Con todo, este relato sobre la futilidad de la venganza y del crecimiento a marchas forzadas en un ambiente hostil es una de sus películas más emotivas... y también una de las menos especiales. Incluso siendo la primera vez que entran en el género western en su versión más clásica, se siente muy lineal y a ratos no termina de solidificar la perspectiva de su joven protagonista (una precoz Hailee Steinfeld). Una buena película, pero no una esencial.
Pero no se le puede negar que tiene una de las mejores versiones de "Jeff Bridges masculla y gruñe durante toda la película".
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15. La tragedia de Macbeth (2021)
En su primera aventura sin su hermano Ethan, Joel Coen lleva a cabo un proyecto que parece venirle como anillo al dedo como es la Macbeth de William Shakespeare. La temática de la obra, centrada en la corrupción inherente en la ambición por el poder y en el resquebrajamiento de la psique tras la realización de actos violentos, casa perfectamente con su trabajo previo sobre hombres traicionando los principios morales básicos y sus maquinaciones criminales que salen inevitablemente mal. Todo funciona como es debido, y Joel toma decisiones interesantes tanto en lo estilístico -impresionante estilo expresionista con una preciosa fotografía de Bruno Delbonnel- como en el núcleo de la función -la edad de los actores contrasta con adaptaciones más recientes-. No obstante, tiene también una fidelidad al texto original que resiente un poco dichas decisiones, y la hace, irónicamente, menos distintiva que los trabajos realizados por Orson Welles, Akira Kurosawa, Roman Polanski y Justin Kurzel.
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14. Crueldad intolerable (2003)
Aquí encontramos una de las mayores rarezas de su carrera, porque es la película más cercana a la concesión comercial por una pareja que se ha desmarcado por hacer películas muy personales y de concesiones justas. Tomando un guion ajeno que iba circulando en los noventa, lo que iba a ser un encargo de reescritura para un Ron Howard o un Jonathan Demme se tornó en un proyecto suyo, donde infectan con su cinismo y mirada crítica a la comedia romántica alocada de la era dorada.
Haciendo un discurso cargado de bilis contra la obsesión económica del capitalismo caníbal -a veces demasiado cargada, como muestran con una revista llamada "cómo vivir sin intestinos"-, retuercen las convenciones del género poniendo en el centro a dos auténticos psicópatas que, sin embargo, se dan cuenta de que no hay nadie más apropiado para ellos y terminan cayendo en aquello que llevaban explotando toda su vida. Es una película ensortijada, que logra tener lo mejor de sus dos caras (la comercial y la sátira posmoderna de sus autores) incluso aunque a veces no todo case a la perfección.
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13. El hombre que nunca estuvo allí (2001)
Da la sensación a veces de que los Coen tendían a compensar cada película más “grande” con una pequeña digresión o gracieta que, en ocasiones, termina siendo más guay que las importantes. Tomemos como ejemplo este retorcimiento más evidente del cine noir, donde todos los involucrados logran estar a un nivel fantástico. Aquí los hermanos consiguen de nuevo el logrado equilibrio de «esencia noir» y «cotidianidad que cae en lo absurdo» que ha marcado buena parte de su carrera.
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12. Arizona Baby (1987)
En la segunda película de este dúo creativo, se entregan a la energía más cartoon y más Tex Avery que, en mayor o menor medida, a estado siempre presente en su obra propulsados por un estelar Nicolas Cage, que encarna perfectamente esa energía sin resultar una parodia y hasta dejando matices interesantes, dejando uno de los trabajos donde el actor ha sido mejor utilizado en toda su carrera.
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11. La balada de Buster Scruggs (2018)
Los Coen hicieron aquí una versión buena de Un millón de maneras de morir en el Oeste, realizando en manera de antología seis historias sobre la muerte y sobre conflictos económicos. Alrededor diversos sujetos destinados a morir de una forma o de otra, los hermanos van tocando los distintos estilos que han marcado sus películas. Tenemos a los Coen más absurdos, también a los más alocados, los más cínicos, los más musicales, lo más melancólicos, los más nihilistas y hasta los más terroríficos en su última pieza. Una fabulosa colección que es como un surtido de bombones Nestle de su carrera.
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10. O Brother! (2000)
Una de sus películas más Preston Sturges -al que homenajean haciendo la película referida en Los viajes de Sullivan, con el mismo título-, con una energía screwball y sátira sociopolítica de la Gran Depresión articulada en torno a la estructura de La Odisea de Homero -la cuál los hermanos reconocieron no haber leído ni antes ni durante la producción-. Su caótico e hilarante tono no se interpone para hacer comentario social mordaz, ni tampoco para intentar lucir espectacular con esa fotografía amarillenta de Deakins.
Es también una de las películas más musicales de los Coen, haciendo también una incisiva reflexión de cómo la música popular y el folk han sido empleados como herramientas políticas populistas. Irónicamente, fue la música la que la ha vuelto una de las películas con mejor desempeño comercial de su carrera, consiguiendo el Grammy a Mejor álbum aquel año. También es remarcable que esta es su primera colaboración con George Clooney, una de sus estrellas más habituales, y este da el perfecto equilibrio entre líder innegable, entrañable patán y gracioso showman.
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9. El gran salto (1994)
El perfecto cruce de laboratorio entre Ciudadano Kane y Animaniacs. Los Coen desataron su imaginación y su lado más cartoon con una sátira negra sobre el devorador ciclo del capitalismo, pero con un giro más optimista o esperanzador sobre la posibilidad de fallar. Aquí hilan más fino su relación con la industria cinematográfica y sobre la capacidad de crear dentro de una maquinaria que espera resultados. Y la ironía del destino se encargó de cuadrar el círculo haciendo de ésta, su primera producción más ambiciosa para un estudio, un fracaso. Al menos en lo comercial, porque artísticamente sigue siendo una de sus películas más frescas y mordaces, con todos los actores y el resto de apartados técnicos apretando todos los cilindros en una misma dirección.
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8. Barton Fink (1991)
En pleno bloqueo creativo durante el proceso de escribir Muerte entre las flores, la pareja de hermanos empezó a elaborar de manera paralela un proyecto sobre... bloqueo creativo. Y sobre la pretenciosidad de los escritores desconectados de la realidad que pretenden retratar a la gente corriente, sus inseguridades, la falsa y hasta violenta relación con las musas y sobre el desquiciante trabajo en el sistema de estudios de cine. Todo ello se entrelaza con la misma facilidad con la que van estableciendo géneros y la película va deformando su estructura a medida que avanza la psicosis de su protagonista.
Del thriller psicológico Polanskiano al humor surrealista, de el drama metanarrativo al film de colegas establecido entre John Turturro (magnífico en el papel) y John Goodman. Los Coen van retorciendo el esqueleto de la película continuamente, pero sin dejar de tener una progresión clara, que va ahondando en la psique torturada hasta el punto donde todo se vuelve ambiguo o poco confiable -y, aun así, poderoso-. Sus dardos están lanzados con mucho tino, incluso aunque algunos sean café para cafeteros, y su exquisito toque visual (su primera colaboración con Roger Deakins) la pone como una de sus grandes películas, quizá entre sus obras maestras si te da el día.
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7. Sangre fácil (1984)
Sacada adelante casi de manera imposible y hasta movidos por una ingenuidad entrañable, consiguiendo inversiones de prácticamente cualquier persona random que tuviera a bien apoyar en el proyecto de dos hermanos de Minnesota, su primera película resulta un fabuloso ejercicio lleno de interés. Lo primero que destaca es su increíble contención en los primeros minutos, cómo no se permiten irse del tono incluso aunque poco a poco van introduciendo elementos cada vez más peculiares. Y finalmente te sorprendes al ver cómo han ido moviendo la portería hasta hacer un ejercicio bastante sangriento no muy alejado de su etapa como asistentes y técnicos en la Posesión infernal de Sam Raimi.
Pero prácticamente todo lo que ha ido encantando y volviéndose seña de su estilo ya está presente aquí, desde su retorcida manera de jugar con el tono, la manera en la que entrelazan estilos, cómo retratan a personas corrientes y hasta su prodigiosa narrativa, con una deliciosa caligrafía visual de la mano de la fotografía de Barry Sonnenfeld y un brillante uso de la música ('It's the Same Old Song', de los Four Tops, usada aquí hasta tres veces y cada una con intenciones totalmente distintas).
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6. A propósito de Llewyn Davis (2013)
"Llewyn es el gato". En un accidental juego de teléfono roto en los primeros compases de la pieza, los Coen esconden el destino del protagonista de este musical tan austero que ni parece un musical -al menos, no lo es en el sentido tradicional-. Al igual que el gato(s), el personaje de Oscar Isaac es solitario, receloso de cualquier contacto humano y también adverso al gran viaje que parece destinado para él. La película está marcada por su contaste rechazo a vivir la gran aventura que le espera, que incluye un viaje literal a Chicago, posibilidades de colaboración, estabilidad como músico de sesión o incluso la paternidad. Es un mito artúrico de alguien que no quiere ser el héroe de uno.
La presencia de dos gatos de distintos sexo hace también pensar en cierta ambigüedad sobre el propio Llewyn Davis como músico. ¿No tiene éxito porque estaba adelantado a su tiempo o simplemente porque era pasable, no brillante? La película no tiene una respuesta clara, pero sí muestra que está destinado a perder de manera cíclica. Porque a su protagonista le espera una odisea, pero esta no es épica ni con posibilidad de triunfo, sino llena de penurias y bastante gris. Los Coen se ponen tan nihilistas y pesimistas sobre la creatividad como hicieron en Barton Fink, con un protagonista bastante similar, pero aquí lo hacen con pocas estridencias, una melancolía derrotista y la negación de cambio para su "héroe". Si el cinismo pudiera ser hermoso, sería algo parecido a esto.
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5. No es país para viejos (2007)
Junto con Fargo, la película que volvió a los Coen capaces de transcender su propio nicho y tener éxito mainstream (mucha gente entraría en su obra a través de aquí y consiguió el Oscar para ambos como directores, además de película). No es complicado ver por qué, viendo que además de su tono tan contenido y crudo, más thriller puro que nunca aunque sigan dejando trazas de ese humor negro tan suyo, sigue también la línea más directa de todas sus películas. Va alternando entre tramas de perseguido, asesino y policía, pero siempre hacia adelante y elevando la tensión.
Pero es fascinante que una película tan directa sea también capaz de dejar momentos reflexivos, que deje respirar los temas que tanto intrigan a los Coen mientras la película no se detiene en ningún momento. Toda esta violencia desatada -aunque siempre mostrada de manera limpia cuando se realiza, y sólo brutal cuando muestra las consecuencias- conecta con sus tesis sobre la aleatoriedad de la muerte y de la vida. Símbolos como la moneda o el maletín del dinero vuelve a jugar con sus ideas de la avaricia y la brutalidad del capitalismo tardío. Incluso su personaje femenino conecta de manera interesante con el de la policía de Fargo, incluso aunque sus destinos sean diferentes. Es una película total, una obra maestra que sólo está más abajo porque esta gente tiene demasiadas joyas.
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4. Muerte entre las flores (1990)
Esta es la clase de película que se encuentra en el perfecto punto de estar bajo el radar incluso para aquellos que han estado en contacto con el cine de los Coen (o con sus obras maestras más populares) y está especialmente valorada por aquellos que sí han llegado a ella. Es algo dulce para gente como yo, que puede poner esta maravilla en el puesto alto que merece sin pecar de demasiado obvio.
Lo cierto es que esta es la primera expresión definitiva del cine de los hermanos, incluyendo un perfecto manejo del tono, una identidad visual perfectamente pulida y una magistral reformulación de los géneros cinematográficos que les apasionan. Aquí ofrecen una maravillosa, delicada y hermosa revisión al cine noir y al de gangsters, con un perfecto triángulo amoroso que se contiene a la perfección y deja que los detalles florezcan de manera sutil. Es la obra más total que todavía no has tenido ocasión de admirar.
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3. El gran Lebowski (1998)
La comedia stoner de culto por antonomasia ha sido elevada por su manera de retorcer y satirizar noirs detectivescos como El sueño eterno o la ya satírica El largo adiós. No obstante, lo que la pone también como obra mayor de los Coen es cómo dejan que, en medio de chistes sobre alfombras que dan ambiente y nihilistas agotados, subyazca una crítica al ideal americano metido a martillazo por los republicanos y que causa pequeñas fracturas en personajes como estos. Las menciones a la Guerra de Vietnam y del Golfo, las repetidas imágenes de líderes republicanos como Nixon, Reagan o Bush padre -y, de manera inquietante pero nada intencionada, el parecido del millonario Lebowski con Dick Cheney-. Pero al final, no hay mayor mentira que la del conservador liberal hecho a sí mismo.
Pero bueno, al final ha trascendido por su espíritu desenfadado y surreal, sus personajes más grandes que la vida, una historia que va dando tantos giros que te revuelve hasta que te das cuenta de que va en círculos. Las hilarantes situaciones, los volantazos que dan los Coen introduciendo situaciones y un Jeff Bridges magnífico han convertido en este el clásico de nuestras vidas al que más da gusto regresar.
Y si no, vas a conocer el dolor.
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2. Un tipo serio (2009)
Hay dos maneras de ser cliente habitual de los Coen y ambas están marcadas en relación a esta película: o eres de los que no le ve la gracia o la pones entre sus mejores películas.
"Acepta el misterio" se expresa a lo largo de la película, ya sea de manera literal, con historias extravagantes que parecen inconclusas y se cuentan sin venir a cuento o con la explicación del gato de Schrödinger. Los Coen hacen aquí un drama muy profundo que no ofrece respuestas fáciles -si es que hay respuestas- a grandes misterios que conciernen la vida, incluyendo misterios espirituales y muy arraigados en la cultura judía -un elemento fundamental de la película que la hace, al mismo tiempo, impenetrable para mucha gente-. ¿Obra Dios de maneras misteriosas? ¿O sólo aleatorias? ¿Lo hace el diablo? ¿Hay algún significado detrás de todas las cosas que suceden en la vida?
Ya desde su (prodigioso) prólogo los hermanos se mantienen en una nota de ambigüedad sobre cómo concluye esta historia, bien porque desconocen las respuestas o bien porque no es importante descifrarlas. El "tipo serio", interpretado por Michael Stuhlbarg, ha dedicado su vida a obtener respuestas entendibles a través de las matemáticas, pero la vida no tiene respuestas para él y para los sufrimientos que le llegan, aunque se ha comportado de manera decente toda su vida. Como todos los hombres decentes de la filmografía de los Coen, el destino sólo tiene desgracias para él sin motivo aparente, y se vuelven incluso peores en el único momento de flaqueza donde rompe su propio código moral -y, como casi en toda la filmografía de los Coen, ese momento viene por el dinero-. Suma uno de sus finales más fabulosos y tienes la película más Coen de su carrera.
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1. Fargo (1996)
En una carrera con varias maestras, Fargo entra en esa categoría de maravillas que sobresalen entre las obras maestras. Ya sólo por cómo ayudó a los cineastas a entrar en la conciencia popular -incluso aunque ellos mismos puedan seguir siendo relativamente desconocidos-, es su película más importante, la que ha justificado todo lo demás.
No es de extrañar. Fargo es un film negro y criminal que toca bien todos los elementos necesarios y que la gente disfruta, incluso aunque estén presentados con cierta extravagancia y mucho humor retorcido. Su perfecto equilibrio sólo se equipara a su capacidad, ya en funcionamiento aquí, de ir forjando personajes muy auténticos en universos muy particulares. Incluso comportándose en efecto como si estuvieran en un film de los Coen, la policía de Frances McDormand o el patético patriarca de William H. Macy mantienen a la película en un ambiente real, al que es fácil identificar.
Todos los detalles están perfectamente pensados y funcionan de maravilla, ya desde la introducción que te avisa (te miente) sobre que esto sea una historia real y pasando por la foto de Roger Deakins, la creación de figuras como la de Paul Bunyan, la música de Cartel Burwell, la atmósfera inquietante y la lograda cotidianeidad. Fargo es una película en la que te quedarías a vivir si no estuviera tan viciada de maldad. Divertida, pero también triste. Como ese momento donde la policía embarazada recuerda con su marido que sólo quedan dos meses para el nacimiento del retoño. Es ilusionante, pero... ¿a qué mundo lo están trayendo?
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