Incluso aunque la independencia más pura no llegase hasta la formación de bIDEhUTS a mediados de los dosmiles, la carrera de Lisabö ha quedado marcada por estar y sonar siempre libres con respecto a el resto de bandas. Tanto de aquí como de fuera. Un increíble recorrido donde su manera de proceder y de sonar han sido siempre puramente personal, y prácticamente siempre ha acabado siendo excelente.
Fugazi, Sonic Youth, Shellac o Slint han sido referencias que han terminado trabajando hasta que no ha quedado otra cosa que "el sonido Lisabö", un perfecto torbellino de punk experimental con post-hardcore, ruidismo y pequeñas trazas de melodía que podríamos adjudicar al post-rock. Todas esas etiquetas quedan integradas hasta no resultar importantes, porque los vascos exploran todo con el claro objetivo de hacer la música más intensa y demoledora posible. Tan únicos son que sus letras, descorazonadoras y poéticas, las realiza un letrista que ni canta ni toca, su principal labor es esa.
Lorategi izoztuan hezur huts bilakatu arte ha vuelto a ser un gran ejemplo de su talento, y excusa para volver por su discografía plagada de los momentos más extraordinarios de este siglo.
Fundados con un tradicional formato de cuarteto, con dos guitarras, bajo y batería, el grupo nació sin demasiadas pretensiones. Aun así, al año ya estaban teloneando para sus admirados Fugazi en Vergara y siendo cortejados por Fermin Muguruza para editar su primer trabajo con Esan Ozenki. Aunque ellos terminan autoeditando antes la demo Berak Ekoztua en 1999, dejando su primer largo oficial para un año después. Para entonces habían perdido a uno de los guitarristas e incorporado otro batería más.
Esto confiere a Ezarian de un sonido más afilado y menos pesado, comulgando disonancias punzantes con la desolación y la angustia que narran en sus letras. Lisabö suenan urgentes y atronadores, pero de inmediato ya plasman una madurez diferente al resto. Algo que ya se percibieron en las pocas reseñas en prensa especializada española, observándolo como un canto de cisne para Esan Ozenki que, sin embargo, lanzaba un comienzo prometedor y fabulosamente sofisticado en su ruidera.
Temas como 'Aurreiritziak' se sienten como cañonazos directos, jitazos adrenalíticos capaces también de generar el nudo en el estómago. Podían competir perfectamente en la liga de Unsane con 'Gezur erraza' y también marcar distancia con cualquier otra banda hardcore con 'Ez nago maitatzeko prest'. Los detalles con el acordeón de Jabier Muguruza profundizan el carácter personal y experimental de un grupo que, en una hora, hacía la mejor carta de presentación posible.