Mira Festival 2024: no solo de technarro vive el clubber
Una señora que responde al nombre de Kim Gordon se marcó una sobrada
Como cada año, y ya van unos cuantos, se acudió al Mira Festival, como se ha convertido en tradición hipersónica. El evento sigue creciendo año a año, tanto en cifras de afluencia (este año, 10.000 personas frente a las 8.000 de 2023) como en tamaño e instalaciones, pero lo va haciendo de una forma progresiva y acompasada, siempre manteniendo el espíritu del festival que se celebraba en Fabra i Coats: pequeño, cómodo y manejable y con pocos solapes dolorosos. Es decir, organizado para una buena experiencia para un público que por lo general —aunque la tendencia pueda ir cambiando, porque es un fenómeno global— acude al festival a ver propuestas electrónicas y no a pegarse la fiesta padre. No solo, se entiende.
Tercer año que se celebra en la casa del Sónar Dia, en la Fira Montjuïc, donde debutó en una espectacular edición de 2022 —de las más memorables por el cartel—. Este año con mayor desembarco de arte digital, generando un tercer espacio de actuaciones musicales, Altar, también espacio artístico, y que ocupó el lugar del hasta 2023 escenario Dice, quizá lo único que ha dejado una sensación agridulce, porque la nueva zona habilitada para Dice es una cosa bastante guay, pero se queda pequeña como segundo escenario y acabó generando aglomeraciones de más en algunos directos como los de µ-Ziq. Una intercambio de áreas no vendría mal para darle más sentido: el segundo escenario para nombres importantes y el tercero para ese mix de música y otras propuestas artísticas. Por lo demás, con un aspecto también a tener en cuenta, sin grandes colas en los food trucks ni precios desorbitados. Y ahora, al tomate.
Viernes
Por aquí empezamos la jornada con Oceanic, uno de los nombres fuera de los obvios que teníamos agendados en el radar previamente, y que repasamos siempre en la previa del festival. Presentaba su debut del año pasado en Nous'klaer, Choral Feeling. Un sello que no suele fallar en sus propuestas, y cuya carta de presentación entró muy bien entre los primeros asistentes del viernes. Oceanic ofreció una buena actuación donde se dieron cita los ritmos poligonales de la IDM, con matices y detalles que daban valor añadido como vocales filtrados, pero donde también hubo evolución de ambient techno más evocador, formando un buen tándem con los visuales de Tharim Cornelisse. Aunque esa parte de ambient techno ofrecía paisajes escapistas, también hubo momentos, sobre todo de cara al final, para una progresión más potente, más techno, y de pasado con unos tamices sonoros que recordaban a Orbital. Buen inicio de festival.
Después fue el turno para Lorenzo Senni y su electrónica progresiva que tira también a ramalazos trance con esos sonidos agudos tan característicos, a lo Rian Treanor. Entró al escenario, como siempre, bastante motivado, pero el nivel de conexión no era el mismo con el público, más frío que el ritmo que él llevaba. Algo parecido que ya le pasó en el Sónar Dia 2022, quizá lo suyo, ya que son temas que no acaban de ‘reventar’, siempre en un término medio, sea cosa más propia de una sala o en todo caso de meterle más condimento. De hecho, hubo algo más de acidorro después, más cañero, pero su propuesta seguía siendo lineal. Al acabar nos dirigimos a ver a la egipcia Nadah El Shazly, una de esas propuestas más exóticas por su toque folk y que son más difíciles de ver. Aunque la diferencia y sonoridad entre la música de estudio y el directo se notaba. Había loops y percepción de ese folklore del norte de África, pero se echaba en falta algo más de sitar. Así que después de un tiempo en el que no parecía que fuese a desplegar mucho más, turno de Bicep.
Y lo de Bicep, que fue dj set. Bastantes expectativas por ser uno de los cocos del cartel. Se notaba en la gran afluencia, costaba un mundo poder salir porque estaba hasta arriba, llegando fuera de la sala del escenario. Sin embargo, lo que no se esperaba es que hicieran una sesión tan plana, tirando de un tech house más ramplón y muy lineal, en el que hasta pasados prácticamente tres cuartos de hora no sonó nada propio. Totalmente justificable porque era dj set y no un live. Sin embargo, entre esto y trabajarse una buena sesión dista un trecho. Como ejemplo de otros coetáneos y grandes de la escena, Overmono lo entendieron muy bien en 2023, con una sesión muy dinámica y trabajando bien los tiempos para ir elevando el tono. Bicep estuvieron mucho tiempo lineales, con una turra de piloto automático que solo se fue cerrando al final, donde sí pincharon alguno de los hits, pudiendo por fin el público tirar de Instagram.
Ante el panorama con los irlandeses, fue el momento de ver a qué sonaba en directo el averno con The Body & Dis Fig. Y claro, el rollo diametralmente opuesto. Doom metal en vena, pesado, corrosivo. Eso sí, sin guitarra, todo desde la batería y teclados y la voz etérea de Dis Fig sorteando el ruido portentoso y escapando de él. Eso sí era una sensación de directo, en el escenario Dice, con poca gente, pudiendo meterse fácilmente casi en primera línea para notar su reverberación en el cuerpo. En el body. Lo suyo también era lineal, pero necesario en lo suyo para que esa sensación cruda y violenta se fuera expandiendo sin soltarte. Alguna mirada de psicópata, sus buenos momentos, aunque pocos, de silencio, de calma tensa, para después golpear más fuerte. Tuvieron un finalazo con todo a tope, la batería, los teclados y pedales y Dis Fig huyendo del infierno que proyectaban sus dos compañeros.
Y de una propuesta a otra, de nuevo, diametralmente opuesta, con el barcelonés Aire presentando su directo. En la organización del festival ya advertían que iba a sorprender. Y vaya si lo hizo. Presentó Opening Scene, el nuevo disco, y fue de lo mejor del día. Aunque en su soundcloud ya se perciben cositas, tampoco estaba claro por dónde podía salir. Y lo que salió fue una gran gran propuesta de ambient. Atmósferas de mucho grosor, de matices y distintas tonalidades, de texturas y mucha emoción, gracias también en parte a los visuales. Luces blancas y puras pero muy luminosas que acompañaban esas secciones clasicistas de violín en directo. Muy fino lo suyo. Y si la gente ya se callara a veces, sería más la hostia. Otro sino de nuestro tiempo. Y de ese tono clásico, aquello se tornó un drone muy potente, que nos recuerda a su vez por qué venimos al Mira. Intensidad, después de nuevo partes ambientales pero bellas, con vocales femeninos… Una emoción cuya construcción podría firmar Tim Hecker y que contaba con sus clímax. Esperando oír el disco.
Ya llegando al final de la noche, uno de los grandes nombres de este año, µ-Ziq. En consonancia, lo comentado al inicio, mucha gente, por lo que hubo que verle en muchas partes de la sala bastante apretados, casi sin zona para bailar. En cualquier caso, bastante bien como se preveía con el veteranísimo Mike Paradinas, uno de los grandes de la IDM. Ya había estado en el festival en 2013, entonces presentando Chewed Corners (Planet Mu, 2013) con una exhibición absoluta. Esta vez tocó repasar los distintos discos de estos años, que ha ido prácticamente a lanzamiento por curso. Sonando temitas de buenas vibraciones, con esa característica IDM luminosa y juguetona de piezas como ‘Reticulum B’ o ‘Reticulum C’. Momentos mágicos por lo que evocaba. Catecismo de IDM, Drum&Bass, y ya entrado el directo, como era previsible, venido arriba y ya desplegando secciones mucho más brutas, de Drill’n’bass, porque no todo va a ser alegría. El braindance es bien recibido. Eso sí, tampoco se prodigó en clásicos de primeras etapas, solo en etapa más reciente. Pero se disfrutó todo lo que se pudo.
Y para acabar por aquí, tocó otra santa eucaristía, en este caso con Craig Richards. Viejo zorro. Sabía la hora y lo que tocaba, así que tiró de technarro, tranquilamente tras los platos, con camisa de estar por casa y casi pantuflas, mientras repartía estopa a los presentes. A veces iba soltando algún break y algo de drum&bass, pero después volvía al techno de tomo y lomo. Quizá abusando en algún momento de los mismos patrones, pero qué duda cabe que efectista, que es lo que la mayoría pide a esas horas. Breaks y después vuelta al 4x4. Y el personal feliz por recibir la hostia consagrada.
Sábado
El segundo día de festival por aquí empezó fuerte, con los veteranos. Primer paso, Carl Stone, histórico de la música hecha por ordenador y los collages. Podría ser tu (nuestro) padre. Y ahí andaba, guiando sus collages de pie, con sombrero y armado con una tablet, mientras con ella manejaba sus típicas secciones de diez-quince minutos donde convergen pasajes clasicistas con sonidos orgánicos y voces superpuestas. Mientras asentía como para sí mismo, “qué bueno esto que estoy haciendo”. Y así era. Aún poca gente porque no pasaban más de las 18:30, pero perfil más mayor, caras de satisfacción y más collages después con sinfonías de toque arábico y mucho a capella. Cuando acabó la tablet se pasó al portátil y proyecciones suyas, interesantes, de paisajes urbanos que iban transformándose en otros mientras sonaba entonces una línea ambiental que iba variando mientras hacía juego con las proyecciones. El sonido de la ciudad. Captando su esencia mientras estas se difuminaban. Así, collages, algo de ambient, dron y hasta voces ritualescas. Muy satisfactorio.
Y después ya pues la otra veterana y lo mejor del festival, Kim Gordon. Había expectativas para escuchar The Collective, uno de los mejores discos del año, y claro. Empezó con ‘Bye Bye’ y tamaña ruidera al final. Sin introducción ni sin mediar palabras, aquello empezó a sonar con la ilusión de muchos, la mayoría, de poder ver en directo a una referente absoluta, y una parte de Sonic Youth. Con el final de ese primer tema, no pudo haber más exaltación. Alguna cerca nuestra soltó un "vaya sacada de chocho". Toda la razón. PEC, que dicen ahora los jóvenes. A Gordon solo se le notan los años seguramente en el DNI y en algún intento de mostrar más agresividad frente al público o bailar más. Pero su entereza y poso sobre el escenario, junto a esa voz quebrada de toda la vida eran más que suficiente. 71 añazos y pura actitud. Junto a tres mujeres bastante más jóvenes pero que madre mía, cómo tocan.
The Collective sonó mucho más pesado, eléctrico y crudo que en estudio. Es decir, fantástico. Si su voz fuera gutural aquello hubiera pasado a ser casi metal o industrial como mínimo. Sonaron estruendosas, con Gordon también participando del aporreo de la guitarra en varios temas mientras se marcaba su característico spoken word. Aquello era la cumbre del molar. Hay gente que lo lleva en la sangre. Ella concretamente, desde hace décadas. Pasando por el autotune, ese ensamblaje industrial que sonaba en directo, ella misma haciendo punteos, desbocada… Una exhibición. Por momentos, inevitable, sonaba a los Sonic Youth del Bad Moon Rising (qué disco, joder, QUÉ DISCO), jugando en los trastes de la guitarra. Sonó algún tema pasado como ‘Air BnB’ y cerró con ‘I’m a Man’, restregándolo fuerte y cerrando con otra ruidera de campeonato. Buenísima(s).
Después hubo leves pasadas por Rafael Toral con su new age, café para los muy cafeteros —y amantes de la ornitología— y un Robin Fox que tenía la difícil papeleta de sustituir a Oneohtrix Point Never, que finalmente estará en la edición de 2025. A pesar de su apuesta por las luces estroboscópicas, su propuesta sonora, más minimalista, quedaba lejos de lo que tenía que ser OPN. Una sustitución que dejó un sabor agrio, pero ya desde el principio, porque la sensación era que se caía un nombre importante del cartel sin cubrir el hueco de forma más o menos equiparable. Teníamos también en la chuleta a Ben Kaczor, que debió empezar con al menos casi media hora de retraso en Altar, así que ante la duda, tocó AG Cook. Parece que el viernes algún artista que tenía que pinchar en Altar directamente no apareció. La noche barcelonesa, peligrosa.
Ya con AG Cook, pues gratas sensaciones. Uno de los precursores de la PC Music lo tenía fácil. Tirar de zapatilleo y ganarse a un público entregado, que como se preveía, había venido a verle. Mucha gente joven. Pero no fue todo zapatilla. Construyó una sesión distinta, bastante dinámica, de hecho no parecía una sesión, porque si algo no había era linealidad ni una conexión rítmica. Parecía un concierto, con temas bastante distintos entre sí, y estuvo muy bien. Transmitiendo la euforia y el autotune, la cuota Danny L Harle del festival. Pitufeo y proyecciones del Windows Media que después, ya sí, dibujaban algo no tan sencillo. Fue intercalando su reciente y largo disco con temas vibrantes, breaks, ritmos rotos, partes más propias de techno o casi IDM con patrones marcados, y fue creciendo progresivamente. Lo que le había faltado a Senni el día anterior. Supo llevarlo muy bien. Suplió por el enfoque lo que más o menos se esperaba de Oneohtrix. Cerró con ‘Heartache’ y sonó, entre muchas otras, ‘Club Classics’, con notorio fervor entre el populacho. Aquello era un estado de ánimo. Y bien arriba.
Entrando ya en la fase techno, entre los obligatorios estaban otros perros viejos, British Murder Boys. Surgeon y Regis. La hora de la mojama. Desde el minuto cero con los bombos ya avisando de lo que se venía. La caballería para pasarte por encima. El cirujano a los mandos y Regis esputando cosas sobre ellas de vez en cuando. Un sonido regio y maquinal, seco. The mojamest. Únicamente tirando de bombos. Menos es más. El asunto iba subiendo, entrando algún cambio en la percusión para que, aunque básico, no resultara tan lineal. El público ya era otro del de AG Cook. Más ávido de techno espartano entrada la noche. Al final, mientras los visuales perturbadores de Massó, que no podían venir más al pelo, iban volviéndose más locos, el dúo fue añadiendo algún matiz más, un poco de pitidos y acid. No mucho más, pero sí un sonido más metálico para que Regis acabara regurgitando todo en tamaña sobrada.
Y para acabar la noche por aquí, otro veterano de menor reconocimiento, Lory D. Una sesión real —si bien detrás se veía todo menos romántico, con el portátil todo y sin siquiera CDJ, parece— la del italiano. Con todo el dinamismo y diversidad que a pesar de su mandanga, le faltó a Richards, por ejemplo. Dominó el terreno de juego: la elección de temas fue especialmente selecta, con techno clasicorro, temas con muchos detalles y segundas melodías de fondo, subiditas, beats variados, su fase de acid… Italians do it better. Una sesión fetén que se pudo hacer corta, pero plagada de muchas cosas en cuanto a la selección de temas. Y ya con esto, despedida hasta 2025, porque Toccororo siguió con la mandanga*.
Según mis cinco minutos de asistencia antes de irme, con piloto automático. Según fuentes cercanas a Hipersónica y algún audio entradas las 5:00 de la noche, parece que no, que hubo currada y fue desmadre. En el (otra vez, sí) Sónar Día de 2022 hizo lo mismo. Bueno, nos vemos en el Mira 25, ya saben.