Tier List 28 de febrero: La Paloma, Shame, Pile, Algiers, Pigs Pigs etc, Orbital, Posh Swat y más
Los discos de la semana, ordenados en cómodo ranking para que no tengas que pensar
Hi, personicas:
Nueva semana, nueva tier.
Estamos preocupados, algo está pasando. No dejan de llegarnos mensajes preguntando por dónde está la crítica del nuevo de Belle & Sebastian. Ya no es cosa de uno o dos emails, esta semana son 20. Y ya no son amables: ahora empiezan a ser faltones de más. Faltones cuquis, no en plan como cuando a Chou le llamaron “rabolechón”, pero faltones. A ver si ahora resulta que Stuart Murdoch tiene algo similar a la ARMY de BTS y llevamos desde 2005 metiéndonos con la persona equivocada.
Bueno, mirad, Bellearmys, os podríamos poner el enlace, pero ya lo hemos hecho tres veces antes, así que os recomiendo una página que hasta hace cinco años era bastante útil para encontrar cosas y que ahora está en franca decadencia, como nosotros:
Y ahora sí, vamos con la tier…
Directos al excel
Shame - Food For Worms
Género: Los Primal Scream de la escena Windmill
Shame son los auténticos especialistas en disimular sus carencias, que desde luego las tienen. Ellos no son para nada unos black midi, unos Black Country, New Road o unos Squid; a priori su propuesta como grupo es mucho menos “diferente”, mucho menos “innovadora”, mucho menos “rompecinturas” que la de todos los demás. Parecen, y ya lo parecían en su anterior disco, mucho más básicos. Pero se están maquillando casi mejor que nadie.
Eso mismo permitió que Drunk Tank Pink se colase en nuestro excel en la semana de su salida en 2021. Y eso, de nuevo, es lo que les lleva otra vez a lo más alto de la tier. A priori, esto podría ser un demérito (maquillarse bien, usar el sonido, usar el estudio para disimular carencias que, quizás, se vean mucho más claras en directo). Pero no: Primal Scream han construido una carrera fabulosa con algo parecido y si la generación postpostpostpostpunk tiene que tener a unos Primal Scream, Shame son los candidatos ideales.
Porque, para empezar, hace falta muchísimo más talento del que quizás estos dos primeros párrafos puedan dar a entender. Food for Worms es un disco estupendísimamente grabado, estupendísimamente mezclado y estupendísimamente secuenciado y es obvio que la responsabilidad no puede ser sólo de quienes participan en estas tareas junto a Shame (Flood en la producción, Sarah Register en la masterización, Richie Kennedy y Tom Herbert en la ingeniería y en la mezcla). Shame sabían que tenían un puñado de canciones que se merecían ser tratadas de manera muy diferente a lo que haría el resto y, a veces, incluso dentro de una sola de ellas. ‘Different Person’ es muy llamativa. Parece ir por rachas, entrando primero desde esa perspectiva de Club de Lectura de Slint que toda su generación comparte, pasando después al modo math-prog-whatever de black midi, yendo de nuevo a un parón para acabar estallando en un arreón eléctrico de mucho cuidado.
Si esperabas a los Shame que atropellaban desde el cinismo y la velocidad, aquí ‘Aderall’ empieza a dejarte claro que la vaina va de otra cosa. Antes de ella, en realidad, te lo han mostrado desde todas las estampas posibles: con el curioso sonido que da forma a ‘Six-pack’ (las guitarras enterradas, el fulgor de aquello que solía aparecer menos en sus canciones). Con los tonos iniciales casi slowcore de ‘Yankees’ desapareciendo después en el pulso fibroso, a lo Pixies, que la hace grande hasta explotar en un estribillo más eufórico que doliente. O en una ‘Alibis’ que por duración, dos minutos y medio, debería ser de esos arrebatos postpunk que tan bien cuadraban pero que aquí parecen haber, primero, fotografiado tal cual y, después, haberla quemado mediante sobreexposición. Es otro triunfo del sonido, del maquillaje y del no querer ser, de nuevo, Shame.
‘Orchid’ les viste como un grupo de emo acústico y, antes de que te canses, ya te está cayendo sobre la cabeza el edificio de guitarras en cascada que construye ‘The Fall of Paul’, cantada y tocada como si fuera la última canción de su carrera. Y así se construye Food for Worms todo el rato: pisando fronteras que podrían enervarte y llevándote lejos antes de que te acabes de dar cuenta.
El disco se cierra con un arrebato pop como ‘All The People’, que cuadra con esa idea detrás del disco, avisada por los propios Shame, de que este era un disco sobre los amigos, una oda a la amistad, también a la esperanza de que sea posible aún:
All the people that you're gonna meet / Don't you throw it all away / Because you can't love yourself / Oh, when you're smiling and you're looking at me / A life without that in / Is a life I can't lead
Shame parecían un grupo básico, y puede que lo sean, pero llevan ya dos discos empeñados en demostrar que se merecen muchísima más atención de la que se les da a bandas indudablemente menores que ellos y sin embargo mejor recibidas (y sí, os miro a vosotros ya-sabéis-quiénes DC). Lo saben tan bien, han vivido tan al borde de desaparecer por varias razones, que cuando acaba la música de este Food for Worms se oye un reafirmante “And It’s Finished”. (probertoj)
Discos que sí
La Paloma - Todavía no
Género: todos tus héroes favoritos de los 90-rock
¿Qué quedará de los noventa cuando la nostalgia-por-lo-no-vivido se traslade a otra década? Llevamos ya años inmersos en una revisitación de sus hallazgos (y también de sus fracasos), en parte gracias a la obsesión de toda una generación de chavales que nació o bien en sus estertores o bien ya en el siglo XXI. Para bien o para mal, los noventa son el marco dominante de buena parte de la cultura que consumimos hoy en día. Por eso es conveniente formularse la pregunta de más arriba: ¿qué quedará de ellos cuando los hayamos amortizado? ¿Su herencia sonora o el manoseo vergonzante al que se les ha sometido durante el último lustro?