Tier list cine y series de diciembre: musicales, spider-men, el brujero, un apocalipsis...
Las series y películas del mes, ordenados en ranking para que no tengas que pensar
Hi, personicas. Os hacemos un último repaso de las pelis y series más recientes, incluyendo algunas cosas guays que no llegaron por los pelos a las listas de lo mejor del año. Aunque también hay bastantes que ya tal.
Primero, la imagen de la tier.
EXCEL
El canto del cisne
Aparecer de la nada en una plataforma tan de nicho como Apple TV+ le va a hacer muy poco favor para ser reivindicada como obra de culto. Pero no por ello debería caer en un injusto olvido, porque Benjamin Cleary toca algo muy especial en su ópera prima, centrada en un universo de ciencia ficción donde la clonación es posible y se emplea para sustituir a gente que padece enfermedad terminal. Leeréis muchas comparaciones con La llegada de Villeneuve, pero es más por su enfoque -emocional y personal- que por escala. Más modesta, con diseño de producción menos apabullante, y menos interesada en desentrañar posibilidades filosóficas que en desentrañar el mundo interno de su protagonista. Ahí triunfa bastante, porque la historia sabe desarrollar el dilema central y porque tiene a un Mahersala Ali fabuloso en el (doble) rol principal. Una joyita a descubrir.
El contador de cartas
No hay nada aquí que sorprenda -ni para bien ni para mal- para todo el que esté familiarizado con la obra (y gracia) de Paul Schrader, especialmente con su más reciente masterpiece El Reverendo. En El contador de cartas tenemos otro de sus relatos de hombres alienados y torturados, "optando" por la soledad y por apagar el ruido dentro de sus cabezas por otras vías -aquí, el juego de cartas profesional-, al mismo tiempo que Schrader busca conectar estos traumas personales con un problema más grande, global o particular de Estados Unidos -aquí, las prácticas de torturas realizadas por el ejército durante el periodo de la Guerra del Terror-.
Pecados personales y nacionales, contados con pulso controlado pero una rabia interna palpable, empleando estructuras y caminos familiares en su obra, con espacio para algún atrevimiento formal -los flashbacks son una de las experiencias más mareantes que he vivido en una sala de cine, y he visto Spider-Man- y unas actuaciones peculiares pero fascinantes. Drama adulto, persistente en ser anticlimático y, aún así, desolador. E inesperado musicote de Robert Levon Been (Black Rebel Motorcycle Club).
En cines
Hierve
La adaptación del detrás de las cámaras de MasterChef que no esperabas. A través de un ferviente plano secuencia, Philip Barantini nos mete en la olla a presión que es una cocina de restaurante, con un staff siempre al borde del estallido, volcando en 90 minutos la bilis acumulada de su pasado en hostelería. Lejos de ser un recurso para lucirse, la secuencia continua funciona para reflejar el irrefrenable y angustioso ritmo al que los personajes son sometidos, y no choca con la intención de ir contando con detalles minuciosos y bien colocados. Un trabajo tan bien realizado como hecho sin pedal de freno, con un fabuloso Stephen Graham en el centro del huracán.
West Side Story
Cualquier discusión sobre la posible necesidad de un remake de un musical mítico de hace más de 60 años ha quedado lanzado por la ventana. Steven Spielberg demuestra que tenía motivos suficientes para escoger este como su primer musical -sí, parece mentira que le haya llevado tanto-, mostrando reverencia al mismo tiempo que lo amplia con más contexto e ideas para mostrar la fuerza que sigue teniendo. Quizá su enfoque, tan clásico como libre de cinismo pero que ancla más la historia en la realidad que en la fantasía, haga que se vean más las fracturas que en la película original pasábamos más por alto, pero los puntos altos siguen siendo altísimos y también muy Spielberg.
La puesta en escena es prodigiosa, los números musicales están coreografiados y rodados de manera excelente, el reparto es maravilloso -incluso Ansel Elgort está bien, aunque no tiene nada que hacer contra el resto que está casi en un 10, especialmente Rachel Zegler y Ariana DeBose- y la película luce hermosísima gracias a los increíbles sets y un Janusz Kaminski haciendo una fotografía a nivel Dios.
En cines, vedla ahí y haceos un favor.
SÍ
Dopesick: Historia de una adicción
Dopesick es la clase de drama bien contado que daría para una eficaz película adulta que daría de qué hablar sobre el problema que refleja. En su lugar, es una miniserie eficaz, incluso aunque sus continuos saltos temporales pueden llegar a confundir -aunque no fluyen precisamente mal-. Es también una serie consciente de que todo lo que cuenta es para cabrearse mucho y no se corta, dejando a la farmacéutica como un villano que bordea la parodia pero resulta creíble -al fin y al cabo, hay veces que los villanos reales resultan más parodia-. Es una serie que cabrea, que frustra por el drama relativo a esta crisis de adicción, y funciona por un grupo de personajes bien trazados que ayudan a mantener la historia firme.
Estación Once
Mucho mejor cuando busca ser The Leftovers que cuando juega a una grandilocuente versión de The Last of Us para aficionados al teatro. La ambiciosa adaptación de Emily St. John Mandel ha calado de manera inesperada incluso teniendo una pandemia devastadora en el centro de su premisa, y no es raro que lo haya conseguido. Su episodio piloto es realmente encomiable, una construcción perfecta de tensión y ansiedad del fin del mundo, realizada por Hiro Murai (uno de los mejores directores en el apartado series del último lustro). Sus saltos temporales, su peculiar estructura y ese interés por reivindicar el arte de contar historias como mecanismo de confort en tiempos angustiosos son aspectos que la hacen una serie lo bastante recomendable para pasar el aspecto pandémico. No todos los episodios resultan tan eficaces, y a ratos se resiente cambiando de escenarios y dibujando amenazas en un mundo tan extenso -que a ratos también se siente muy pequeño, pero los momentos buenos son muy buenos.
The Witcher
La ambiciosa serie fantástica ha estado mirada con lupa, primero por adaptar una propiedad tan venerada tanto en formato literario y videojueguil, y luego por ser el intento de Netflix de tener su propia fantasía adulta de gran presupuesto. Por ambos motivos, muchos se llevaron una decepción. No mi caso particular, que disfruté de su rollo cazamonstruos episódico casi Conan -o más bien Xena, la princesa guerrera- y hasta le perdoné el embrollo que tenía con las líneas temporales. Esta segunda temporada ofrece más de lo mismo, pero con una línea narrativa más sencilla y directa. Quizá con menos puntos altos, pero fortalecida por cómo establece como núcleo la relación entre su trío de protagonistas. Si no le pides más que eso, la puedes disfrutar sin pensar que estás traicionando al buen gusto o a un alto concepto de la fantasía adulta.
OK
Encanto
En la animación más que en ningún otro género se pueden ver cómo muchos guionistas se suman a la mezcla y terminan probando diferentes enfoques para el guion. Normalmente se busca tener la historia lo más cerrada posible antes de empezar el proceso de animación, y sale bien, pero a veces también pasa que la película no termina de tener una dirección o conflictos claros y va dando tumbos. Es lo que parece que ha pasado con este Disney con mirada a latinoamérica, que trata de compensar con corazón y canciones muy rimbobantes de Lin-Manuel Miranda el hecho de que su historia no parece del todo pulida y sigue una fórmula que evidencia sus grietas. Con todo, es otra película correcta más de sus producciones recientes, con un par de canciones realmente notables y otro despliegue visual con el que se te quedan los ojos como platos.
No mires arriba
En el peor de los casos, esta sátira apocalíptica podría haber sido una extensión de la peor escena de El vicio del poder, donde en un grupo de opinión vemos a una mujer, posible votante republicana, expresando su pasión por las películas de Fast & Furious. Es decir, serían dos horas y pico de Adam McKay siendo repugnantemente condescendiente con la humanidad a la que trata de advertir con el relato del fin del mundo. Algo hay, pero McKay también explora otras cosas que son de lo más interesante de su cine reciente. Los chistes quizá no sean los más desternillantes -lo cuál es un problema si es lo que quieres que sea la película-, pero cuando decide explorar la ansiedad por el fin de la existencia alcanza puntos que no tienen tanto que envidiar de la Melancolía de Lars Von Trier, y la frustración ante la inoperancia de los grandes poderes y de buena parte de la población resulta muy real tras casi dos años de pandemia.
La película logra aterrizar precisamente cuando más se acerca a esa angustia -utilizando bien primeros planos y detalle además de la cámara en mano para recrearla- en lugar de la sátira política que a veces trata de abarcar demasiado. Su montaje es muy alardoso pero también eficaz, Leonardo DiCaprio está fantástico en otro de esos papeles de grandes patéticos que tanto domina, y la película en general es fluida a pesar de que es demasiado larga y, de nuevo, quiere abarcar más de lo que puede apretar.
Resident Evil: Bienvenidos a Raccoon City
La nueva traslación de los videojuegos de Capcom a la gran pantalla busca la opción diametralmente opuesta a la de Paul W.S. Anderson. Donde en su demencial saga había cambios deliberados, enfoque en la acción disparatada, mirada al futuro y mucha desvergüenza, la nueva versión de Johannes Roberts busca ser más fidedigna, más llena de terror y suspense a pie de tierra, nostálgica de los noventa... y también lo bastante desvergonzada. Lejos de lo que pueda parecer por su apariencia más seria, Raccoon City tiene bastante guasa en sus secuencias más gore y a la hora de soltar infectados de todo tipo. Suma a un muy eficaz Roberts, que canaliza los zombies más reciente de Romero y la Asalto a la comisaría del distrito 13 de Carpenter además de saber dar prioridad a emplear efectos prácticos con respecto a sobrecarga CGI, y compensas una historia algo plana y un reparto de serie adolescente americana.
MEH
And Just Like That...
La experiencia de las dos películas posteriores debería haber servido para dejar descansar a Sexo en Nueva York, pero ya vemos que, si pasa el tiempo suficiente, todo puede volver a intentarse. Que esta nueva entrega opte por un nuevo nombre no es casual, ya que (ahora) trío protagonista se mueve en una serie distinta a la que llevaron adelante con carisma hace años. Hay espacio para la frivolidad -no sería una historia de Sexo en Nueva York si no tuviera un poco de eso-, pero la serie de Michael Patrick King opta por explorar a estas mujeres en un mundo en el que hace tiempo que dejaron de ser las reinas del mambo y los aires de renovación -cada una en su medida-. Es un enfoque que habla con cierto ingenio del lugar que ocupa la serie original en estos momentos, y da cierto interés a una nueva entrega que se ve algo rígida en ritmo y a veces hasta cae en una ejecución demasiado plana de todo lo que intenta. Pero que todo esto podría haber sido un desastre absoluto -especialmente sin Kim Cattrall- lo sabemos todos, y por suerte no es así.
Fue la mano de Dios
La carta libre de Netflix es un regalo envenenado y con alguien como Paolo Sorrentino cogiéndola podría salir algo demencial. No obstante, el director italiano ha optado por una interesante contención -quitando alguna cosa como una escena con un cepillo- para mirar a su juventud, sus momentos de descubrimiento y también sus traumas. Hay una clara división en dos mitades de esta película, una más distendida y satírica junto con otra más bajonera y emocional, que busca reflejar ese momento turbulento y confuso de su adolescencia. La primera parte podría ser perfectamente la mejor, aunque opte a menudo por desviarse hacia otras ramas que luego se quedan sin concluir, mientras que la segunda se desequilibra con la llegada de un punto clave de la historia y no termina de aterrizar por cierta indefinición del personaje central. Es complicado conectar emocionalmente con un protagonista que ha estado más de fondo que de observador durante parte de la función, y además no parece tener claro su propósito en todo esto. Aunque igual eso último es la idea.
Spider-Man: No Way Home
Uno de los mayores casos de profecía autocumplida que el cine ha podido presenciar. La última película de Spider-Man nace y muere en sus propias referencias al legado del personaje en la gran pantalla, lo que deja la película más desigual de las tres del personaje de Tom Holland. La historia de maduración tiene que intentar salir a flote en medio de varios insertos establecidos de antemano para mayor disfrute del fan medio, moviéndose entre ellos con la peor fluidez posible, dejando una sensación de manufacturación excesiva que la vuelve emocionalmente plana y algo torpe. Es igualmente disfrutable, porque la fórmula mantiene siempre ciertos mínimos para tenerte entretenido -aunque dos horas y media son demasiadas-, pero también es una sin realmente historia que contar, que hace secuencias de acción como quien entra a fichar y cuyo humor es el peor construido y ejecutado de toda la saga. Su magnitud de macroevento sólo es tal porque la impone a martillazos.
Definitivamente en cines.
NO
Being the Ricardos
Todo un cúmulo de decisiones equivocadas tomadas a raíz de gente equivocada para el proyecto. Es incómodo ver a Nicole Kidman y Javier Bardem en estos roles donde se les nota incómodos, cuando no forzados, teniendo además que sostener uno de los guiones más caprichosos y poco fluidos de Aaron Sorkin, que encuentra la manera de hacer que la historia de Lucille Ball vaya sobre él. Aquí el Sorkin escritor saca sus peores vicios, dejando unos secundarios terribles que no obedecen más propósito que dar pie a que se junten los principales, una estructura disfuncional que reitera demasiadas ideas y un tono impreciso, incapaz de venderte ni el drama romántico ni la comedia -esto último es un gran problema si estás retratando una sitcom clásica-. Por si fuera poco, el Sorkin director muestra de nuevo su incapacidad para aportar algo visualmente de interés o sacar a florecer mejor las intenciones de su guion, consiguiendo exponer más aún sus problemas. Una película terrible que encima no parece tener mucha razón de ser.
Demonic
La caída de notoriedad de Neil Blomkampt desde la sorpresa que fue Distrito 9 -doce años ya, gente- ha sido de categoría, y un cambio al cine de género era justo una vía adecuada para la resurrección. No hay escasez de cosas interesantes en Demonic, desde un interesante juego con los límites de la simulación y la percepción de la realidad -mostrados en un CGI realmente sorprendente, dadas las limitaciones presupuestarias que debe de haber tenido- a una mitología que incluye una especie de soldados exorcistas que podría haber dado para mucha jarana. Ambas cosas podrían dar para películas más interesantes que por la que opta el cineasta sudafricano, que ralla lo genérico y hasta lo aburrido con sustos bastante elementales y traumas a medio cocinar. Da una sensación hasta de que le sobra media hora, lo cual es un grave problema si la peli dura poco más de hora y media.
Querido Evan Hansen
Es difícil saber cómo el cambio del formato del teatro al cinematográfico puede haber expuesto de más algunos problemas que tiene la obra original, pero la manera en la que se ha desarrollado hace muy flaco favor. Si no fuera bastante problema que no consiguen que su protagonista parezca convincentemente un adolescente, vemos a chavales teniendo conversaciones sobre sus medicaciones, una familia terriblemente inquietante y un personaje central que acaba explotando su duelo de una manera que sólo puede tener una conclusión lógica:
Quién se ríe ahora